Perú cuenta con 13 sitios declarados Patrimonio de la Humanidad (9 bienes culturales, 2 bienes naturales y 2 bienes mixtos), de los cuales un bien es transfronterizo y uno se encuentra en peligro; y 12 elementos en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial.
Ubicado a 2.430 metros de altura en un paraje de gran belleza, en medio de un bosque tropical de montaña, el santuario de Machu Picchu fue probablemente la realización arquitectónica más asombrosa del Imperio Inca en su apogeo. Sus murallas, terrazas y rampas gigantescas dan la impresión de haber sido esculpidas en las escarpaduras de la roca, como si formaran parte de ésta. El marco natural, situado en la vertiente oriental de los Andes, forma parte de la cuenca superior del Amazonas, que posee una flora y fauna muy variadas. (UNESCO/BPI)[1]
Situada en el corazón de los Andes, esta ciudad se convirtió bajo el gobierno del inca Pachacutec en un centro urbano complejo con funciones religiosas y administrativas diferenciadas. Su área circundante estaba dividida en zonas claramente delimitadas para la producción agrícola, artesanal y manufacturera. Al adueñarse de la ciudad en el siglo XVI, los conquistadores españoles conservaron su estructura, pero construyeron iglesias y palacios sobre las ruinas de los templos y monumentos de la ciudad incaica. (UNESCO/BPI)[2]
El sitio arqueológico de Chavín ha dado su nombre a la cultura que se desarrolló entre los años 1500 y 300 a.C. en el alto valle de los Andes peruanos en el que se encuentra. La arquitectura de este conjunto monumental de plazas y amplias terrazas rodeadas por construcciones de piedra labrada, así como su ornamentación en gran parte zoomorfa, dan un aspecto impresionante a este lugar de culto, que es uno de los sitios precolombinos más célebres y antiguos. (UNESCO/BPI)[3]
En la Cordillera Blanca, la cadena montañosa tropical más alta del mundo, se alza a 6.768 metros sobre el nivel del mar el monte Huascarán, que da su nombre a este parque. Sus profundas quebradas surcadas por numerosos torrentes, sus lagos glaciares y su vegetación variada forman un conjunto de belleza espectacular. Este sitio alberga especies animales como el oso de anteojos y el cóndor andino. (UNESCO/BPI)[4]
Chan Chan fue la capital del reino chimú, que conoció su máximo esplendor en el siglo XV, poco antes de sucumbir al poder del Imperio Inca. La disposición de esta ciudad, una de las más importantes de la América precolombina, fue el resultado de la aplicación de una rigurosa estrategia política y social, evidenciada por su división en nueve “ciudadelas” o “palacios” que forman unidades independientes. (UNESCO/BPI)[5]
Este inmenso parque de 1.500.000 hectáreas posee una gran variedad de vegetación estratificada entre 150 y 4.200 metros de altura. El bosque tropical de las zonas menos elevadas alberga una variedad incomparable de especies animales y vegetales. Se han identificado en él hasta 850 clases de pájaros. Algunas especies poco comunes como la nutria y el armadillo gigantes han encontrado refugio en este sitio, donde también se ha podido observar la presencia frecuente de jaguares. (UNESCO/BPI)[6]
Lima, la “Ciudad de los Reyes”, fue la urbe y capital más importante de los dominios españoles en América del Sur hasta mediados del siglo XVIII. Pese a los graves daños sufridos por los terremotos, posee numerosos monumentos arquitectónicos, como el convento de San Francisco, el más grande de esta parte del mundo en su género. Muchos edificios limeños son creaciones conjuntas de artesanos y artistas locales y arquitectos y maestros de obras del Viejo Continente. (UNESCO/BPI)[7]
Este parque se creó en 1983 para proteger la fauna y la flora altamente endémicas de los bosques lluviosos característicos de esta región de los Andes. El mono lanudo de cola amarilla, que se creía extinto, se encuentra únicamente en esta zona. Los trabajos de investigación llevados a cabo desde 1985 han permitido descubrir hasta ahora 36 sitios arqueológicos, situados entre 2.500 y 4.000 metros de altitud, que proporcionan una idea bastante completa de lo que fue la sociedad preincaica. (UNESCO/BPI)[8]
Situados en la árida planicie costera del Perú, a unos 400 kilómetros al sur de Lima, los geoglifos de Nazca y Pampas de Jumana cubren unos 450 km². Trazadas en el suelo entre los años 500 a.C. y 500 d.C., las líneas plantean uno de los mayores enigmas de la arqueología debido a su número, naturaleza, tamaño y continuidad. Los geoglifos representan criaturas vivas, vegetales estilizados, seres fantásticos y figuras geométricas de varios kilómetros de longitud. Se supone que tuvieron una función ritual vinculada a la astronomía. (UNESCO/BPI)[9]
Construidos con la roca volcánica denominada sillar, los edificios del centro histórico de Arequipa son representativos de la fusión de las técnicas de construcción europeas y autóctonas, plasmadas en el trabajo admirable de los arquitectos y maestros de obras españoles y los albañiles criollos e indígenas. Esa fusión se patentiza en los robustos muros de las edificaciones, las arcadas y bóvedas, los patios y espacios abiertos, y la compleja decoración barroca de las fachadas. (UNESCO/BPI)[10]
Caral-Supe es un sitio arqueológico de 5.000 años de antigüedad que abarca 626 hectáreas. Está emplazado en una meseta desierta y árida que domina el valle verdeante del río Supe. Sus orígenes se remontan al periodo arcaico tardío de los Andes Centrales y hacen de él el centro de civilización más antiguo de las Américas. La ciudad, excepcionalmente bien preservada, es impresionante por la concepción y complejidad de sus elementos arquitectónicos y espaciales, sobre todo las plataformas monumentales de piedra y tierra y los patios circulares bajos. Caral es uno de los dieciocho asentamientos urbanos de la región y su arquitectura, compleja y monumental a la vez, comprende seis grandes estructuras piramidales. El plano de la ciudad y algunos de sus componentes –en particular, las estructuras piramidales y el conjunto residencial de la clase dominante– atestiguan claramente la existencia de funciones ceremoniales reveladoras de una fuerte ideología religiosa. (UNESCO/BPI)[11]
Se trata de una vasta red viaria de unos 30.000 kilómetros construida a lo largo de varios siglos por los incas –aprovechando en parte infraestructuras preincaicas ya existentes– con vistas a facilitar las comunicaciones, los transportes y el comercio, y también con fines defensivos. Este extraordinario sistema de caminos se extiende por una de las zonas geográficas del mundo de mayores contrastes, desde las cumbres nevadas de los Andes que se yerguen a más de 6.000 metros de altitud hasta la costa del Pacífico, pasando por bosques tropicales húmedos, valles fértiles y desiertos de aridez absoluta. La red viaria alcanzó su máxima expansión en el siglo XV, llegando a extenderse por todo lo largo y ancho de la cordillera andina. El nuevo sitio del patrimonio mundial, que consta de 273 componentes y se extiende a lo largo de más de 5.000 kilómetros. Los componentes se han seleccionado para poner de relieve la importante función social y política de la red viaria; las obras maestras de arquitectura e ingeniería y las infraestructuras conexas dedicadas a las actividades mercantiles, el alojamiento y el almacenamiento de mercancías; y los sitios con un significado religioso. (UNESCO/BPI)[12]
Situado al norte de la costa central del Perú, en el Valle de Casma, este sitio arqueológico (500-200 a.C.) posee un conjunto de construcciones edificadas en un paisaje desértico y una serie de características naturales que, conjuntamente, funcionan como un calendario solar perfecto, utilizando marcadores que permiten observar el desplazamiento del sol a lo largo del horizonte durante todo el año. El sitio comprende: el Templo Fortificado, centro cultual o palacial rodeado por tres murallas que se yergue en lo alto de una colina; el Observatorio y el Espacio Público Ceremonial, dos elementos situados en un sector fuera del recinto amurallado; las Trece Torres de forma cúbica, señalizadoras de la trayectoria solar dispuestas en una hilera que se estira a lo largo de la cresta de otra colina; y el Cerro Mucho Malo, indicador natural complementario de las trece torres. El templo estaba dedicado probablemente al culto del sol y la presencia de un lugar de observación a cada lado del alineamiento norte-sur de las torres permitía determinar los puntos de orto y ocaso del sol en el horizonte a lo largo de todo el año. Servirse del ciclo solar y de un horizonte artificial para establecer los solsticios, los equinoccios y cualquier fecha del año, con un margen de error de uno o dos días solamente, suponía una innovación de máxima importancia que fue el resultado de una larga evolución de las prácticas astronómicas en el Valle de Casma. (UNESCO/BPI)[13]
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 5 de agosto de 2019, contando con 24 sitios.[14] Perú ha presentado los siguientes sitios:
Actualmente Perú tiene doce elementos inscritos en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y uno en Lista de salvaguardia urgente, además, en el Registro de buenas prácticas de salvaguardia cuenta con un elemento, el proyecto trinacional "Salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades aymaras de Bolivia, Chile y Perú" ingreso en 2009 a formar parte de la lista del Patrimonio Inmaterial.
El pueblo zápara vive en una región de la selva amazónica situada entre el Perú y Ecuador. Afincados en una de las regiones del mundo más ricas en biodiversidad, los záparas son los últimos representantes de un grupo etnolingüístico que comprendía muchas otras poblaciones antes de la conquista española. En pleno corazón del Amazonas, han desarrollado una cultura oral particularmente rica en conocimientos de su entorno natural, como atestigua la abundancia de su terminología sobre la flora y la fauna y su conocimiento de las plantas medicinales de la selva. Este patrimonio cultural también se expresa a través de mitos, rituales, prácticas artísticas y de su lengua. Esta, que es la depositaria de sus conocimientos y de su tradición oral, representa también la memoria de toda la región.
Cuatro siglos de historia marcados por la conquista española, la esclavitud, las epidemias, las conversiones forzosas, las guerras o la deforestación han diezmado a este pueblo. Sin embargo, pese a tantas amenazas, los záparas han sabido preservar con obstinación sus conocimientos ancestrales. Gracias a los matrimonios con otros pueblos indígenas (quechuas y mestizos), este pueblo ha logrado sobrevivir. Pero esta dispersión implica también la pérdida de una parte de su identidad.
La situación actual del pueblo zápara es crítica y no se excluye el riesgo de extinción. En 2001, el número de záparas no superaba los 300 (200 en Perú y 100 en Ecuador), de los cuales sólo 5, de más de 70 años, hablan aún la lengua zápara. (UNESCO/BPI)
Bien inmaterial inscrito en 2008 (originalmente proclamado en 2005).
La isla de Taquile está situada en el altiplano andino peruano, en el lago Titicaca, y es conocida por su artesanía textil realizada por hombres y mujeres de todas las edades, cuyos productos son usados por todos los miembros de la comunidad.
La población de Taquile vivió relativamente aislada del continente hasta los años cincuenta, y la noción de comunidad sigue siendo muy fuerte entre ellos. Esto se refleja en la organización de la vida comunitaria y en la toma de decisiones colectiva. La tradición de tejer en la isla de Taquile se remonta a las antiguas civilizaciones inca, pukara y colla, por lo que mantiene vivos elementos de las culturas andinas prehispánicas.
Los tejidos se hacen a mano o en telares prehispánicos de pedal. Las prendas más características son el chullo, un gorro de punto con orejeras, y el cinturón-calendario, un cinturón ancho que representa los ciclos anuales asociados a las actividades rituales y agrícolas. El cinturón-calendario ha atraído el interés de muchos investigadores, ya que representa elementos de la tradición oral de la comunidad y de su historia. Aunque el diseño del arte textil de Taquile ha introducido nuevos símbolos e imágenes contemporáneas, aún se mantienen el estilo y las técnicas tradicionales.
Taquile tiene una escuela especializada para aprender la artesanía local, lo que contribuye a la viabilidad y a la continuidad de la tradición. El turismo ha contribuido al desarrollo de la economía comunitaria, que se basa principalmente en el comercio textil y en el turismo. Mientras que el turismo se considera como una manera eficaz de asegurar la continuidad de la tradición textil, la demanda creciente también se traduce en cambios significativos en cuanto al material, producción y significado. La población de Taquile ha crecido considerablemente a lo largo de las últimas décadas, lo que ha originado una escasez de recursos y la necesidad de importar cada vez más productos del continente. (UNESCO/BPI)
La danza de las tijeras se ha venido interpretado tradicionalmente por los habitantes de los pueblos y las comunidades quechuas del sur de cordillera andina central del Perú y, desde hace algún tiempo, por poblaciones de las zonas urbanas del país. Esta danza ritual, que reviste la forma de una competición, se baila durante la estación seca del año y su ejecución coincide con fases importantes del calendario agrícola. La danza de las tijeras debe su nombre a las dos hojas de metal pulimentado, parecidas a las de las tijeras, que los bailarines blanden en su diestra. La danza se ejecuta en cuadrillas y cada una de ellas –formada por un bailarín, un arpista y un violinista– representa a una comunidad o un pueblo determinado. Para interpretar la danza, se ponen frente a frente dos cuadrillas por lo menos y los bailarines, al ritmo de las melodías interpretadas por los músicos que les acompañan, tienen que entrechocar las hojas de metal y librar un duelo coreográfico de pasos de danza, acrobacias y movimientos cada vez más difíciles. Ese duelo entre los bailarines, llamado atipanakuy en quechua, puede durar hasta diez horas, y los criterios para determinar quién es el vencedor son: la capacidad física de los ejecutantes, la calidad de los instrumentos y la competencia de los músicos que acompañan la danza. Los bailarines, que llevan atuendos bordados con franjas doradas, lentejuelas y espejitos, tienen prohibido penetrar en el recinto de las iglesias con esta indumentaria porque sus capacidades, según la tradición, son fruto de un pacto con el diablo. Esto no ha impedido que la danza de las tijeras se haya convertido en un componente apreciado de las festividades católicas. Los conocimientos físicos y espirituales implícitos en la danza se transmiten oralmente de maestros a alumnos, y cada cuadrilla de bailarines y músicos constituye un motivo de orgullo para los pueblos de los que es originaria. (UNESCO/BPI)
La huaconada es una danza ritual que se representa en el pueblo de Mito, perteneciente a la provincia de Concepción, situada en la cordillera andina central del Perú. Los tres primeros días del mes de enero de cada año, grupos de hombres enmascarados, denominados huacones, ejecutan en el centro del pueblo una serie de danzas coreografiadas. Los huacones representan el antiguo consejo de ancianos y se convierten en la máxima autoridad del pueblo mientras dura la huaconada. Ponen de relieve esta función tanto sus látigos, llamados “tronadores”, como sus máscaras de narices prominentes que evocan el pico del cóndor, criatura que representa el espíritu de las montañas sagradas. En la danza intervienen dos clases de huacones: los ancianos, vestidos con atuendos tradicionales y portadores de máscaras finamente esculpidas que infunden respeto y miedo; y los más jóvenes, engalanados con indumentarias de colores y portadores de máscaras que expresan terror, tristeza o burla. Durante la huaconada, estos últimos ejecutan una serie de pasos de danza estrictamente limitados en torno a los ancianos que, debido a su edad, gozan de una mayor libertad para improvisar movimientos. Una orquesta toca diversos ritmos al compás de la “tinya”, un tamboril indígena. La huaconada, que es una síntesis de diversos elementos andinos y españoles, integra también nuevos elementos modernos. Sólo pueden ser huacones los hombres de buena conducta y gran integridad moral. La danza se transmite tradicionalmente de padres a hijos y los vestidos y las máscaras se heredan. (UNESCO/BPI)
Los Huachipaeri son un grupo étnico indígena que habla el idioma Harakmbut y habitan en la selva tropical del sur peruano. La oración del Eshuva es parte de los mitos religiosos Huachipaire que se realiza como parte de ceremonias tradicionales. Según la tradición oral los cantos del Eshuva se aprendieron directamente de animales del bosque, y con ellos se invoca a los espíritus de la naturaleza para ayudar a aliviar las enfermedades o malestares, y promover el bienestar. El canto del Eshuva no tiene instrumentación y se canta únicamente en lengua Harakmbut. Como tal representan un factor clave en la salvaguardia de la lengua y la preservación de los valores del grupo y su visión del mundo. La enseñanza del Eshuva se hace por vía oral. El Eshuva está en riesgo de perderse pues la transmisión se ha visto interrumpida debido a la falta de interés de los jóvenes Huachipaeri en aprenderlo, además de la fuerte migración interna y la asimilación de elementos culturales externos. En la actualidad sólo hay 12 cantantes conocidos entre los Huachipaeri. (UNESCO/BPI)
En la peregrinación al santuario del Señor de Qoyllurit’i (Señor de la Estrella de Nieve) se mezclan elementos procedentes del catolicismo y del culto rendido a los dioses prehispánicos. Esta peregrinación comienza cincuenta ocho días después de la celebración del Domingo de la Pascua de Resurrección, cuando unas 90.000 personas de los alrededores de Cusco se ponen en marcha hacia el santuario, situado en la hondonada del Sinakara. La muchedumbre de peregrinos se divide en ocho “naciones”, correspondientes a sus pueblos de origen: Paucartambo, Quispicanchi, Canchis, Acomayo, Paruro, Tawantinsuyo, Anta y Urubamba. La peregrinación comprende procesiones con cruces que suben a la cumbre nevada de la montaña para luego descender, y también una procesión de veinticuatro horas de duración en la que la nación Paucartambo y la nación Quispicanchi llevan al pueblo de Tayancani las imágenes la Virgen Dolorosa y del Señor de Tayancani, a fin de celebrar la aparición de los primeros rayos del sol. La danza desempeña un papel fundamental en la peregrinación y se llegan a ejecutar unos cien bailes diferentes, representativos de las diferentes naciones. El Consejo de Naciones Peregrinas y la Hermandad del Señor de Qoyllurit’i organizan las actividades de la peregrinación, establecen sus reglas y códigos de conducta, y proporcionan la comida necesaria. Del mantenimiento del orden se encargan los pablitos o pabluchas, personajes vestidos con prendas de alpaca que llevan máscaras de animales tejidas con lana. La peregrinación abarca una gran variedad de expresiones culturales y ofrece un lugar de encuentro a comunidades asentadas a distintas alturas de la Cordillera de los Andes que se dedican a actividades económicas diferentes.(UNESCO/BPI)
El puente colgante de cuerda Q’eswachaka une las dos laderas de un desfiladero del río Apurímac, situado en los Andes meridionales del Perú. Todos los años se renueva utilizando materias primas y técnicas tradicionales que datan de la época incaica. Las comunidades campesinas quechuas de Huinchiri, Chaupibanda, Choccayhua y Ccollana Quehue consideran que este trabajo en común no es solamente un medio para mantener en buen estado una vía de comunicación, sino que es también una forma de estrechar los lazos sociales que existen entre ellas. El puente se considera un símbolo sagrado del vínculo que une a las comunidades con la naturaleza y con su historia y tradiciones, de ahí que su renovación anual vaya acompañada de la celebración de ceremonias rituales. Aunque la renovación del puente solamente dura tres días, de hecho estructura la vida de las comunidades participantes a lo largo de todo el año, ya que les permite comunicar entre ellas, reforzar sus vínculos seculares y reafirmar su identidad cultural. La renovación empieza con el trabajo de las familias de las comunidades, que cortan paja y la trenzan en sogas de unos setenta metros de largo. Bajo la supervisión de dos maestros constructores, se entrelazan esas sogas para formar las seis cuerdas de gran grosor que sirven de armazón al puente. Luego, los hombres de las comunidades las atan sólidamente a las antiguas bases de piedra situadas a cada lado del desfiladero. Dos maestros tejedores dirigen y efectúan después el tejido del resto del cordaje del puente, avanzando desde los dos extremos opuestos de éste. Una vez acabada la renovación del puente, las comunidades celebran la finalización de los trabajos con una fiesta. Las técnicas de tejido de los cordajes del puente se enseñan y aprenden en el seno de las familias. (UNESCO/BPI)
Celebrada el mes de febrero de cada año en la ciudad de Puno, la festividad de la Virgen de la Candelaria comprende actos de carácter religioso, festivo y cultural que tienen sus raíces en tradiciones católicas y elementos simbólicos de la cosmovisión andina. Las fiestas dan comienzo a primeros de mes con la celebración de una misa al alba, a la que sigue una ceremonia de purificación ancestral. Al día siguiente por la mañana, tras un acto litúrgico, se transporta una imagen de la Virgen de la Candelaria para hacerla recorrer en procesión las calles de la ciudad con el acompañamiento de danzas y músicas tradicionales. Luego, las fiestas prosiguen con la celebración de dos certámenes en los que compiten unos 170 grupos de toda la región, que totalizan 40.000 bailarines y músicos aproximadamente. Los participantes principales en esos certámenes son los habitantes de etnia quechua y aimara de las zonas rurales y urbanas de la región de Puno. Muchas personas oriundas de Puno que emigraron de la región vuelven a esta con motivo de las fiestas de la Candelaria, lo cual contribuye a reforzar en ellas un sentimiento de continuidad cultural. Tres federaciones regionales de practicantes de este elemento del patrimonio cultural colaboran en la organización de las festividades y en la preservación de las técnicas y conocimientos tradicionales relacionados con la danza, la música y la fabricación de máscaras. La transmisión a las generaciones más jóvenes de todos esos conocimientos se efectúa mediante la organización de ensayos musicales y coreográficos, y también mediante la creación de talleres para la fabricación de máscaras. Las fiestas finalizan con una ceremonia en honor de la Virgen, un concierto y misas de despedida. (UNESCO/BPI)
La danza del wititi del valle del Colca es un baile popular tradicional que guarda relación con el comienzo de la edad adulta. Reviste la forma de un ritual de cortejo amoroso y suelen interpretarla los jóvenes durante las festividades religiosas que se celebran a lo largo de la estación lluviosa. Las parejas de bailarines y bailarinas se alinean en filas y ejecutan diversos pasos al compás de la música. Las bailarinas llevan trajes finamente bordados con motivos naturales de colorido vistoso y van tocadas con sombreros característicos. Por su parte, los bailarines llevan dos faldas de mujer superpuestas, una camisa militar, un chal y sombreros con aditamentos. La representación del wititi coincide con el inicio del ciclo de producción agrícola y simboliza el renuevo de la naturaleza y la sociedad. Esta danza consolida los vínculos sociales y la identidad de los pueblos del valle del Colca, que compiten para presentar los mejores conjuntos de danza, renovándola así continuamente y perpetuando al mismo tiempo su carácter tradicional. Los niños y los jóvenes aprenden el wititi mediante la observación directa, tanto en las escuelas como en las fiestas familiares celebradas con motivo de bautismos, cumpleaños y bodas. A nivel nacional, hay grupos de bailes folclóricos que también interpretan esta danza por haberla integrado en sus repertorios coreográficos. (UNESCO/BPI)
El Sistema Tradicional de Jueces de Agua de Corongo es una estructura organizativa creada por los habitantes de esta ciudad del norte del Perú, que gestiona el abastecimiento de agua y cultiva al mismo tiempo la memoria histórica. Los orígenes de este sistema se remontan al periodo preincaico y su objetivo primordial es lograr un abastecimiento equitativo y sostenible de agua, así como una gestión adecuada la tierra, a fin de que las generaciones venideras puedan seguir disfrutando de estos dos recursos naturales esenciales en buenas condiciones. Los depositarios principales de este elemento del patrimonio cultural son los habitantes de Corongo, ya que ese sistema regula sus actividades agrícolas. Su máxima autoridad es el juez de agua, que se encarga de la gestión de los recursos hídricos y de la organización de las fiestas más importantes de la ciudad. Pilar de la identidad cultural y la memoria histórica de los coronguinos, el sistema se basa en tres principios fundamentales: la solidaridad, la equidad y el respeto de la naturaleza. El significado, la importancia, las funciones y valores del sistema se trasmiten a las nuevas generaciones en el seno de las familias e instituciones públicas, y también en los centros docentes de todos los niveles de enseñanza mediante el aprendizaje de las danzas emblemáticas de Corongo, íntimamente vinculadas a este elemento. Entre los valores transmitidos figura el conocimiento de la relación de San Pedro, patrón de la ciudad, con el agua y, por ende, con la prosperidad y el bienestar. Este conocimiento se adquiere desde la infancia mediante la tradición oral o la participación en celebraciones religiosas. (UNESCO/BPI)
El “Hatajo de Negritos” y “Las Pallitas” son dos danzas complementarias, oriundas del Departamento de Ica, que se bailan en el sur de la costa central del Perú. Acompañadas de músicas y canciones, estas expresiones culturales forman parte de las celebraciones navideñas. Son representaciones bíblicas de la visita de los pastores al Niño Jesús y de la llegada de los Reyes Magos en las que se mezclan tres corrientes culturales: los valores del mundo andino prehispánico, el catolicismo europeo y el legado de los ritmos musicales de los de africanos traídos a esta parte del Perú en la época colonial. De esta compleja confluencia de diversas culturas surgieron esas dos danzas, representativas de la identidad de los afroperuanos y mestizos. El “Hatajo de Negritos” lo bailan varones zapateando al son de un violín y de campanillas, mientras entonan canciones. En cambio, la danza de “Las Pallitas” la ejecutan mujeres que zapatean y cantan al son de una guitarra. Consideradas verdaderos símbolos de devoción religiosa y contemplación espiritual, ambas danzas se practican en grupo y pueden congregar hasta medio centenar de bailarines. Éstos recorren durante los meses de diciembre y enero las plazas públicas e iglesias de muchas localidades, así como algunos hogares familiares. Las jóvenes generaciones se familiarizan con estas dos expresiones del patrimonio cultural vivo desde la más tierna infancia. Alentados por los adultos, los niños aprenden en signo de devoción a cantar numerosos villancicos navideños, así como a zapatear y ejecutar pasos de baile. (UNESCO/BPI)
Valores, conocimientos, saberes y prácticas del pueblo awajún asociados a la producción de cerámica
El pueblo awajún del norte del Perú considera que el arte de la alfarería es un paradigma de su armoniosa relación con la naturaleza. El proceso de fabricación de la cerámica comprende cinco fases: la recogida de la materia prima, el modelado, la cocción, la ornamentación y el acabado. Cada una de estas fases tiene un significado especial y está asociada a una serie de valores transmitidos por tradición oral. La producción de los objetos de cerámica requiere poseer conocimientos especiales y dominar técnicas particulares para crearlos y decorarlos. Las artesanas que los fabrican utilizan una serie de instrumentos específicos: piedras para triturar y pulimentar, tablas de madera, un utensilio para modelar y un pincel cuyo pelo está confeccionado con cabellos humanos. Decorados con formas geométricas inspiradas en elementos de la naturaleza como plantas, animales, montañas y estrellas, los recipientes fabricados sirven para cocinar, comer, beber y servir comidas, pero también se utilizan en la celebración de rituales y ceremonias. Esta práctica milenaria del pueblo awajún no sólo expresa la personalidad, generosidad y vida íntima de quienes la realizan, sino que además ha desempeñado una función social importante porque ha ofrecido a sus mujeres la posibilidad de empoderarse, al asumir su fabricación y ornamentación a la vez que siembran y cultivan las plantas utilizadas en esas tareas. Las principales depositarias de los conocimientos, saberes y prácticas de este elemento del patrimonio cultural inmaterial son las “dukúg”, sabias ancianas que los transmiten de generación en generación a las demás mujeres de sus familias. (UNESCO/BPI)
El ceviche es un plato tradicional del Perú que se prepara con pescado crudo marinado en limón, condimentado con ají y sal y acompañado con productos cultivados localmente. El plato se consume tanto a diario como durante las festividades. Se asocia a momentos de celebración y tertulia, así como a celebraciones rituales, particularmente la festividad de San Pedro, patrón de los pescadores artesanales. El ceviche puede elaborarse en casa o venderse en espacios tradicionales como las cevicherías, donde destaca el trabajo de las cocineras tradicionales. Su preparación y consumo conlleva prácticas, conocimientos y significados específicos en cada etapa, desde la pesca hasta el cultivo de los ingredientes y la preparación del plato. Como las recetas varían de una región a otra, el plato también fortalece la identidad cultural regional. Los conocimientos y técnicas generalmente se transmiten dentro de las familias. Esto puede complementarse con programas de formación, por ejemplo para contribuir a la gestión adecuada de los recursos naturales. Los portadores ven una correlación directa entre la calidad y el sabor del plato y los productos locales y sostenibles. Como resultado, han desarrollado medidas comunitarias para la protección y recuperación de ingredientes tradicionales, como diversas especies de pescado. (UNESCO/BPI)
El artículo 18 de la convención de la Unesco de 2003 estipula que el comité intergubernamental selecciona periódicamente entre las propuestas presentadas por los estados partes, programas, proyectos y actividades de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial que reflejen mejor los principios y objetivos de la convención. Bolivia, Chile y Perú cuentan conjuntamente con un proyecto entre las mejores prácticas de salvaguardia bajo el título de Salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades aymaras de Bolivia, Chile y Perú[22], seleccionado en 2009.