Edificada a orillas del lago Ohrid, la ciudad de este mismo nombre es uno de los más antiguos asentamientos humanos de Europa. Su construcción se escalonó entre los siglos VII y XIX. Posee el más antiguo de los monasterios eslavos –dedicado a San Pantaleón– y una colección de 800 iconos de estilo bizantino ejecutados entre el siglo XI y finales del siglo XIV, que se considera la más importante del mundo después de la conservada en la galería Tretiakov de Moscú. Con la extensión de 2019, el sitio abarca también la ribera del lago situada en Albania, comprendida la pequeña península noroccidental de Lin y la franja ribereña que se extiende desde ella hasta la frontera macedónica. Esta península alberga los vestigios de una capilla cristiana fundada a mediados del siglo VI. Cerca de la orilla albanesa hay tres zonas, situadas en aguas de escasa profundidad, en las que quedan restos de viviendas lacustres prehistóricas sobre pilotes. Excepcional en el plano geológico, el lago Ohrid alberga numerosas especies endémicas de vegetales y animales acuáticos que datan de la Era Terciaria. (UNESCO/BPI)[1]
El sitio representa un ejemplo sobresaliente de bosques templados relativamente inalterados y complejos y exhibe un amplio espectro de patrones y procesos ecológicos integrales de rodales puros y mixtos de haya europea en una variedad de condiciones ambientales. (UNESCO/BPI)
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Macedonia del Norte, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 27 de noviembre de 2020,[3] ha presentado los siguientes sitios:
Los sitios que siguen estuvieron anteriormente en la lista Indicativa, pero fueron retirados o rechazados por la UNESCO. Los sitios que aún se incluyen en otras entradas en la lista Indicativa o que fueron aceptados y son parte de sitios del Patrimonio Mundial no se incluyen aquí.
La fiesta de los cuarenta santos mártires tiene lugar en Štip el 22 de marzo de cada año para honrar a los santos supliciados en el siglo IV en la ciudad de Sebaste, y también para celebrar el primer día de la primavera. Los participantes en la fiesta se congregan primero en las calles y plazas de Štip y luego emprenden la ascensión de la colina de Isar, haciendo un alto en una iglesia para rendir homenaje a los cuarenta santos mártires. La tradición exige que, durante la subida a Isar, cada participante salude a cuarenta personas conocidas, recoja cuarenta piedras pequeñas y corte cuarenta flores o ramitas de los almendros que crecen en las proximidades. Cuando llegan a la cumbre de la colina, los participantes expresan deseos al mismo tiempo que arrojan al río Bregalnica treinta y nueve de las piedras recogidas. La piedra restante se pone ese mismo día debajo de la almohada, antes de acostarse. Durante todo el día, varias orquestas interpretan melodías en la colina. Los padres que suben a Isar con sus niños transmiten a éstos el ritual festivo, y los familiares y amigos de más edad lo transmiten a sus parientes y amistades más jóvenes. Este evento primaveral requiere la cooperación desinteresada de numerosas personas de todas las edades, clases sociales y orígenes, y por lo tanto fomenta el espíritu de equipo y la solidaridad. Además, esta fiesta constituye un medio para reunir a los diversos grupos étnicos y religiosos que viven en Štip, perpetuando así el sentimiento de pertenencia a la ciudad y de fidelidad a sus tradiciones. (UNESCO/BPI)[4]
La “kopatchkata” es una danza comunitaria, dinámica y enérgica, ejecutada por los vecinos del pueblo de Dramtche, situado en la región de Pianets. Con motivo de ceremonias nupciales, reuniones públicas o fiestas religiosas, los mejores bailarines de este pueblo la ejecutan en semicírculo con el acompañamiento de una orquesta de tambores y un violín, y en algunas ocasiones con el de una gaita o una tambura. Los tres papeles más importantes en la “kopatchkata” son: el del bailarín que inicia y conduce la danza; el del último bailarín del semicírculo; y el del bailarín situado en medio de éste, que es el pilar que mantiene unidas su parte derecha y su parte izquierda. Durante el baile, los bailarines se mantienen agarrados por la cintura, con las manos cruzadas, para asegurar su estabilidad cuando el movimiento se acelera. La danza comienza con pasos a ritmo lento y luego prosigue con pasos cortos rápidos, cuya cadencia se va acelerando progresivamente con taconeos en el suelo. Los neófitos y los más jóvenes aprenden la danza colocándose al principio en la parte final del semicírculo y luego en posiciones cada vez más delanteras de éste, a medida que su dominio del baile se va afianzando. Para los habitantes de Pianets, este baile no sólo constituye un símbolo de identidad cultural para la comunidad aldeana de Dramtche, sino para toda la región en su conjunto. (UNESCO/BPI)[5]
El glasoechko, canto masculino a dos voces del Bajo Polog
El canto masculino a dos voces denominado glasoechko es un género tradicional de música vocal característico de la región del Bajo Polog. Se trata de un canto polifónico en el que el bordón evoluciona en contrapunto con respecto a la voz melódica dominante. Suele llevar el acompañamiento musical de una flauta pastoril y una gaita. El glasoechko se interpreta espontáneamente en grupos de dos o tres hombres durante las celebraciones de fiestas, reuniones, bodas, banquetes y eventos sociales de diverso tipo. Para los depositarios de esta tradición musical, integrados en el seno de una sociedad multiétnica, la práctica del glasoechko constituye un símbolo de identidad cultural. Sus intérpretes son eminentes cantantes de talento que han adquirido sus conocimientos imitando el virtuosismo y las técnicas de sus predecesores. Sin embargo, es preciso señalar que la viabilidad de este canto masculino a dos voces practicado en el Bajo Polog corre peligros muy graves. Está disminuyendo rápidamente el número de personas y grupos que lo practican y transmiten, debido a la emigración continua de muchos de ellos desde la guerra civil de 2001. Las generaciones más jóvenes han tenido muy pocas posibilidades de presenciar interpretaciones de glasoechko y la gente de más edad estima que el interés por este canto es insuficiente para garantizar la continuidad de su transmisión. No existen grabaciones de las canciones de este arte musical tradicional y, si la situación actual persiste, parece estar condenado a desaparecer. (UNESCO/BPI)[6]
Las prácticas culturales tradicionales vinculadas al 1º de marzo tienen por objeto celebrar el comienzo de la primavera. La principal de ellas consiste en confeccionar y llevar o regalar un cordón trenzado con hilos rojos y blancos, denominado “martenitsa”, “martinka” o “mărţişor”, según los países. Este cordón se destrenza cuando se ve florecer el primer árbol, o cuando se observa la llegada de las primeras golondrinas o cigüeñas. También hay otras prácticas conexas locales, como los ritos de purificación celebrados en la República de Moldova. Según la tradición popular, el cordón trenzado protege contra adversidades como el mal tiempo y augura a las personas, grupos y comunidades una feliz transición del invierno a la primavera en buen estado de salud. Todos los miembros de las comunidades interesadas, sin distinción de edad, se adhieren a esta práctica tradicional que propicia la cohesión social, la interacción con la naturaleza y los intercambios entre las distintas generaciones, fomentando al mismo tiempo la creatividad y el respeto de la diversidad. El modo más frecuente de transmisión de este elemento del patrimonio cultural es la educación informal. En las zonas rurales son las mujeres de más edad las que enseñan a las jóvenes a confeccionar los cordones, mientras que en las zonas urbanas, además de la educación informal en las familias, son docentes y artesanos los que enseñan esta práctica a sus alumnos y aprendices. Los talleres de “martenitsa” / “martinka” / “mărţişor” organizados por museos etnográficos también contribuyen a la transmisión del elemento. Las comunidades interesadas participan dinámicamente en actividades relacionadas con el inventario, la investigación, la documentación y la divulgación de esta práctica tradicional. Además, se han iniciado numerosos proyectos culturales centrados en su salvaguardia. (UNESCO/BPI)[7]
Para saludar el nuevo despertar de la naturaleza, el 6 de mayo de cada año se celebra la llegada de la primavera con la fiesta llamada “Hidrellez”. Este nombre está formado con los de “Hidir” e “Ilias”, protectores de la tierra y el agua que, según la creencia popular, ayudan a las personas, familias y comunidades que piden su ayuda. En la celebración de este evento tienen lugar ceremonias y rituales vinculados a la naturaleza, con vistas a impetrar para el año venidero el bienestar, la fecundidad y la prosperidad de las familias, así como la protección de los cultivos y el ganado. Los depositarios de este elemento del patrimonio cultural son todos los participantes en la fiesta: familias, niños, jóvenes y adultos, y cantantes y bailarines. Profundamente arraigado en las comunidades interesadas, el significado de esos rituales y ceremonias les infunde un sentimiento de pertenencia e identidad cultural, ofreciéndoles así la posibilidad de estrechar sus relaciones. La viabilidad de esta práctica tradicional la garantizan las comunidades participando en la fiesta todos los años. La compleja organización de eventos festivos conexos a nivel local, regional y nacional permite lograr una participación masiva de la población. Las comunidades estiman que esta práctica es un componente esencial de su identidad cultural. Las prácticas y conocimientos vinculados a este elemento se transmiten en el seno de las familias y entre los miembros de las comunidades mediante la comunicación oral, la observación, la participación en los festejos y las representaciones artísticas que tienen lugar en éstos. (UNESCO/BPI)[8]