Sede de la prestigiosa universidad coránica de Sankoré y varias madrazas, Tombuctú fue durante los siglos XV y XVI una de las capitales intelectuales y espirituales del Islam y un foco de propagación de esta religión en África. Las tres grandes mezquitas de Djingareyber, Sankoré y Sidi Yahia son testigos de su edad de oro pasada. Pese a los continuos trabajos de restauración realizados, estos monumentos se ven amenazados hoy en día por el avance de la arena. (UNESCO/BPI)[1]
Poblado desde el año 250 a.C., el sitio de Djenné llegó a ser un centro mercantil importante y un eslabón de la ruta transahariana del oro. En los siglos XV y XVI fue un foco de propagación del Islam. Sus viviendas tradicionales –de las que se conservan unas 2.000 aproximadamente– se construyeron en pequeños altozanos (toguere) para protegerlas contra las inundaciones estacionales. (UNESCO/BPI)[2]
Además de sus excepcionales paisajes de farallones y mesetas de arenisca con hermosas realizaciones arquitectónicas –viviendas, graneros, altares, santuarios y lugares de reunión o “togunas”–, la meseta de Bandiagara conserva toda una serie de tradiciones sociales ancestrales como la confección de máscaras y la celebración de fiestas populares y rituales, o ceremonias de culto a los antepasados. El paisaje y las características geológicas, arqueológicas y etnológicas de esta meseta hacen de ella uno los sitios más impresionantes del África Occidental. (UNESCO/BPI)[3]
La espectacular estructura piramidal de 17 metros de altura de la tumba de la dinastía de los Askia, erigida en 1495 por Askia Mohamed, emperador de Songhai, en su capital de Gao, atestigua la potencia y riqueza de un imperio que cobró auge entre los siglos XV y XVI gracias al control del comercio de la sal y del oro practicado a través del Sahara. Esta tumba es también un magnífico ejemplo de la tradición arquitectónica de construcción de edificios con adobe, característica de la región del Sahel Occidental. El conjunto monumental –que comprende la pirámide funeraria, dos edificios de techo plano de la mezquita, el cementerio de ésta y un ágora al aire libre– fue construido cuando Gao se convirtió en la capital del Imperio Songhai, después del retorno de Askia Mohamed de su peregrinación a La Meca y de la subsiguiente declaración del Islam como religión oficial en sus dominios. (UNESCO/BPI)[4]
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Malí, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 7 de septiembre de 2016,[5] ha presentado los siguientes sitios:
Los sitios que siguen estuvieron anteriormente en la lista Indicativa, pero fueron retirados o rechazados por la UNESCO. Los sitios que aún se incluyen en otras entradas en la lista Indicativa o que fueron aceptados y son parte de sitios del Patrimonio Mundial no se incluyen aquí.[6]
El espacio cultural del yaaral y del degal abarca las vastas tierras de pastoreo de los peuls del delta interior del Níger. El yaaral y el degal designan las festividades que marcan la travesía del río en la época de la trashumancia. Dos veces al año, manadas de ganado cruzan las tierras áridas del Sahel y los llanos inundables de la cuenca interior del río Níger. Las fiestas se celebran siempre un sábado, un día propicio según la creencia popular peul, y su fecha exacta se determina según el estado de los pastos y el nivel del río.
Estos festivales dan lugar a expresiones culturales variadas. Se organizan concursos para premiar a la manada mejor adornada, los vaqueros recitan poemas pastorales que relatan sus aventuras durante los largos meses de trashumancia y las mujeres jóvenes se ponen sus mejores prendas y sus joyas más finas para aclamar a los vaqueros con cantos.
Estos dos acontecimientos, que se remontan al asentamiento de los peuls en la región hacia el siglo XIV, son la clave del modo de vida de estos pueblos. La gestión de los pastos, el trazado de las rutas de trashumancia y la reunión de las manadas en puntos específicos han mejorado la organización del acontecimiento y han permitido agrupar a mucha más gente, transformando estas fiestas pastorales en acontecimientos importantes. Al reunir a representantes de todos los grupos étnicos y de todas las corporaciones profesionales del delta – ganaderos peuls, arroceros markas o nonos, cultivadores de mijo bámbaras y pescadores bozos – el yaaral y el degal continúan renovando los pactos intercomunitarios y reforzando la cohesión social. La fuerte adhesión de las comunidades de la región a estas festividades asegura su continuidad, aunque ésta puede correr peligro por el éxodo rural de los jóvenes y las pertinaces sequías que afectan los pastos y las manadas. (UNESCO/BPI)[7]
Los malinkés y otras poblaciones de la región del Mandén, situada al sudoeste del Malí, se reúnen cada siete años en la aldea de Kangaba para celebrar la instalación de un nuevo techado de paja en el Kamablon, “la casa de la palabra”. Construido en 1653, este notable edificio de planta circular alberga objetos y mobiliario de gran valor simbólico para la comunidad y, además, es sede del consejo de la aldea. La celebración la organizan conjuntamente los miembros de clan Keita –descendientes de Sundiata Keita, fundador del Imperio del Malí– y los griots del patronímico Diabaté, que son los depositarios de la historia del Kamablon. La refección de la techumbre ofrece la oportunidad de evocar la historia y la cultura del Mandén a través de las tradiciones orales, así como de reforzar los vínculos sociales, resolver conflictos y formular vaticinios sobre los siete años venideros. En los cinco días que duran las festividades, los jóvenes de veinte a veintiún años de la comunidad desmontan el techado antiguo y lo sustituyen por otro nuevo siguiendo las instrucciones y orientaciones de sus mayores que, al mismo tiempo, transmiten su saber acerca de la casa sagrada y de su construcción, historia y valor simbólico. Los griots de la vecina aldea de Kela rinden homenaje a Sundiata narrando la historia oral del Mandén. (UNESCO/BPI)[8]
A principios del siglo XIII, a raíz de una gran victoria militar del fundador del Imperio Mandinga, este soberano y su areópago de sabios, reunidos en asamblea en Kurukan Fuga, proclamaron la Carta del Nuevo Manden, que recibe su nombre del territorio de la cuenca alta del río Níger situado hoy de uno y otro lado de la frontera entre Guinea y Malí. Esta carta es una de las constituciones más antiguas del mundo, aunque sólo existe en forma oral. Consta de un preámbulo y siete capítulos en los que se proclaman: la paz social en la diversidad, la inviolabilidad del ser humano, la educación de las personas, la integridad de la patria, la seguridad alimentaria, la abolición de la esclavitud por razia y la libertad de expresión y comercio. Pese a la desaparición del Imperio Mandinga, las palabras de la Carta y una serie de ritos conexos se siguen transmitiendo de padres a hijos, en forma codificada y oral, dentro de los clanes de la tribu malinké. Para mantener viva esta tradición, todos los años tienen lugar ceremonias conmemorativas de la histórica asamblea en la aldea de Kangaba, adyacente al vasto claro de bosque de Kurukan Fuga que está emplazado actualmente en el territorio del Malí, cerca de su frontera con Guinea. La celebración de estas ceremonias cuenta con el apoyo de las autoridades locales y nacionales del Malí, y en particular con el de las autoridades consuetudinarias para quienes la Carta del Mandén no sólo es una fuente de normas jurídicas, sino también un mensaje de amor, paz y fraternidad que ha perdurado a través de los siglos. Esta carta sigue siendo el cimiento de los valores y tradiciones de las poblaciones interesadas. (UNESCO/BPI)[9]
El sanké mon es un rito de pesca colectiva celebrado en la ciudad de San, situada en la región de Segu, en Malí. La celebración de este rito tiene lugar los segundos jueves del séptimo mes lunar, a fin de conmemorar la fundación de la ciudad. Las festividades rituales dan comienzo con sacrificios de gallos y cabras, y con ofrendas de los vecinos a los espíritus que pueblan la laguna de Sanké. A continuación, tiene lugar una pesca colectiva que dura quince horas y se efectúa con redes de mallas gruesas y finas. Después, en la plaza pública, al son de diversos tipos de tambores y con arreglo a una coreografía especial, bailarines buwa de San y pueblos de los alrededores, vestidos con atuendos tradicionales y tocados con sombreros adornados de cauris y plumas, ejecutan una danza con máscaras. El sanké mon no sólo marca el comienzo de la estación lluviosa, sino que también plasma la cultura local a través de las expresiones artísticas, la artesanía y los conocimientos y prácticas vinculados a la pesca y los recursos hídricos. Asimismo, refuerza los valores colectivos de cohesión social, solidaridad y paz entre las comunidades locales. En los últimos años, la popularidad de esta celebración ritual ha decaído, lo cual pone en peligro su existencia. Entre los factores que han creado esta situación cabe mencionar la ignorancia de la historia e importancia de esta tradición, la disminución paulatina del número de participantes, los accidentes ocurridos durante las celebraciones y el deterioro de la laguna de Sanké provocado por la escasez de lluvias y el desarrollo urbano. (UNESCO/BPI)[10]
La sociedad secreta de los Kôrêdugaw es un rito de sabiduría fundamental para la identidad cultural de los pueblos bambara, malinké, senufo y samogo de Malí. Los iniciados visten capas irregulares adornadas con collares de semillas rojas y una gran cantidad de artículos diversos. Hacen reír con su comportamiento caracterizado por la gula, el humor cáustico y el ingenio, aunque también demuestran una gran inteligencia y sabiduría. La sociedad educa, capacita y prepara a los niños para hacer frente a la vida y llegar a acuerdos en los problemas sociales. Sus miembros también actúan como mediadores sociales y desempeñan un papel clave en fiestas y en muchas otras ocasiones. Los Kôrêdugaw son también los herboristas y terapeutas tradicionales cuyo conocimiento de las plantas se utiliza para curar enfermedades, evitar la mala suerte, tratar a las mujeres sin hijos e impartir bendiciones. Simbolizan la generosidad, la tolerancia, la inofensividad y el dominio del conocimiento, personificando las normas de conducta por las que abogan a los demás. Los miembros provienen de todos los grupos sociales y profesionales, con independencia de su origen étnico, sexo o religión, uno de los cuales se convierte en Kôrêduga por condición hereditaria, instruido por los espíritus o formado por un maestro. El conocimiento y las técnicas se transmiten durante las ceremonias anuales de iniciación. Hoy en día, los modos tradicionales de transmisión se ven amenazados por el descenso del número de iniciados debido al predominio de los estilos de vida urbanos entre las generaciones más jóvenes, y las prácticas rituales tienen lugar cada vez menos. (UNESCO/BPI)[11]
Las prácticas y expresiones culturales vinculadas al balafón de las comunidades senufo de Malí, Burkina Faso y Costa de Marfil
Bien inmaterial inscrito en 2011 (ampliado a Costa de Marfil en 2012).
El balafón de las comunidades senufo de Malí, Burkina Faso y Côte d’Ivoire es un xilofón pentatónico, conocido a nivel local por el nombre de ncegele. El ncegele comprende entre once y veintiuna teclas de longitud desigual, talladas en madera y dispuestas en un soporte de forma trapezoidal fabricado también con madera o bambú. Los elementos resonantes del instrumento son calabazas de tamaño también desigual colocadas bajo el soporte, en correspondencia con las teclas. Las calabazas están perforadas y los agujeros están provistos con filamentos de ovotecas de araña para intensificar la vibración del sonido. El acorde del ncegele se basa en una división de la octava en cinco intervalos iguales, y sus sonidos se producen golpeando las teclas con varitas de madera provistas de una contera de caucho en su extremidad. Tocado en solo o en conjunto instrumental, el ncegele produce una música basada en múltiples melodías rítmicas. Este instrumento anima las fiestas, acompaña las plegarias en las iglesias y bosques sagrados, estimula el entusiasmo en el trabajo, se utiliza en la música funeraria y contribuye a la enseñanza de sistemas de valores, tradiciones, creencias, derecho consuetudinario y normas éticas por las que se rigen tanto la sociedad como las personas en su vida diaria. Los intérpretes aprenden primero en balafones para niños y luego se perfeccionan en instrumentos de talla normal bajo la dirección de un maestro. (UNESCO/BPI)[12]
Los conocimientos y prácticas vinculados al imzad de las comunidades tuaregs de Argelia, Malí y Níger
Este elemento es compartido con ArgeliaArgelia y NígerNíger
La música del “imzad”, instrumento de una sola cuerda frotada tocado por las mujeres, constituye un rasgo cultural característico de las poblaciones tuaregs. Las intérpretes de este instrumento lo tocan sentadas, colocándolo en sus rodillas y sirviéndose de un arco de madera curvado. El “imzad” se suele tocar en los campamentos tuaregs durante la celebración de ceremonias en las que la música va unida a la poesía. Las melodías del “imzad” acompañan cantos poéticos y tradicionales de glorificación de las aventuras y hazañas de héroes ancestrales, que son compuestos, recitados o interpretados por los hombres, mientras que los participantes –hombres y mujeres a la vez–¬ profieren gritos modulados o extremadamente agudos. La música del “imzad” tiene también una función terapéutica, ya que se interpreta para alejar los espíritus malignos y aliviar los sufrimientos de los enfermos. El sonido del “imzad” traduce los sentimientos y estados de ánimo del intérprete, y todo fallo de ejecución en el transcurso de una interpretación se considera un infortunio. Son las mujeres quienes fabrican el instrumento con una mitad de calabaza que vacían y ponen a secar. Una vez seca, cubren la parte ahuecada con un parche de piel tensada, perforándolo con dos orificios en forma de rosetones y añadiéndole un puente de madera en forma de V. La transmisión de los conocimientos musicales se efectúa oralmente, con métodos tradicionales basados en la observación y asimilación. (UNESCO/BPI)
La aparición de máscaras y marionetas es una fiesta ritual celebrada por las comunidades de los bambaras, bozos, markas y somonos de la comarca de Markala, que va acompañada por danzas con máscaras, músicas de tamtanes y canciones interpretadas por bailarines y marionetistas. Las máscaras y marionetas simbolizan el vínculo sagrado entre el ser humano y la naturaleza, a través de la representación de determinados animales que encarnan virtudes sociales específicas. Durante la estación seca, se imparte a los jóvenes neófitos la instrucción y los conocimientos necesarios para prepararlos al paso a la edad adulta. Los ritos de iniciación tienen lugar en un bosque sagrado situado a orillas del río Níger, en el que los hombres adultos transmiten a los muchachos jóvenes los conocimientos y prácticas pertinentes. La iniciación finaliza con libaciones y ofrendas a los espíritus protectores y las fuerzas ocultas para que consientan en hacer de los muchachos hombres hechos y derechos, dispuestos a llevar la máscara y a danzar. Después de los ritos de iniciación, la celebración del fin de las cosechas ofrece una plataforma para que las diferentes culturas locales se expresen por medio de plegarias, músicas, cantos y danzas que anuncian la llegada de la temporada de pesca individual y colectiva. Estas celebraciones rituales ilustran la cohesión, el diálogo, la tolerancia y la continuidad de la identidad pluricultural de las comunidades de la localidad de Markala y de las aldeas vecinas. También ofrecen la posibilidad de efectuar encuentros festivos e intercambios que propicien la solución de las querellas y malentendidos familiares, así como de los conflictos que pudieran existir dentro de las comunidades y entre ellas. (UNESCO/BPI)