Zona de protección: 416 ha. Zona de respeto: 7196 ha.
Situada a orillas del Golfo, la ciudad amurallada de Al Zubarah se convirtió en un próspero centro de pesca y comercialización de perlas a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Al Zubarah fue fundada por comerciantes de Kuwait y estableció vínculos comerciales con la península arábiga y las regiones del Océano Índico y el Asia Occidental hasta 1811, año de su destrucción y abandono subsiguiente. Traída por los vientos del desierto, una capa de arena ha protegido hasta hoy los vestigios de la ciudad: sus palacios, mezquitas, zocos, casas con patios, muros de protección, cementerios y chozas de pescadores, así como su doble recinto amurallado, su puerto y un canal. Las excavaciones arqueológicas solamente han abarcado una pequeña porción del sitio, que constituye un testimonio notable de la pesca de perlas y de las actividades comerciales en las que se sustentaron las economías de las ciudades más importantes del litoral del Golfo, que se constituyeron en estados libres de la dominación del imperio persa y otomano, así como de los imperios europeos. De esas ciudades independientes emergieron los modernos Estados de la región del Golfo. (UNESCO/BPI)[1]
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Catar, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 18 de marzo de 2008,[2] ha presentado los siguientes sitios:
En un principio, el hombre utilizó el arte de la cetrería para procurarse alimentos, pero su evolución posterior hizo que hoy en día esté vinculado principalmente a la conservación de la naturaleza, al patrimonio cultural y a las actividades sociales de las comunidades. De conformidad con sus tradiciones y principios éticos, los cetreros doman, alimentan y adiestran para el vuelo aves de presa –halcónidos, y también águilas y acipítridos–, creando un vínculo con ellas y convirtiéndose en sus principales protectores. Practicado en muchos países de todo el mundo, el arte de la cetrería puede presentar algunas variantes prácticas –por ejemplo, en los equipamientos utilizados– pero sus métodos son siempre análogos. Los cetreros se consideran un grupo específico. A veces viajan juntos durante semanas, cazando y contándose luego mutuamente las vicisitudes de cada jornada en las veladas que organizan. Consideran que la cetrería les une al pasado, especialmente cuando pertenecen a comunidades en las que este arte representa uno de sus últimos vínculos con el medio ambiente natural y su cultura tradicional. Las prácticas y conocimientos relacionados con este elemento del patrimonio cultural inmaterial se transmiten de generación en generación en el seno de las familias, así como mediante sistemas de tutoría formal y aprendizaje o cursos de formación impartidos en clubs y escuelas. En algunos países es preciso aprobar un examen de nivel nacional para ser cetrero. La celebración de encuentros y festivales permite a las comunidades de cetreros intercambiar conocimientos, fomentar la diversidad y sensibilizar más al público al valor de su arte. (UNESCO/BPI)[3]
El majlis –que literalmente significa “lugar para sentarse”– es un sitio en el que se reúnen los miembros de las comunidades para discutir eventos y temas locales, intercambiar noticias, recibir invitados, entablar amistades y divertirse. Suele ser un vasto lugar de reunión comunitario, cubierto de alfombras y con cojines adosados a las paredes, donde se resuelven problemas, se presentan pésames y se celebran bodas. También suele tener un hornillo o cocina para preparar café u otras bebidas calientes. El majlis tiene sus puertas abiertas a todos y pueden acudir a él las familias, tribus y vecinos del mismo barrio, o incluso de otros barrios distantes. Se considera que los verdaderos depositarios de este elemento del patrimonio cultural inmaterial son las personas de más edad de la comunidad, especialmente los que poseen amplios conocimientos sobre la naturaleza, la genealogía y la historia tribal. Los jueces y jeques religiosos son personalidades de particular importancia en el majlis porque arbitran litigios y esclarecen las cuestiones relacionadas con los derechos y obligaciones de índole política, social y religiosa. Las mujeres tienen sus propios majlis, aunque hay mujeres importantes que acuden a otros que no están reservados a un público exclusivamente femenino y que tienen un carácter más intelectual y literario. Los majlis desempeñan un papel prominente en la transmisión del patrimonio cultural oral: cuentos, canciones populares, poemas nabateos, etc. Al estar abiertos estos espacios culturales y sociales a todos los grupos de edad, los conocimientos se transmiten principalmente de manera informal a los niños, cuando éstos acompañan a miembros adultos de la comunidad en sus visitas a los majlis. Los jóvenes, por su parte, adquieren los valores y la ética de la comunidad y aprenden a escuchar, dialogar y respetar las opiniones ajenas, observando el comportamiento de sus mayores en los majlis. (UNESCO/BPI)[4]
Servir un café árabe es un elemento importante de la hospitalidad en las sociedades arábigas y se considera un acto ritual de generosidad. El café se prepara tradicionalmente en presencia de los invitados. Los preparativos comienzan con la selección de los granos, que se tuestan ligeramente en una sartén plana antes de triturarlos en un mortero de cobre con un mazo del mismo metal. Luego se ponen los granos así molidos en una gran cafetera –también de cobre– que se llena de agua y se pone al fuego. Cuando la infusión está lista, se echa en una cafetera de dimensiones más reducidas y se sirve a los invitados en tazas pequeñas. El primer servido es el invitado más importante, o el más anciano. Las tazas de los invitados sólo se llenan hasta un cuarto de su capacidad, y así se puede volver a servir café varias veces más. La costumbre exige que cada invitado beba una taza por lo menos, pero no más de tres. El café árabe lo preparan hombres y mujeres de toda condición social, especialmente en el hogar familiar. Se considera que los principales depositarios de esta práctica cultural son los jeques y jefes tribales que sirven café en los sitios donde se reúnen, los hombres y mujeres de mayor edad de la comunidad beduina y los propietarios de negocios de café. La transmisión de los conocimientos y usos tradicionales vinculados al café árabe se efectúa en el seno de las familias, mediante la observación y la práctica. Los jóvenes acompañan a los mayores de sus familias al mercado para aprender a seleccionar los mejores granos. (UNESCO/BPI)[5]