Gran ciudad fortificada en la zona de influencia del Imperio Parto y capital del primer reino árabe, Hatra resistió dos veces el asalto de los romanos, en los años 116 y 198, gracias a su muralla provista de torres. Los vestigios de la ciudad, y más concretamente los de sus templos de arquitectura grecorromana con ornamentaciones orientales, testimonian la grandeza de la civilización que la construyó. (UNESCO/BPI)[1]
Situada al norte de Mesopotamia, a orillas del Tigris, la antigua ciudad de Asur está emplazada en una zona geoecológica peculiar, donde la agricultura de regadío limita con la de secano. Asur, que se fundó tres mil años antes de la era cristiana, recibió el nombre de su dios protector y fue la capital religiosa de los asirios. Entre los siglos XIV y IX a. C., esta ciudad-estado fue la primera capital del Imperio Asirio y un importante centro internacional de intercambios comerciales. Tras su destrucción a manos de los babilonios, renació de sus cenizas en tiempos del Imperio Parto (siglos I y II d.C.). (UNESCO/BPI)[2]
Situada a 130 km al norte de Bagdad, a orillas del Tigris, esta ciudad fue la capital de las provincias del Imperio Abasida, que dominó durante más de un siglo el vasto territorio comprendido entre los confines de Túnez y el Asia Central. Extendida a lo largo de un eje norte-sur, con una longitud de 41,5 km y una anchura que oscila entre 4 y 8 km, la ciudad posee vestigios que atestiguan las importantes innovaciones arquitectónicas y artísticas realizadas en ella, que luego se extenderían por otras regiones del mundo islámico y más allá. Uno de sus monumentos más destacados es la Gran Mezquita del siglo IX, que posee un minarete en espiral. Queda todavía por excavar el 80% del sitio arqueológico. (UNESCO/BPI)[3]
Se trata de un asentamiento fortificado construido en la cima de un imponente tell ovoidal, es decir, un montículo creado por las generaciones que se sucedieron en el sitio y lo reconstruyeron en el mismo lugar. Los muros ininterrumpidos de fachadas y viviendas del siglo XIX continúan dando la impresión visual de una fortaleza inexpugnable que domina la ciudad de Erbil, situada en la región autónoma del Kurdistán (Iraq). El peculiar trazado de sus calles, en forma de abanico, data de la fase otomana tardía de Erbil. Las fuentes escritas e iconográficas documentan una ocupación del sitio antigua: Erbil corresponde a la antigua Arbela, un importante centro político y religioso asirio. Además, los descubrimientos y las excavaciones arqueológicas realizadas sugieren que la colina oculta estratos y vestigios todavía más antiguos. (UNESCO/BPI)[4]
Zona de protección: 211.544 ha. Zona de respeto: 209.321 ha.
Este sitio comprende tres áreas de vestigios arqueológicos y cuatro zonas de humedales pantanosos, situadas todas ellas en el sur de Iraq. El “tell” de Eridu y las ruinas de las ciudades de Uruk y Ur forman parte de los vestigios arqueológicos de asentamientos sumerios en la Baja Mesopotamia, que florecieron entre el tercer y cuarto milenios a.C. en el delta pantanoso formado por los ríos Éufrates y Tigris. Por su parte, las regiones de humedales pantanosos (“ahwar”) de esta región del Iraq Meridional son únicas en su género por deber su formación a uno de los mayores deltas interiores del mundo y por estar situadas en un medio natural extremadamente árido y cálido. (UNESCO/BPI)[5]
Localización del Patrimonio de la Humanidad en Irak * Refugio de biodiversidad de los “ahwar” y paisaje arqueológico de las ciudades mesopotámicas del Iraq Meridional
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Irak, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 28 de marzo de 2014,[6] ha presentado los siguientes sitios:
Ampliamente reconocido como la principal tradición de música “clásica” en Irak, el maqam cubre un vasto repertorio de cantos, acompañados por instrumentos tradicionales. Este género popular brinda una gran cantidad de informaciones sobre la historia musical de la región y sobre las influencias árabes que dominaron durante siglos.
Por su estructura y su instrumentación, el maquam está estrechamente asociado a la familia de las formas musicales tradicionalmente practicadas en Irán, Azerbaiyán y Uzbekistán. El maqam iraquí abarca numerosos géneros y modos melódicos primarios. Comprende partes vocales improvisadas que recurren a un acompañamiento rítmico regular y se terminan a menudo en una mezcla de estrofas de distintos cantos. El talento improvisador del principal cantante (qari’) consiste en entablar un diálogo complicado con la orquesta (tshalghi), que lo acompaña de manera permanente. Los instrumentos típicos son una especie de cítara (santur), una violín con remate en punta de cuatro cuerdas (jawzah), un tambor de sonido grave (dumbek) y una pequeña pandereta (daff). Las interpretaciones de maqam se suelen dar en las reuniones en círculos privados, en los cafés y en los teatros. Con un repertorio que se entronca en la poesía árabe clásica o popular, el maqam es el género musical más ponderado por músicos, intelectuales, especialistas en literatura y música, así como una parte importante de la población iraquí.
Mientras que muchos estilos musicales árabes de la región han desaparecido o se han occidentalizado de manera considerable, el maqam iraquí ha permanecido casi inalterado, conservando en particular su técnica de ornamentación vocal y su carácter de improvisación.
A causa de la situación política actual, los conciertos de maqam ante un amplio público son cada vez más raros, por lo que se limitan a los círculos privados. Sin embargo, las numerosas grabaciones y recitales muestran que sigue siendo muy apreciado por la población. (UNESCO/BPI)
La festividad del Año Nuevo suele ser una efeméride en la que las personas expresan sus deseos de prosperidad y renuevo de sus vidas. En numerosas regiones de Afganistán, Azerbaiyán, India, Irán, Iraq, Kazajstán, Kirguistán, Pakistán, Tayikistán, Turkmenistán, Turquía y Uzbekistán, este acontecimiento se celebra el 21 de marzo y recibe las denominaciones Nauryz, Navruz, Nawruz, Nevruz, Novruz, Nowruz o Nuruz, que tienen la misma significación de “día nuevo” en las distintas lenguas de esos países. Durante unas dos semanas tienen lugar diversas celebraciones de ritos, ceremonias y eventos culturales. Una importante costumbre tradicional característica de este periodo es la de reunirse para comer con la familia y allegados en torno a una mesa ornada con objetos que simbolizan la pureza, la luminosidad, la vida y la prosperidad. Los participantes en las celebraciones se engalanan con prendas de vestir nuevas y visitan a sus vecinos y parientes, especialmente a los más ancianos. También se hacen regalos –sobre todo a los niños– que suelen consistir en objetos fabricados por artesanos. En esta festividad del Año Nuevo se representan espectáculos callejeros de música y danza, se celebran ritos del agua y el fuego en público, se organizan competiciones de deportes tradicionales y se fabrican diversos objetos artesanales. Todas estas costumbres tradicionales, que las generaciones de más edad transmiten a las más jóvenes mediante la observación y la participación en ellas, contribuyen a fomentan la diversidad cultural y la tolerancia, así como a fortalecer el sentimiento de solidaridad y las relaciones pacíficas en las comunidades. (UNESCO/BPI)[7]
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La fiesta e impetraciones de Khidr/Elías
Bien inmaterial inscrito en 2016.
Todos los años, en el mes de febrero, comunidades iraquíes celebran la fiesta de Khird/Elías, un santo que, según antiguas creencias, colma los deseos de sus devotos, en particular de los más necesitados. Numerosas familias del norte del Iraq, engalanadas con ropas tradicionales, se reúnen los tres últimos días de ese mes en un altozano donde presumen que se halla su santuario, a fin de degustar comidas especialmente preparadas para el evento y ejecutar una danza popular llamada dabkka. Por su parte, miembros de comunidades del centro del país creen que el santuario de Khird/Elías se halla en las orillas del río Tigris y acuden a ellas llevando azúcar, sal, alheña, pasteles y hojas de mirto para echar al agua un gran número de maderos con velas encendidas e impetrar así la realización de sus deseos. Si las velas se apagan antes de alcanzar la orilla opuesta, esto es un signo de que a los devotos se les otorgará lo que piden. En la parte sur de Iraq, los fieles también llevan hojas de mirto, pero encienden una sola vela. Si ésta se apaga durante la travesía del río, tendrán que dar un viernes limosna a los pobres para ver cumplidos sus deseos. Los jóvenes aprenden esta práctica cultural de sus mayores y también en la escuela. La identificación común de las poblaciones con esta festividad tradicional ha contribuido a su cohesión social. (UNESCO/BPI)[8]