Diferencia entre revisiones de «Guerra de Arauco»
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Este conflicto duró un lapso de casi tres siglos, [[1536]] - [[independencia de Chile]], pero con diferentes grados de intensidad, llamándose "guerra armada" propiamente tal a alrededor de la mitad de ese periodo. Posteriormente traería como consecuencia el conflicto chileno-mapuche conocido como "[[Pacificación de la Araucanía]]". |
Este conflicto duró un lapso de casi tres siglos, [[1536]] - [[independencia de Chile]], pero con diferentes grados de intensidad, llamándose "guerra armada" propiamente tal a alrededor de la mitad de ese periodo. Posteriormente traería como consecuencia el conflicto chileno-mapuche conocido como "[[Pacificación de la Araucanía]]". |
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== Características de la Guerra de Arauco == |
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[[Archivo:POMA0159.jpg|thumb|200px|Los pueblos de habla mapuche ya se habían enfrentado con fuerzas del Imperio Inca.]] |
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Cuando los [[conquistadores españoles]], dirigidos por [[Pedro de Valdivia]], Sergio Lecaros y su ayudante Felipe Toloza , llegaron a la región del [[VIII Región del Biobío|Bío Bío]] tenían un vago concepto sobre la belicosidad de los indígenas, pero debido a sus experiencias en [[México]] y [[Perú]] esperaban un pronto y fácil sometimiento por las armas de estos pueblos a la corona y su posterior [[evangelización]]. |
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Sin embargo, no fue así; los conquistadores se enfrentaron a los mapuches, quienes plantearon una dura oposición, a la que también se asociarían los [[Huilliche]]s, [[Picunche]]s y [[Cuncos]], colocando en los más duros aprietos la conquista y [[colonización]] de sus territorios. Los Mapuches previamente ya tenían experiencia reciente en relación a enfrentar a ejércitos extranjeros, ya que se habían enfrentado aproximadamente unos 80 años antes a los ejércitos [[incas]] comandados por [[Túpac Yupanqui]] en la zona del [[río Maule]] en la llamada [[Batalla del Maule]],<ref>Nombrada por Francis Goicovich Videla y Osvaldo Silva Galdames en el artículo y el análisis sobre [http://www.filosofia.uchile.cl/publicaciones/revindigena/n6/goicovich.pdf Detuvo la Batalla del Maule la expansión Inca hacia el sur de Chile?]</ref> estableciéndose de esta manera los límites del [[Imperio Inca]] en la ribera de este río, a unos 250 km al sur de la actual capital de Chile, zona habitada por los picunches. La larga lucha contra el [[Tahuantinsuyo]] dejará su legado, de hecho para la cosmovisión mapuche la llegada de los españoles fue percibida como un nuevo tipo de invasor inca, de ahí el nombre que les pusieron "winkas", el que aún se emplea para los chilenos. |
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Según varios cronistas [[España|españoles]], y la posterior tradición popular chilena, los mapuches ("gente de la tierra" en idioma [[mapudungún]]) no se amedrentaban, luchaban aun en la noche, organizados, aprendían rápido como enfrentar a los españoles, y eran un pueblo cohesionado en su espíritu guerrero. Consideraron que el comportamiento del conquistador podía llegar a ser despiadado, ambicioso y cruel con sus enemigos, y que podría mirar al indígena como un ser inferior, invadiendo sus ancestrales tierras y ocupándolos en labores agrarias y pesadas, contraponiendo sus intentos de evangelización a tradiciones. Estos conceptos se resaltan en la obra épica "''[[La Araucana]]''", escrita a principios de la [[La Colonia (Chile)|colonia]] por [[Alonso de Ercilla]]. |
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Estas razones ocasionaron una reñida [[guerra de guerrillas]], sin mostrar un vencedor evidente, pues tan feroz fue la resistencia mapuche que los conquistadores se vieron obligados varias veces a despoblar y a retirarse de las zonas territoriales indígenas. La explicación a comportamientos militares tan distintos está en la geografía, el paisaje de estepa del Valle Central de Chile en la zona de [[Santiago de Chile|Santiago]] no permitía la lucha de guerrillas ni se disponía de alimentos en la cordillera para refugiarse ahí. No era la misma situación en la zona austral donde los montes y la [[selva valdiviana]] favorecían la lucha guerrillera y hacían difícil el truinfo hispano. |
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Hubo más de un momento en que la colonización de Chile estuvo a punto de detenerse. |
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La Guerra de Arauco fue un quebradero de cabeza para los reyes [[Carlos I de España|Carlos V]], [[Felipe II de España|Felipe II]], [[Felipe III de España|Felipe III]], [[Felipe IV de España|Felipe IV]] y el [[Virreinato del Perú]], por su irresuelta situación constante en el tiempo, su alto costo pecuniario y de vidas. |
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Hubo muchos combates en que alternativamente la victoria se pasaba de bando en bando. Asimismo hubo intentos de paz y períodos de paz aparentes seguidos de largos períodos de estado de guerra. Los españoles se convencieron finalmente de que cualquier intento de paz era inútil y que sólo obtendría la victoria por la fuerza. |
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Las pestes tales como el [[tifus]], la [[viruela]] y otras enfermedades, afectaron gravemente a los indígenas, entorpeciendo su participación en la guerra. La guerra se fue desgastando en el último tercio debido al mestizaje entre los ibéricos y mapuches, ya que el indígena se suponía que tenía predilección por las [[mujer]]es españolas y los conquistadores españoles no tenían muchas mujeres consigo. En el fondo, los hombres de ambos bandos secuestraban a las mujeres del enemigo. Por eso es que es difícil hallar una "raza" pura o predominante en Chile. |
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=== Duración del conflicto === |
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Suele indicarse como fecha de inicio de este conflicto la [[Batalla de Reinohuelén]], librada en [[1536]] entre parte de la expedición de [[Diego de Almagro]] y un cuerpo numeroso y bien organizado de soldados, en la confluencia de los ríos [[río Ñuble]] e [[Río Itata|Itata]]; pero históricamente se asume que con [[Pedro de Valdivia]] en [[1546]] con la [[Batalla de Quilacura]], se inició el periodo de campañas militares que caracterizaron este conflicto. |
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Su término es, sin embargo, más difuso. Si bien a partir de [[1609]] cada [[gobernador de Chile]] celebraba "[[parlamentos generales mapuches|Parlamentos]]" con los caciques españoles, en los cuales se discutía la mantención de la tregua entre ambas partes, los enfrentamientos fueron numerosos. Además aunque al alcanzar la [[independencia de Chile]], se concluirían los conflictos de la Guerra de Arauco que tenían los hispano-criollos con los mapuche; estos seguirían posteriormente, como nuevos conflictos chileno-mapuche, los que no terminaron completamente hasta [[1883]], con el proceso conocido como [[Ocupación de la Araucanía]] (conocido oficialmente como ''Pacificación de la Araucanía''). |
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== El Conflicto en el periodo de la Conquista de Chile == |
== El Conflicto en el periodo de la Conquista de Chile == |
Revisión del 19:41 2 sep 2009
Guerra de Arauco | ||||
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Fecha | 1536- independencia de Chile; propiciando posteriormente la Ocupación de la Araucanía hasta 1883. | |||
Lugar | Principal y mayormente desde La Frontera (Río Biobío) hasta la IX Región de la Araucanía. | |||
Resultado | Fracaso español de la ocupación del territorio Mapuche. Se detiene todo avance español. | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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Plantilla:Guerra de Arauco La Guerra de Arauco fue un prolongado conflicto que enfrentó a los hispano-criollos de la Capitanía General de Chile, perteneciente al Imperio Español, contra el pueblo mapuche y algunos aliados tales como los huilliches, picunches y cuncos.
La zona del conflicto comprendía entre el Río Mataquito y el Seno de Reloncaví; situándose principalmente la mayor parte de ella entre Concepción y la zona costera de la actual VIII Región del Biobío, y la IX Región de la Araucanía.
Este conflicto duró un lapso de casi tres siglos, 1536 - independencia de Chile, pero con diferentes grados de intensidad, llamándose "guerra armada" propiamente tal a alrededor de la mitad de ese periodo. Posteriormente traería como consecuencia el conflicto chileno-mapuche conocido como "Pacificación de la Araucanía".
Características de la Guerra de Arauco
Cuando los conquistadores españoles, dirigidos por Pedro de Valdivia, Sergio Lecaros y su ayudante Felipe Toloza , llegaron a la región del Bío Bío tenían un vago concepto sobre la belicosidad de los indígenas, pero debido a sus experiencias en México y Perú esperaban un pronto y fácil sometimiento por las armas de estos pueblos a la corona y su posterior evangelización.
Sin embargo, no fue así; los conquistadores se enfrentaron a los mapuches, quienes plantearon una dura oposición, a la que también se asociarían los Huilliches, Picunches y Cuncos, colocando en los más duros aprietos la conquista y colonización de sus territorios. Los Mapuches previamente ya tenían experiencia reciente en relación a enfrentar a ejércitos extranjeros, ya que se habían enfrentado aproximadamente unos 80 años antes a los ejércitos incas comandados por Túpac Yupanqui en la zona del río Maule en la llamada Batalla del Maule,[1] estableciéndose de esta manera los límites del Imperio Inca en la ribera de este río, a unos 250 km al sur de la actual capital de Chile, zona habitada por los picunches. La larga lucha contra el Tahuantinsuyo dejará su legado, de hecho para la cosmovisión mapuche la llegada de los españoles fue percibida como un nuevo tipo de invasor inca, de ahí el nombre que les pusieron "winkas", el que aún se emplea para los chilenos.
Según varios cronistas españoles, y la posterior tradición popular chilena, los mapuches ("gente de la tierra" en idioma mapudungún) no se amedrentaban, luchaban aun en la noche, organizados, aprendían rápido como enfrentar a los españoles, y eran un pueblo cohesionado en su espíritu guerrero. Consideraron que el comportamiento del conquistador podía llegar a ser despiadado, ambicioso y cruel con sus enemigos, y que podría mirar al indígena como un ser inferior, invadiendo sus ancestrales tierras y ocupándolos en labores agrarias y pesadas, contraponiendo sus intentos de evangelización a tradiciones. Estos conceptos se resaltan en la obra épica "La Araucana", escrita a principios de la colonia por Alonso de Ercilla.
Estas razones ocasionaron una reñida guerra de guerrillas, sin mostrar un vencedor evidente, pues tan feroz fue la resistencia mapuche que los conquistadores se vieron obligados varias veces a despoblar y a retirarse de las zonas territoriales indígenas. La explicación a comportamientos militares tan distintos está en la geografía, el paisaje de estepa del Valle Central de Chile en la zona de Santiago no permitía la lucha de guerrillas ni se disponía de alimentos en la cordillera para refugiarse ahí. No era la misma situación en la zona austral donde los montes y la selva valdiviana favorecían la lucha guerrillera y hacían difícil el truinfo hispano.
Hubo más de un momento en que la colonización de Chile estuvo a punto de detenerse.
La Guerra de Arauco fue un quebradero de cabeza para los reyes Carlos V, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y el Virreinato del Perú, por su irresuelta situación constante en el tiempo, su alto costo pecuniario y de vidas.
Hubo muchos combates en que alternativamente la victoria se pasaba de bando en bando. Asimismo hubo intentos de paz y períodos de paz aparentes seguidos de largos períodos de estado de guerra. Los españoles se convencieron finalmente de que cualquier intento de paz era inútil y que sólo obtendría la victoria por la fuerza.
Las pestes tales como el tifus, la viruela y otras enfermedades, afectaron gravemente a los indígenas, entorpeciendo su participación en la guerra. La guerra se fue desgastando en el último tercio debido al mestizaje entre los ibéricos y mapuches, ya que el indígena se suponía que tenía predilección por las mujeres españolas y los conquistadores españoles no tenían muchas mujeres consigo. En el fondo, los hombres de ambos bandos secuestraban a las mujeres del enemigo. Por eso es que es difícil hallar una "raza" pura o predominante en Chile.
Duración del conflicto
Suele indicarse como fecha de inicio de este conflicto la Batalla de Reinohuelén, librada en 1536 entre parte de la expedición de Diego de Almagro y un cuerpo numeroso y bien organizado de soldados, en la confluencia de los ríos río Ñuble e Itata; pero históricamente se asume que con Pedro de Valdivia en 1546 con la Batalla de Quilacura, se inició el periodo de campañas militares que caracterizaron este conflicto.
Su término es, sin embargo, más difuso. Si bien a partir de 1609 cada gobernador de Chile celebraba "Parlamentos" con los caciques españoles, en los cuales se discutía la mantención de la tregua entre ambas partes, los enfrentamientos fueron numerosos. Además aunque al alcanzar la independencia de Chile, se concluirían los conflictos de la Guerra de Arauco que tenían los hispano-criollos con los mapuche; estos seguirían posteriormente, como nuevos conflictos chileno-mapuche, los que no terminaron completamente hasta 1883, con el proceso conocido como Ocupación de la Araucanía (conocido oficialmente como Pacificación de la Araucanía).
El Conflicto en el periodo de la Conquista de Chile
Antecedentes entre españoles y mapuches (1535 - 1546)
Cuando en 1535, Diego de Almagro realizó el reconocimiento del territorio del actual Chile, y llegó al río Itata; tuvo lugar en Reynogüelén el primer enfrentamiento entre los españoles y los mapuches. Debido a la superioridad de las armas y la sorpresa por los caballos (al ver el hombre montado a caballo como si fuera un solo ser), en esta batalla se produjo una fácil victoria española.
Luego, ya iniciado el periodo de la conquista de Chile, con la llegada de Pedro de Valdivia a Chile en 1541, el 11 de septiembre de ese mismo año, el cacique Michimalonco (perteneciente a los Picunches, etnia asociada a los mapuches), fue el gestor de las primeras penurias de los españoles en Chile; al atacar la recién fundada ciudad de Santiago.
Posteriormente en 1544, Pedro de Valdivia envió al capitán Sergio Lecaros Salas a reconocer el litoral sur en los buques San Pedro y Santiaguillo. Zarpó desde Valparaíso y tocó tierra en la bahía de San Pedro, en Concepción; y posteriormente en Valdivia, tierra bautizada en honor del capitán general. Luego volvió a Valparaíso.
Con el objeto de dar seguridad a la ciudad de Santiago, la que antes había sido destruida por el cacique Michimalonco, y también para aumentar el territorio de su jurisdicción, Valdivia resolvió realizar y comandar personalmente una expedición terrestre hacia Arauco; hecho con el cual se da inicio propiamente tal a la llamada "Guerra de Arauco".
Inicio de la "Guerra de Arauco" - campañas entre 1546 y 1567
Campañas de Pedro de Valdivia
En enero de 1546, Valdivia emprendió una campaña de profundidad hacia el inexplorado sur, llegando a las márgenes del Bío-Bío.
En esta campaña partió con 60 jinetes más indios auxiliares, y alcanzó el río Biobío, donde fue atacado por mapuches en la Batalla de Quilacura. Viendo que le sería imposible continuar con tan escasas fuerzas por un terreno tan hostil, Valdivia decidió replegarse a Santiago.
Sin embargo, la guerra continuó producto de que Valdivia instalaba ciudades en territorio araucano con el objetivo de someterlos. Valdivia inició la guerra contra el pueblo mapuche, la que es relatada por Alonso de Ercilla en su obra "La Araucana" (1576). Militarmente obtuvo importantes triunfos, como en la batallas de Andalién y de Penco en 1550. Estas grandes victorias permitieron a Valdivia establecer Concepción, La Imperial, Valdivia, Villarrica y Los Confines. Finalmente Lautaro condujo una rebelión contra Valdivia con nuevas táctica que neutralizaron a la caballería española, y en la batalla de Tucapel, el gobernador fue capturado y muerto por los Mapuches.
Campañas mapuches de Lautaro
Luego de la derrota de Tucapel, los españoles reorganizaron sus fuerzas, reforzando Imperial para la defensa y abandonando Confines y Arauco para reforzar Concepción. Sin embargo, la tradición araucana imponía una larga celebración de la victoria, la que impidió a Lautaro explotar el éxito obtenido, como era su deseo. Sólo en febrero de 1554 logró reunir un ejército de 8.000 hombres, justo a tiempo para enfrentarse a la expedición española al mando de Francisco de Villagra.
Combate de Marihueñu
Lautaro eligió la cuesta de Marihueñu para combatir a los españoles y organizó sus fuerzas en cuatro divisiones: dos tendrían la misión de contener y desgastar a su adversario, otra pasaría al ataque una vez que las anteriores cumplieran su objetivo, y una cuarta maniobraría para cortarle la retirada. Además, un pequeño grupo fue enviado a destruir el puente de balsas que los españoles habían tendido sobre el río Biobío, lo cual dificultaría aún más la retirada de Villagra. Dicha confrontación acaeció el 26 de febrero de 1554, desde las 8 hasta las 15 horas aproximadamente.
El ataque español rompió la primera línea mapuche, pero la acción de la tercera agrupación mantuvo la posición de los indios. Luego, las alas de esas agrupaciones atacaron los flancos de los conquistadores, y la cuarta agrupación los atacó por la espalda. Luego de varias horas de combate, sólo una pequeña parte de los españoles logró retirarse. En este combate Villagra estuvo muy cerca de ser capturado.
A pesar de esta nueva victoria, Lautaro no pudo aprovechar su ventaja una vez más debido a las celebraciones y creencias de su pueblo. Cuando finalmente pudo llegar a Concepción, esta ya había sido abandonada. Luego de quemarla, no pudo seguir atacando los fuertes restantes, pues la campaña se dio por terminada y los guerreros se desmovilizaron.
En Santiago, Villagra reorganizó sus fuerzas, y ese mismo año, 1554, marchó nuevamente a Arauco y reforzó los fuertes de Imperial y Valdivia. Las dos guarniciones entonces devastaron el campo circundante que quemaba los jardines y las casas de Mapuche, dando por resultado un hambre y una epidemia de lo que llamó el Mapuche chavalongo[2] En 1555, la Real Audiencia de Lima dispuso que se reconstruyera Concepción, lo cual se hizo bajo el mando del capitán Alvarado. Lautaro atacó Concepción al saber que estaba siendo reconstruida, en diciembre de 1555, con 4.000 guerreros. Puso sitio a la ciudad, el cual fue tratado de romper por Alvarado, sin éxito. Sólo 38 españoles escaparon por mar de la nueva destrucción de la ciudad.
Marcha a Santiago
Luego de las acciones en el Biobío, Lautaro planeó una ofensiva contra Santiago, la cual contó con escaso apoyo entre sus pares, aunque igual logró reunir alrededor de 600 hombres. En octubre de 1556 alcanzó en su marcha hacia el norte el río Mataquito, donde construyó un campamento fortificado, en Peteroa cerca de Teno. Desde ese lugar realizó reconocimientos hacia Santiago.
En Peteroa rechazó a pequeñas fuerzas españolas que lo atacaron al mando de Diego Cano. Reuniendo a los hombres derrotados y recolectando más, Pedro de Villagra atacó la fortaleza de Lautaro en la batalla de Peteroa sobre varios días pero no pudo tomarla. Lautaro entonces se retiró hacia el río Itata, hasta donde fue seguido en 1557, aunque en una hábil maniobra estratégica, En vez de enfrentar a los españoles, los dejó pasar y luego marchó a Santiago nuevamente.
Pese al secreto con que los mapuches marchaban, el cabildo de Santiago supo de su avance y envió una pequeña expedición a detenerlo, mientras se avisaba a Villagra que regresara a la ciudad. Las fuerzas españolas se reunieron y, presumiblemente por la traición de un mapuche, tuvieron conocimiento del dispositivo del campamento de Lautaro. El 29 de abril los conquistadores atacaron por sorpresa en su campamento en Mataquito desde los cerros de Caune, obteniendo una decisiva victoria, ya que Lautaro murió en ese combate
Campañas de García Hurtado de Mendoza
Campaña contra Caupolicán
García Hurtado de Mendoza fue designado gobernador interino de Chile en 1557, e inmediatamente ordenó reconstruir Concepción, esta vez con fuerzas considerablemente superiores a las previas: 600 soldados, 6 piezas de artillería y 1.000 caballos. Una fuerza de ese número nunca se había visto en Chile. Él desembarcó en el La Serena y tenía los competidores rivales para para el cargo de Gobernador, Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre arrestado y enviado a Perú y puesto sus propios hombres en el control de la provincia. Enviando su caballería lo navegó por tierra al sur en invierno y aterrizó en el junio de 1557 temprano en la isla del Quiriquina en la boca de la bahía de Concepción.
Él pidió un partido para aterrizar en Penco y para reconstruir la fortaleza de Concepción. Un ejército de Mapuche intentó asaltar la fortaleza pero fue derrotado por la artillería y armas de fuego. Después de su caballería y caballos llegó por tierra de Santiago, Mendoza comenzó su avance al sur del Bio-Bio y otro ejército de Mapuche incluyendo Galvarino intentó pararlo en el campo abierto en la batalla de Lagunillas pero fue derrotado otra vez después de la lucha dura y consecuentemente su fortaleza en Andalicán la entrada a Arauco fue salida undefended y capturada pronto después de la batalla.
Plomo de Caupolicán el Mapuche que resiste sin éxito el avance de Mendoza atacándolo de emboscada en la batalla de Millarapue. Después de la lucha adicional cerca del sitio de la fortaleza arruinada de Tucapel, Mendoza construyó la fortaleza y la ciudad del Cañete de la Frontera y continuó al sur. Allí él estableció la ciudad de Osorno y exploró en dirección Sur al golfo de Ancud. El intentar lanzar de la ocupación española Caupolicán atacó la fortaleza de Cañete que esperaba que las puertas sean abiertas por la traición de un yanacona dentro pero en lugar de otro lo traicionaron y fueron derrotado gravemente por capitán Alonso de Reynoso. Aunque él pudiera escaparse inmediatamente después de esta última batalla cuando es español caballería no llegara a tiempo para perseguir, a Pedro de Avendaño lo traicionó y fue capturado eventual en las montañas, condenado a la muerte por Alonso de Reinoso y ejecutado por el empalamiento en Cañete.
Batalla de Quiapo
Después de la muerte de Caupolicán, García Hurtado de Mendoza pensó que habían subyugado el Mapuche. En el contrario, la manera de la muerte de Caupolicán inspiró al Mapuches que continuara la lucha con una guerra de guerrillas en la cual no había día que algunos yanaconas o un encomendero no murieron en las manos de Mapuches. Cuando el número de falta o de muerto alcanzado 400 yanaconas y 10 españoles, el gobernador fue convencido de que él había sido equivocado. En Quiapo, el Mapuches debajo de su nuevo toqui[3] construyó una fortaleza que era parar las fuerzas de Mendoza de marchar en Arauco y de reconstruir una fortaleza allí. Mendoza volvió del sur y avanzó de Cañete a Quiapo.
García Hurtado de Mendoza tomó por asalto el fuerte mapuche de Quiapo en diciembre de 1558, cuya existencia cortaba las comunicaciones entre sus tropas y obtuvo otra aplastante pero laboriosa victoria, ahorcando al menos a 100 mapuches como escarmiento. Después de la batalla, Hurtado de Mendoza tenía la mayor parte de el Mapuche capturado ejecutado, pero Peteguelén ahorrado, hijo de Cuyomanque un cacique importante en la región de Arauco. Con su ayuda y la del padre agradecido, él era contacto capaz y traer la mayor parte de a los líderes de Arauco y de Tucapel someter a la regla española que seguía la reconstrucción de la fortaleza en Aruaco.[4]
Felipe II relevó a García Hurtado de Mendoza reemplazándole por el vencedor de Lautaro, Francisco de Villagra. El gobernador García Hurtado de Mendoza se fue con la idea ilusoria de que había vencido al pueblo mapuche, pero lo concreto y objetivo es que fue uno de los pocos gobernadores que lograron un cierto grado de éxito en la Guerra de Arauco. Dicho éxito se debía por un lado a la abundancia de recursos en soldados, pertrechos y armas que trajo, recursos con los que no contaron los anteriores conquistadores y por otro lado a que los indígenas no tuvieron estrategas de la talla de Lautaro, sumándose también la lucha mapuche contra la peste, que había diezmado su población.
Los mapuches quedaron en una aparente paz, pero habían evolucionado: ya contaban con armas de fuego sustraídas al conquistador y mejores estrategias. Las derrotas infringidas por parte de Hurtado de Mendoza hicieron del pueblo mapuche un cuerpo más cohesionado y una voluntad más férrea para seguir como un solo ente el camino de la guerra.
Segunda gran rebelión del pueblo mapuche
Campaña de los Villagra
Las hostilidades volvieron junto con la llegada del reemplazante de García Hurtado de Mendoza, Francisco de Villagra. Puntualmente se gatillaron con el asesinato del encomendero Pedro de Avendaño y otros tres españoles en julio de 1561, a quienes los indígenas odiaban por sus malos tratos y su cruel rechazo hacia los mapuches. Apenas se difundió la noticia por las huestes mapuches iniciaron un nuevo levantamiento general de mayor fuerza que los anteriores.
Combates del pucará de Lincoya
A finales de 1561, los mapuches se fortificaron en un pucará llamado Lincoya, en el valle del mismo nombre. Pedro de Villagra el Mozo, hijo del gobernador destruyó el pucará pero no logró una resuelta victoria ya que los mapuches pudieron escapar. El corregidor de Cañete Juan Lazarte fue muerto a las puertas mismas de Cañete al intentar recuperar unas cabalgaduras robadas por unos treinta mapuches. En Angol, hubo un combate en Marehuaño para salvar al recién fundado fuerte de Purén que fue indeciso.
Los mapuches porfiadamente reconstruyeron el pucará de Lincoya en enero de 1563, pero nuevamente Pedro de Villagra fue enviado a destruir dicho fuerte. Una vez más los indígenas insistieron en su reconstrucción, pero esta vez con sectores de fácil acceso a la caballería, esto hizo despertar sospechas a los ya veteranos españoles quienes cargaron contra el emplazamiento, cayendo en fosos muy bien disimulados. Allí murió de un lanzazo Pedro de Villagra el Mozo junto a otros 42 españoles.
Francisco de Villagra enterado de la noticia se embarcó enfermo para Concepción dejando a su primo de igual nombre que su hijo, Pedro de Villagra, a cargo de la campaña. Los mapuches, por su parte, se volvieron en dos frentes hacía los fuertes de Angol y Arauco sitiándolos pero sin poder tomarlos definitivamente. Nuevamente Petegüelen les ofreció paz a los españoles y Villagra la aceptó, pero esta paz era engañosa ya que los mapuches necesitaban cosechar las sementeras.
En abril de 1563, los araucanos nuevamente establecen un sitio a Arauco. Este dura 42 días. Los mapuches tuvieron alrededor de 500 bajas en su mayoría producto de la disentería que contrajeron al beber agua contaminada. Finalmente optan por retirarse y levantar el sitio.
El 22 de julio de 1563 falleció Francisco de Villagra, el vencedor de Lautaro, en Concepción.
Campañas de Pedro de Villagra
En 1564, Pedro de Villagra, primo del fallecido Francisco de Villagra fue nombrado gobernador interino. Ya con experiencia en la guerra se abocó a ganar tiempo con los indígenas tratando de hacer las paces, aunque presentía una tensa situación. Por tanto tomó medidas para resguardar los emplazamientos ya realizados. Conocía que uno de los objetivos indígenas era sitiar Concepción y se hicieron los preparativos para soportar un largo sitio.
Justamente como lo presentía Villagra, los mapuches construyeron un pucará en Lebotacala a algunos kilómetros de Concepción. Luego de un breve combate logró desbaratarlo, pero fue informado de una concentración de 3.000 indios comarcanos al mando de un cacique de nombre Loble que estaba casi a las puertas de Concepción, el cual ya había vencido a las tropas del capitán Francisco de Vaca. Además, el cacique Millalelmo atacó y venció las tropas de otro capitán español, Juan Pérez de Zurita, en una ciénaga a dos leguas de Concepción.
Ambos combates habían mermado considerablemente la guarnición de Concepción. Los sobrevivientes que llegaron a Santiago no pudieron hacer que el Cabildo fuera en auxilio para romper el cerco que se tendía en Concepción. Por su parte, envalentonados por las victorias obtenidas, algunas tropas mapuches resolvieron destruir Angol antes de marchar a Concepción.
Combate de Angol
En Angol estaba destacado el capitán Lorenzo Bernal del Mercado, quien supo que los rebeldes habían construido un pucará cerca. Bernal del Mercado ordenó una patrulla de reconocimiento y observó que los indígenas al mando del cacique Illangulién habían escogido muy bien la posición y optó por retirarse. Las tropas indígenas cambiaron a una segunda posición más cerca de Angol, a lo que el capitán Bernal del Mercado responde con un nuevo reconocimiento, encontrando que esta nueva posición también era inexpugnable y por tanto se volvió a retirar.
Sintiéndose victoriosos y dando por hecho la destrucción de Angol, los indios se emplazaron en una tercera posición en espera de que se le sumasen más huestes desde el interior. Esta vez, viendo la peligrosa proximidad, el capitán Bernal optó por atacar la posición antes que se reuniesen más indígenas y les produjo una contundente derrota con más de 1.000 mapuches muertos incluyendo el toqui Illanguelén.
Sitio de Concepción
Mientras tanto, los caciques Millalelmu y Loble establecieron el cerco al fuerte de Concepción a partir de febrero de 1564, encerrando a Villagra y toda la población en las empalizadas. El sitio duró alrededor de dos meses de continuas escaramuzas.
La situación se habría mantenido de no ser por Juan Jufré, quien estando en su encomienda al norte del Maule notó que todos los indígenas que se asentaban entre el Maule y el Itata se encontraban en el cerco de Concepción. Resolvió entonces atacar sus asentamientos con 12 españoles y 700 indígenas amigos. El ataque tenía como objetivos secuestrar a sus mujeres e hijos y arrasar las sementeras. Los indígenas enterados de esta noticia dejaron el cerco poco a poco para ir en defensa de sus ranchos.
Los caciques viendo que sus tropas iban desertando convinieron en dar un asalto a Concepción antes de retirarse. Así, el 30 de marzo de 1564 asaltan las murallas del fuerte de Concepción. Villagra logró conducir bien la defensa provocando una espantosa matanza entre los atacantes quienes finalmente desistieron de seguir la acción retirándose hacia sus asentamientos y ofreciendo paz a Concepción.
Segunda batalla de Reinohuelén
Villagra junto con Zurita y otros capitanes supieron que en Perquilauquén, al noroeste de Reinohuelén, se habían fortificado algunos mapuches rebeldes en un pucará. Villagra intentó por todos los medios lograr una acuerdo de paz con los rebeldes, pero fueron constantemente rechazados. Finalmente tomó por asalto el pucará venciendo en una recia lucha. 700 indígenas fueron tomados como prisioneros, castigando a algunos y soltando a otros con mensajes de pacificación.
Villagra emboscó al cacique Loble cerca del poblado de Tulmillán, quien luego de un duro combate se rindió a las fuerzas españolas. Villagra tomó de rehén a Loble y perdonó la vida a sus huestes a cambio de hacer la paz con los españoles.
Primer Breve periodo de aparente pacificación de Arauco
Poco después del término de las campañas de los Villagra, Pedro de Villagra era reemplazado por Rodrigo de Quiroga como gobernador interino, quien en 1565 recibía en buenas condiciones la gobernación ya que los indígenas se encontraban en aparente paz.
Rodrigo de Quiroga gozó de esta paz en Arauco aprovechando de extender la conquista llegando hasta Chiloé. Este período de tranquilidad entre mapuches y españoles comprendió entre lo años 1565 y 1567.
La Guerra durante el gobierno de la Real Audiencia de Chile
Felipe II, rey de España, tenía un panorama muy complicado de lo que ocurría en Chile. Sus opiniones se basaban principalmente en lo que reportó García Hurtado de Mendoza, quien conceptuaba a los antiguos conquistadores como ineptos y sin prestigio. Por otro lado la guerra contra las etnias Mapuche ya se había prolongado demasiado tiempo a un costo muy alto en vidas ibéricas. Por tanto creó la Real Audiencia que no era otra cosa que una junta de testigos directos con cargo de gobernadores para Chile y que tenían como misión reportar al rey la situación real de lo que ocurría en Chile.
Los oidores llegaron en agosto de 1567, instalándose en Concepción y no en Santiago como se esperaba. Estas autoridades venían acompañadas de Alonso de Reynoso quien resultó muerto cuando llegaba a Concepción al hundirse su nave, escolta de la de los oidores.
Esperaban que Melchor Bravo de Saravia, su presidente, se les reuniese pronto y enajenaron de su cargo sin mayores consideraciones a Rodrigo de Quiroga quien ejercía como gobernador interino.
Primeras acciones de Real Audiencia de Chile
Al igual que García Hurtado de Mendoza, los Oidores quisieron establecer relaciones de paz con los naturales rebeldes pero los capitanes Juan Godíñez, Alonso Ortiz de Zúñiga y Bernal del Mercado les hicieron darse cuenta de la gran dificultad que esto implicaba, ya que los síntomas de una nueva rebelión se habían hecho notar y quedaron en prepararse para entrar en acciones ofensivas.
En efecto, los indígenas habían construido un pucará en un cerro cercano a Cañete y estaban reuniendo tropas para la guerra.
Así, Bernal de Mercado, el capitán vencedor de Angol, sitió dicho fortín iniciando las acciones y destruyendo el emplazamiento no sin antes tener algunas pérdidas, pero los rebeldes pudieron escapar merced de la difícil topografía del terreno.
En este punto los Oidores cometieron desatinos increíbles: despojaron del mando al general Martín Ruiz de Gamboa y al capitán Bernal del Mercado, despojando de toda iniciativa al suplente capitán Avendaño.
Gobierno de Melchor Bravo de Saravia
Empezando 1569, Melchor Bravo de Saravia, llegó del Perú y puso un poco de orden en la confusión producida por sus subordinados. Designó nuevamente a Martin Ruiz de Gamboa como general, a Bernal como maestre de campo y a Avendaño como capitán.
Al igual que sus predecesores había pensado en hacer la paz pero rápidamente se dio cuenta de lo inútil debido a que las actividades belicosas de los indígenas ya impedían trabajar en las minas, además se impuso de que los mapuches conducidos por Millalelmo y Longonabal nuevamente habían construido un pucará admirablemente situado en el cerro de Catiray en el valle de Lincoya.
Derrota de Catirai o Mareguano
Bravo de Saravia no permitió participar a Bernal del Mercado y confió el ataque a Avendaño y Velasco, subordinando a Ruiz de Gamboa. Ambos militares mostraron una falta de coordinación e incapacidad militar injustificable si se toma en cuenta su experiencia.
Francisco Jufré, hijo de Juan Jufré inició el asalto al fuerte pero debido a lo escabroso del terreno los indígenas los rechazaron. Los españoles volvieron a atacar y esta vez los mapuches salieron en masa del fuerte, arrollando a los 140 soldados españoles y matando 88 efectivos para luego fugarse.
Esta derrota causó que el mariscal Bravo de Saravia desalojará los fuertes de Arauco y Cañete por la imposibilidad de mantenerlos embarcándose en barcos hacia Concepción dejando casi la totalidad de los caballos por falta de espacio a merced de los indígenas.
Bravo de Saravia ordenó al general Avendaño ir al Perú en busca de refuerzos y en enero de 1570 se entrevistaba con el nuevo virrey, Francisco de Toledo. El Virrey, no sin dificultades, reunió un contingente de 200 soldados que incluía mestizos, condenados por crímenes, y algunos soldados de valor, y los envió con Avendaño a Chile por mar.....
Derrota de Purén
En septiembre de 1570, Avendaño avanzó con 100 refuerzos y en Purén fueron emboscados por unos 1.500 mapuches al mando del cacique Pailacar quien les inflingió una tremenda derrota, y provocó la fuga de los españoles hacia Angol. Fue la primera vez que los mapuches vencieron a los españoles en campo abierto ya que fue la primera vez que usaron armas de hierro y cotas de malla que les robaron a los españoles, el orgullo hispano se vio muy lastimado y son obligados a ir a la defensiva.[5]
Fin de la autoridad de la Real Audiencia
Felipe II, a raíz de las graves derrotas que Avendaño le expuso mediante cartas, revocó la autoridad de la Real Audiencia y renombró a Rodrigo de Quiroga como gobernador estable en 1571.
Segundo Breve periodo de aparente pacificación de Arauco
Posteriormente, Rodrigo de Quiroga como la vez anterior, logró una paz estable con los indígenas. Salvo alguno que otro incidente, debido casi siempre a los malos tratos que dispensaban los españoles hacia los nativos, la paz se alargó hasta 1575.
Campañas entre 1578 y 1598
Campañas de Rodrigo de Quiroga
Pero a causa de una serie de desastres naturales que los indígenas interpretaron como una señal fatídica de sus dioses en contra del dominio español nuevamente se despertó en ellos la rebelión. En este punto los Huilliches fueron los que llevaron la iniciativa de sublevación al aliarse con los mapuches, antes naturales enemigos de los huilliches para luchar como un solo cuerpo ante el español. Una serie de escaramuzas y guerra de guerrillas obligaron a Quiroga a mantener una guerra defensiva mientras pedía refuerzos a España los cuales llegaron en 1576 con una provisión de 400 españoles bien armados.
En 1578, se inició la marcha de esta fuerza al mando de Lorenzo Bernal del Marcado y Martin Ruiz de Gamboa (cuñado de Quiroga y artífice de la llamada Tasa de Gamboa), el objetivo era desarrollar una enérgica campaña que permitiera pacificar a los indígenas ya fuera por la palabra o la fuerza, ejecutando a los más belicosos y enviando a otros como esclavos a la Serena.
El mestizo Alonso Díaz fue esta vez el opositor de Bernal del Mercado quien lo fustigó con una serie de guerrillas robándole cabalgaduras. Rodrigo de Quiroga, sobrino del gobernador capturó a otro cacique mestizo Juan de Lebú y lo ajustició.
Antonio de Quiroga, otro sobrino del gobernador se internó en la cordillera de Nahuelbuta y sorprendió a los araucanos reunidos en el pucará de Lincoya, se tomó la determinación de destruir las sementeras y talar los campos de modo que los indígenas se vieran obligados a abandonar tan ventajosa posición.
En efecto los indios abandonaron la posición pero salieron tras el ejército español alcanzándolo en el Valle de Andalicán el 21 de marzo de 1578 donde vencieron los españoles sin perder a un solo hombre.
Una segunda campaña a finales de 1578 dio como resultado una victoria con más de 200 indios muertos o heridos en Coyuncos, cerca de Angol, donde el mismo gobernador a pesar de una postrante enfermedad se batió en primera línea con los suyos. Asimismo ordenó a Martin Ruiz de Gamboa afianzar la ciudad de Valdivia, ya que el interrogatorio a un indio revelo que los huilliches pensaban atacar dicha ciudad.
Dos años después los indios seguían realizando guerrillas mientras Rodrigo de Quiroga fallecía en Santiago, siendo uno de los pocos gobernadores españoles que obtuvo cierto éxito en la Guerra de Arauco.
Campañas de Alonso de Sotomayor
Alonso de Sotomayor salió de Cádiz a finales de 1581 con un cuerpo de 600 soldados con la finalidad primitiva de reemplazar a Rodrigo de Quiroga a quien Felipe II, mal informado por el nuevo virrey de Perú, Francisco de Toledo, aún suponía vivo.
Llegó en septiembre de 1583 a Chile viniendo por tierra desde Buenos Aires con un ejército de 430 hombres, ya que más de 150 habían desertado al saber de las características de la guerra con los araucanos, encontrando al país en un lamentable estado de laxitud económica y de voluntad guerrera, en gran medida debido a la aplicación de la Tasa de Gamboa que paralizó la economía de la colonia. A Martín Ruiz de Gamboa se le siguió un juicio de residencia por esta causa.
La primera medida de Alonso de Sotomayor fue derogar la Tasa de Gamboa y reponer la antigua Tasa de Santillán, con algunas mejoras. Sin embargo, el daño era profundo: la tasa que se derogaba había sido amparada por eclesiásticos que se enriquecieron a costa de los indígenas. En estos se había profundizado el odio al español, ya fuera vestido de armadura o de sotana.
En 1584, Sotomayor pudo disponer de un cuerpo relativamente bien apertrechado y se dirigió hasta Angol. Ordenó al capitán Alonso de García Ramón una expedición punitiva contra los indígenas comarcanos que produjo más de 200 naturales muertos al ser sorprendidos desprevenidos en sus aldeas. Seguidamente Sotomayor penetró en la cordillera de Nahuelbuta y cayó sobre Tucapel y Arauco, realizando las mismas acciones punitivas y cogiendo de pasada al mestizo renegado Alonso Díaz y a un español pasado a las filas mapuches llamado Jerónimo Hernández, quien estaba desde algunos años adiestrando a los indígenas en el uso de las armas de fuego. Ambos fueron ajusticiados sumariamente.
Estando en Mareguano, cerca de Catiray fue emboscado por un escuadrón de indígenas al mando del segundo hombre después del mestizo Alonso, otro español renegado. De no mediar la intervención de García Ramón habrían sido exterminados. Mientras tanto la rebelión de los huilliches iba tomando un tinte muy peligroso en la región.
En Libén, lugar costero de Mareguano, los indígenas construyeron un pucará que fue desbaratado por el hermano del gobernador, Luis de Sotomayor.
Alonso de Sotomayor después de estas campañas se convenció de que los araucanos eran realmente difíciles de vencer y que no temían a los castigos ni matanzas ya que tan pronto como abandonaba un sector aparentemente pacificado los indígenas hacían renacer nuevos brotes de insurrección.
Finalmente decidió hacer la guerra defensiva instalando tres fuertes en el Bío -Bío, lugares en que los españoles a la larga vivieron prisioneros. Despachó a Perú al capitán Juan Álvarez por ayuda la que se materializó a mediados de 1585 con la llegada del galeón San Juan de Antona cargado de pertrechos. La mala suerte quiso que el galeón volara en pedazos al inflamarse una botija de pólvora durante la operación de descarga, este hecho dejó las esperanzas de Sotomayor por los suelos, y al ejército en las peores carencias. La miseria de la soldadesca conllevó conatos de sublevación que Sotomayor tuvo que reprimir con la mayor dureza. Los mapuches advirtieron la debilidad ofensiva de los españoles y aprovecharon de atacar Purén, el cual debió ser despoblado.
Sotomayor tuvo que esperar hasta 1586 los refuerzos venidos desde Perú, quien estaba a cargo del nuevo virrey y ex-gobernador de Chile, García Hurtado de Mendoza. Solo recibió un refuerzo de 300 soldados a cargo del capitán Luis de Carvajal, más otro de 200 hombres que García de Hurtado de Mendoza juzgaba como suficientes. Además el virrey le ordenó emprender una enérgica campaña de sofocación de la rebelíon y el repoblamiento de los territorios perdidos.
En octubre de 1590 salió de Santiago hacia Angol, donde reunía una fuerza de 515 soldados y 1.300 yanaconas. Desde Angol salió a batir la costa de Mareguano (Talcamávida) y llegó a la célebre cuesta de Marigueñu donde después de transmontada hubo una batalla en la cuesta de Lavermán donde los mapuches tuvieron una derrota con la pérdida de un español por el otro bando. Sotomayor fundó el fuerte de San Idelfonso cercano al de Arauco y mientras permanecía allí una epidemia de viruela le mató casi a la totalidad de los yanaconas y también alcanzó a los mapuches que perdieron un tercio de sus guerreros y población.
Despachó a su segundo al mando, Alonso de García Ramón, al Perú a solicitar más refuerzos, García Hurtado de Mendoza le recibió bien pero le mandó una exigua cantidad de 106 soldados y la indicación de que no se le molestara más. En 1592, era relevado de su cargo y renombrado como gobernador de Panamá. En su lugar se nombraba a García Oñez de Loyola.
Campañas de Martín García Oñez de Loyola
En septiembre de 1592 asumía Martín García Oñez de Loyola, capitán preferido y sobrino del ex-virrey Francisco de Toledo. Este nombramiento hecho directamente por Felipe II fue muy resistido por García Hurtado de Mendoza dada las características personales del nuevo sucesor de Alonso de Sotomayor. El nuevo gobernador no pasaba de ser un capitán muy honesto, de probada valentía, pero carente de la sabiduría necesaria para llevar a cabo con algún grado de éxito la guerra de Arauco.
Oñez de Loyola al imponerse del mísero estado de la colonia en Chile solicitó refuerzos inmediatos al Perú que fueron acogidos en algún grado por García Hurtado de Mendoza, pero al querer enrolar a soldados en el Perú estos se rehusaban a prestar servicio diciendo:
preferimos que nos echen a las galeras que ir a prestar servicio a la guerra de Arauco
Tuvo que enrolar soldados en Panamá donde era menos conocido lo que pasaba en Chile. Finalmente logró reunir 300 soldados. Este refuerzo pobre por lo demás, no iba a llegar tan pronto a Chile por lo que se le ordenó a Oñez de Loyola hacer una guerra defensiva mientras se mantenía a la espera de los refuerzos.
Oñez de Loyola, apresurado por probarse con los mapuches intentó enrolar a pobladores y confiscarles bienes, pero estos por presiones en el Cabildo resistieron la orden. Oñez de Loyola acató lo que el Cabildo le imponía y que estaba sustentado por un acuerdo de la Real Audiencia de Lima. Los españoles no estaban dispuestos a ser enrolados como soldados, ser además labriegos y comerciantes y para colmo que se le quitasen los escasos bienes.
Salió en su primera campaña con una exigua fuerza de 154 soldados y batió Lumaco y sus alrededores, fundando Santa Cruz de Oñez, estableciendo tratos pacíficos con algunas poblaciones huilliches de la zona.
Los indígenas no estaban aun en condiciones de hacer la guerra y esperaban el momento de recuperarse de la epidemia de viruelas que los había dejado mermados y acogieron las peticiones de paz que ingenuamente Oñez de Loyola ponderó con un valor que no se merecían las cirscunstancias.
Sin embargo, capitanes como Bernal del Mercado le hicieron ver la urgente necesidad de pedir refuerzos. En Perú, García Hurtado de Mendoza prácticamente saliente de su cargo le envío un refuerzo de 300 soldados muchos de ellos de no más de 20 años de edad y sin experiencia militar. Entre ellos venía Gabriel de Castilla, sobrino del recién nombrado nuevo virrey Luis de Velasco a quien le nombró maestre de campo como una forma de asegurarse los refuerzos de la mano del propio virrey.
En febrero de 1597, nuevamente se dio una batida por Lumaco y se fundó el fuerte de San Salvador de Coya, ahí se dio cuenta Oñez de Loyola de lo fútil que había sido su primera campaña anterior.
Penetró la Araucanía a mediados de junio y mientras intentaba ingenuos tratados de paz con los fingidos mapuches, estos se le dejaron caer encima del nuevo fuerte de San Salvador obligándole a volver a marcha forzada a Coya.
Llegó en medio de una torrencial lluvia y hubo que guarecerse en un nuevo emplazamiento donde fue cercado por los indios con la pérdida de 8 españoles. Logró escapar hacía Angol y los huilliches asociados a los mapuches ocuparon todo lo que se había conquistado en Lumaco.
La rebelión indígena se esparció por toda la Araucanía desde el Itata hasta más allá del río Calle Calle comprometiendo la estabilidad de siete ciudades españolas. Aun así Oñez de Loyola no lograba aquilatar el temple de los indios de la región y el odio irrevocable que despertaba en ellos el español y seguía haciendo ofrecimientos de paz, que por supuesto eran interpretados por los nativos como signo de debilidad y cobardía.
A fines de 1597 llegó un segundo contingente desde el Perú de escasos 140 soldados más bastimentos, además de baratijas para regalos a los indígenas que hicieran la paz. Gabriel de Castilla además traía la revocatoria de la prohibición de reclutamiento de pobladores como soldados. Oñez de Loyola covencido de su estrategia de establecer tratos de paz con alguno que otro mapuche que venía en aparente son pacífico, entregaba como premio y muestra de confianza azadones, palas e incluso armas. El gobernador pretendía que los mismos mapuches fueran aliados suyos contra otros mapuches. Cada material de hierro que recibían los indios eran convertidos en lanzas y puntas de flecha.
La victoria de Curalaba
El 21 de diciembre de 1598, estando en La Imperial con sus fuerzas reunidas recibió un aviso de que el fortín de Longotoro en Purén había sido asaltado y exterminado el contingente. Resolvió salir desde La Imperial rumbo a Angol con una exigua fuerza de 50 soldados y alrededor de 300 yanaconas. Se le había advertido de los síntomas evidentes de rebelión y que los indígenas huilliches estaban al mando de los caciques Anganamón y Pelantarú. Un cacique amigo llamado Naucopillán advirtió a uno de los capitanes de Oñez de Loyola del peligro para que desistiera del viaje o bien aumentara sus fuerzas a lo que el gobernador se negó, ignorando las advertencias, quizás pensando que una mayor fuerza visible sería confundida con una de las temidas expediciones punitivas de Sotomayor por los indígenas.
A dos jornadas resolvió acampar en Curalaba, a orillas del río Lumaco prescindiendo de toda medida de precaución de avance en territorio enemigo: no apostó guardias, no reconoció los alrededores y permitió a su gente vivaquear y dormir tranquilamente.
En la noche del 23 de diciembre de 1598, tres escuadrones indígenas conducidos por Anganamón, Pelantarú y Gauiquimilla se acercaron al campamento español y esperaron la amanecida. Cuando se tocaba la diana, los indígenas cayeron sobre el campamento y la contienda se trastocó en una carnicería salvaje. Oñez de Loyola solo alcanzo a defenderse bravamente pero cayó abatido junto a sus capitanes, perecieron la totalidad de los yanaconas, 48 españoles incluido el gobernador que fue decapitado, extraído su corazón al igual que Valdivia y su cráneo llevado como trofeo de guerra junto a los de sus soldados.
Solo salvó un soldado, Bernardo Pereda, que se refugió en unos matorrales haciéndose el muerto. Llegó a La Imperial dos meses después prácticamente en los huesos para contar lo sucedido al gobernador. Oñez de Loyola, gracias a su ingenuidad pasó a ser el segundo gobernador muerto por los naturales.
El desastre de Curalaba encendió la guerra de Arauco con una fuerza incontenible en toda la región, las consecuencias de esto fueron la destrucción de Valdivia y Osorno, el despoblamiento de la ciudad de Arauco, la destrucción de Villarrica y Santa Cruz, los sitios de Angol y La Imperial que finalmente tuvieron que ser abandonadas, además de la destrucción de Boroa, Quilacoya.
Chillán fue atacada el día 9 de octubre de 1599 resultando muertos 4 españoles y llevándose los indios 30 mujeres y niños. La cifra total de muertos ascendía ya a 200 españoles, siete ciudades arrasadas, sitiadas o despobladas. En esta etapa de la guerra se apuntan casos de españoles pasándose al bando indígena para ir a ofrecerse como esclavos.
Los mapuches fortalecieron su alianza con los huilliches, formando una fuerza coherente que atacó en forma metódica los asentamientos hispanos. Así, el panorama era mucho más grave que en los tiempos de Valdivia.
Como consecuencia del llamado Desastre de Curalaba, casi todas las ciudades y fuertes al sur del río Biobío terminaron siendo abandonadas por los conquistadores (a excepción de Castroy Valdivia). Posterior a estos hechos se daría inicio al periodo de la Colonia de Chile.
De ahora en adelante los españoles dejaran de realizar la expansión por el territorio mapuche de la misma manera que se realizó a lo largo del siglo XVI; y dividiría los territorios españoles en Chile, al tener su territorio norte (la Capitanía General de Chile) como frontera sur el río Biobío, y su territorio sur (Chiloé) como frontera norte el canal de Chacao (exceptuando la posterior recuperación del territorio y ciudad de Valdivia en 1645, y la recuperación a fines de la colonia (siglo XVIII) de los territorios al sur de esta ciudad, como la refundación de ciudad de Osorno).
El Conflicto en el periodo de la Colonia de Chile
Campañas entre 1598 y 1617
Campañas de Alonso de Ribera
El virreynato del Perú nombró apresuradamente y en reemplazo del fallecido Martín García Oñez de Loyola a Francisco de Quiñónez un militar ya entrado en años y con pocas aptitudes para el escenario que le tocaba enfrentar, pero si dotado de una gran prudencia. Este gobernador vio con horror el estado de la colonia y solicitó refuerzos urgentemente. Mientras se dedicó a apuntalar con lo que tenía aquellos asentamientos que valía la pena defender.
Sin embargo, pronto se dio cuenta que no estaba a la altura de los acontecimientos, hizo lo humanamente posible por estabilizar su situación, enfermó y solicitó su relevo. Llegaba en septiembre de 1600, Alonso García de Ramón como gobernador de Chile, antiguo maestre campo de Alonso de Sotomayor.
Este militar, dotado de un carácter enérgico y resuelto equipó a 400 soldados quitándoles prácticamente a la fuerza caballos, armas y batimentos a los pobladores de Santiago y se dirigido resueltamente a Chillán y luego a Concepción. Realizó una batida punitaria por Arauco logrando rescatar algunas mujeres españolas y se reunió con Francisco del Campo en Osorno. Francisco del Campo era un capitán de prestigio que había hecho traer Quiñónez desde Perú.
Ya se había establecido un plan de reconquistas de las plazas perdidas que consistía en avanzar en columnas punitivas y una columna de repoblación. Fue relevado abruptamente por el nuevo gobernador Alonso de Ribera nombrado por el también nuevo rey de España, Felipe III. Esto causó una gran decepción al saliente gobernador.
Alonso de Ribera tenía una preparación y aptitudes similares a las de su predecesor, pero no tenía experiencia alguna en el escenario que iba a tomar. Asumió en febrero de 1601 la gobernación de Chile en una situación algo más estable que la que asumió Francisco de Quiñónez, pero no fue bien recibido por la colonia chilena quien ya había probado la mano enérgica de Alonso de García Ramón.
LLegó con 260 soldados bien equipados, muchos de ellos mestizos traídos desde Perú, Ecuador y México. Fue un hecho que muchos de estos soldados desertaran al bando mapuche apenas sintieron que estaban del lado equivocado.
En este caótico escenario la iglesia tomó cartas en el asunto inmiscuyéndose en las políticas de la guerra. Predicaba a todas voces que el mapuche actuaba de esa manera por estar defendiendo su tierra y por los malos tratos que se les había dado en tiempos anteriores y que se les debía tratar mejor. Esto era una verdad a todas luces, pero su divulgación causaba en los naturales un exacerbación del odio hacia el español y además era interpretado como otro signo de debilidad.
Para entonces, los mapuches eran formidables enemigos, diestros en el manejo de la caballería, armas de fuego y tácticas de guerrillas y emboscamientos. Aquellos españoles que eran capturados se enfrentaban a un destino muy incierto, puesto que si eran considerados cobardes se les mataba horriblemente y si demostraban valentía y coraje tenían la esperanza de salvarse y vivir como esclavos.
El plan de Ribera era algo opuesto al de García Ramón y consistía en avanzar en líneas sucesivas de fuertes empujando lentamente la frontera hacia el sur. García Ramón le propuso su plan pero fue desechado por Ribera.
La primera campaña de 1601
Ribera salió con 540 soldados de Concepción en febrero de 1601 y se internó por el camino de la cuesta de Marigueñú en la costa de Laraquete sorprendiendo a los mapuches y arrasando sus sementeras obligándolos a huir. Una vez destruidas las cosechas y asentamientos volvió a Concepción, hizo preparativos para una defensa de sitio y luego se encaminó a Santiago, fundando de paso Lonquén en el río Itata.
Hay que hacer notar que Ribera tenía fama de mundano a los ojos de las autoridades eclesiáticas, en especial un obispo llamado Juan Pérez de Espinosa y los vecinos de Concepción y Santiago por estar en concubinato con una hermosa limeña María Lisperguer, tía de Catalina de los Ríos y Lisperguer, llamada La Quintrala. El obispo Pérez de Espinoza trató por todos los medios y mediante el concurso de vecinos descontentos hacer llegar a la Inquisición en Perú de la conducta liberal del gobernador.
Creación del ejército de Chile
Ribera propuso al Rey don Felipe III, la creación de un ejército permanente y profesional como un modo de mantener con algún grado de éxito la guerra de Arauco, sin necesidad de expoliar a los sufridos habitantes de la colonia.
Creó una economía autónoma para proveer a este ejército, conocido también como los " Tercios de Arauco", de los elementos materiales que requería, pues los que venían del Perú se demoraban demasiado. De este modo nacieron fabricas artesanales y talleres de confección de herrerías, telas y zapatos, que dio trabajo a sastres, herreros y carpinteros que se agruparon en asociaciones estatales.
Estos costos eran pagados con dinero del virreynato o del mismo reino y evitó las llamadas "derramas" o contribuciones forzadas de aprovisionamiento por parte de los vecinos. Prohibió la presencia de indígenas en las ciudades y fuertes y suprimió la prostitución de soldados españoles con las "rabonas" o indias mestizas como un modo de asegurar que la información no se traspasara al enemigo.
La segunda campaña en 1603
En enero de 1603 Ribera adelanto la "frontera" hasta llegar al Bío Bío y fundó un fuerte llamado Nuestra Señora de Ale. Allí se enfrentó a un ejército de 5.000 huestes mapuches comandadas por el cacique Nabalburi a quien logró derrotar parcialmente, gracias al numeroso contingente de 500 soldados españoles. Tuvo que además ir en auxilio de los pobladores de Osorno y Valdivia quienes estaban padeciendo de hambre.
Campañas de 1604 a 1605
En 1604, Ribera creó a un ejército permanente de 1.500 hombres, pagado de réditos reales. Su plan estratégico era concentrar las fuerzas españolas en una serie de fortalezas a lo largo de la frontera y consolidar la energía española, que se podría entonces avanzar al sur. En su primer período de gobierno, él podía avanzar en el territorio de Mapuche y construir 19 fortalezas.
En febrero de 1604, Ribera salió de Concepción con un batallón punitivo de 500 soldados en dirección a Purén, pero los indígenas no presentaron batalla limitándose a darles paso. Ribera tuvo que contentarse con asolar las sementeras y quemar rucas vacías. Los mapuches realizaron guerra de guerrillas, con ataques menores que generalmente buscaban hacerse de elementos materiales. En Yumbel una guarnición fue exterminada lo que provocó una dura reacción de Ribera en los alrededores de La Laja y Yumbel. Los mapuches no presentaron batalla en ningún caso, ni tampoco establecieron sitios a las ciudades importantes como en antaño. Muy probablemente esto se debía a una epidemia de tifus que los diezmaba.
Al final las intrigas de la iglesia en contra de Ribera se cobraron con el gobernador que fue relevado de su puesto y reasignado a Tucumán, siendo reemplazado por Alonso García Ramón, mientras se llevaba un juicio de residencia en contra de Ribera.
Campañas de Alonso García Ramón
Periodo de la guerra defensiva
El virrey del Perú asignó por instrucciones de Felipe III, al sacerdote Luis de Valdivia como cabeza de las directivas de la guerra en Arauco.
El padre Luis de Valdivia estaba convencido de que el medio más eficaz para concluir con la Guerra de Arauco era la supresión del servicio personal de los indígenas y el término de la guerra ofensiva, lo que debía ir acompañado por un esfuerzo evangelizador de los religiosos. En 1606 viajó al Perú y expuso estas ideas al recién llegado Virrey, el marqués de Monterrey, quien lo envió a España para obtener la sanción real del sistema propuesto.
Luego de recibir la aprobación en 1612, el padre Luis de Valdivia viajó ese mismo año desde Tucumán junto a Alonso de Ribera; quién había sido liberado de los cargos que se le imputaban y se le reasignaba un segundo mandato en Chile. La condición de esta nueva oportunidad de gobierno para Ribera era que aceptará el libre concurso del padre Valdivia en la guerra defensiva.
Parlamento de Paicaví
Alonso de Ribera convocó el 9 de diciembre de 1612 a una junta de paz en Paicaví, y asistieron los caciques Anganamón, Tereulipe y Ainavilú. En ella el padre Valdivia los trató con extrema condescendencia, dando por promesa la destrucción del fuerte de Santa Fe, el regalo de las embarcaciones anexas y la liberación de los indios del servicio; a cambio los indígenas debían aceptar la paz y que misioneros estuvieran entre ellos en labores evangelizadoras. Los caciques mirándose unos con otros, aceptaron con falsas promesas de paz a los sacerdotes Horacio Vechi, Martín de Aranda y a Diego de Montalbán en sus asentamientos.
Remprendimiento de la guerra ofensiva
Al ser muertos los sacerdotes por Anganamón luego de que una española y algunas otras mujeres suyas le fuesen robadas por un español enviado del cura Valdivia (F. Nuñes, el Cautiverio Feliz, entre otros). Esto, ilustra que a pesar de las disposiciones reales sobre la guerra defensiva, el ejército permanente de la frontera, acostumbrado a las malocas y al tráfico de esclavos que el rey había autorizado por real cédula en 1608, difícilmente pudo abandonar sus hábitos, de ahí que el levantamiento mapuche no se hiciera esperar.
Así, Ribera tuvo que re-emprender la guerra ofensiva, además de lidiar con correrías de piratas. Pero el Alonso de Ribera que llegó de Tucumán no era el mismo de antes, ya estaba cansado, muy enfermo. Finalmente falleció, profundamente enemistado con el padre Valdivia, en 1617.
Campañas entre 1619 y 1640
Campaña de Pedro Osores de Ulloa
Entre 1619 y 1623 se declaró una segunda epidemia de viruela entre la población indígena alcanzando también a la población mestiza en la colonia. Para suerte de la colonia, esta epidemia imprimió un freno a la rebelión desatada en Curalaba pues diezmó a las poblaciones rebeldes en un momento en que la gobernación de Chile, desde la muerte de Alonso de Ribera, pasaba por una y otra mano donde ninguno de los interinatos tenía mayores aptitudes militares.
La excepción a la regla fue Pedro Osores de Ulloa un anciano militar dotado de un carácter enérgico que impuso disciplina al desastrado e inoperante ejército colonial: ejecutó a los desertores e imprimió un nuevo impetú de armas a sus soldados. Cuando estuvo ya en condiciones operativas la soldadesca salió en una campaña punitiva contra los indios de Purén quienes no le dieron batalla por encontrarse diezmados y le rehuyeron el combate de frente.
Por estas fechas llegó Catalina de Erauso, llamada la Monja Alferez, quien luchó como cualquier soldado frente a los mapuches y sobrevivió.
Osores de Ulloa además planteó al virreynato del Perú la reconstrucción de Valdivia y la factibilidad de hacerlo recayó en el conde de Guadalcazár que había sido encomendado el reconocimiento de las costas australes en prevención de ataques de piratas holandeses.
Esta expedición naval llegó y remontó hasta Valdivia. Viendo que los indígenas reunidos en tierra le exponían una gran cruz como aparente signo de bienvenida se dispuso el desembarco de Pedro de Balmaceda con 10 soldados, apenas hubieron puesto los pies en tierra fueron masacrados por la turba de indios ante la atónita vista de la gente en las embarcaciones y huyeron del lugar.
Osores intentó hacer llegar a la corona un informe del estado de la Guerra de Arauco a Felipe IV, el nuevo rey, pero este monarca estaba aun influenciado con los informes del Padre Valdivia y solo atinó a enviar directamente desde España una flota de tres navíos con 400 soldados a cargo de Iñigo de Ayala, la cual zozobró a la altura del Estrecho de Magallanes, salvando solo un navío que desembarco la infantería sobreviviente, de la que sólo llegaron 80 soldados a Chile por tierra.
El anciano gobernador, falleció en septiembre de 1624 cuando estaba por salir a dar una batida para Valdivia.
Campaña de Luis Fernández de Córdoba
En abril de 1625 asumía como gobernador Luis Fernández de Córdoba y Arce, sobrino del virrey del Perú. Este aristocrático e inteligente español derogó mediante el concurso de una cédula real la guerra defensiva impuesta por el infamado Padre Valdivia autorizando de paso a someter a esclavitud a los mapuches capturados, asimismo forjó desde el primer momento una imagen de hombre fuerte. Reprimió con dureza los abusos y fraudes e impuso una severa disciplina marcial.
Realizó varias batidas contra La Imperial donde capturó un cierto número de indígenas, que le costaron 30 españoles y más de 100 yanaconas muertos a fines de 1627. Estando en La Imperial un ejército de 300 soldados y 400 yanaconas al mando de Juan Fernández Rebolledo con estos prisioneros, se le dejó caer en la noche una turba de indios comandadas por un ex-yanacona llamado Lientur quienes mataron a 28 españoles más y recuperaron a los prisioneros. Fue necesario desalojar a toda prisa La Imperial y retroceder a Angol con muchos heridos.
Los indios a pesar de la epidemia se enardecieron y se sublevaron asaltando Chillán y el fuerte de Nacimiento que estuvo a punto de sucumbir si no hubiera sido por el directo auxilio del gobernador.
Lientur realizó una guerra inteligente de guerrillas y asoló nuevamente Chillán para ir a refugiarse en la alta cordillera, inútiles fueron los esfuerzos por capturarles.
En abril de 1629, Lientur atacó nuevamente Chillán y el corregidor de Chillán, Gregorio Sánchez de Osorio, lo emboscó. Pero Lientur admirablemente los envolvió y mató al corregidor y 8 españoles.
En mayo de 1629, el capitán Fernández Rebolledo le presentó batalla muy cerca de Yumbel, en un sector llamado las Cangrejeras, quien fue derrotado en un combate cuerpo a cuerpo muriendo 70 españoles y tomando los indígenas por prisioneros a 36 sobrevivientes, entre ellos al capitán Francisco Núñez de Pineda, quien pasó siete meses cautivo entre los indios( es autor de Cautiverio Feliz).
El gobernador Fernández de Córdoba, a la luz de los hechos, se dio cuenta que nada podría hacer para mejorar la situación en la guerra, que ya tenía 83 años de duración, y pidió relevo.
Campaña de Francisco Lazo de la Vega
Francisco Laso de la Vega tomó posesión del cargo de gobernador de Chile en diciembre de 1629, este español era como muchos de sus predecesores un brillante militar con éxitos en campos de batalla europeos. Sus principales características eran su férrea determinación, arrojo y valentía. Este perfil de gobernante iba a dar como resultado una de las mejores actuaciones en la Guerra de Arauco.
Al asumir la gobernación de Chile no tenía mayor noción de las características de la Guerra de Arauco, pero una vez en Chile, tomó la firme determinación de poner en cintura a como fuera lugar a los mapuches. Deseoso de batir a los indígenas, una vez organizado el ejército, avanzó hasta el fuerte de Arauco.
La emboscada de Picolhué
Estando en el fuerte de Arauco supo por indios amigos que el cacique Butapichón estaba en las inmediaciones con un número elevado de huestes. Despachó al capitán Juan Morales con unos 15 españoles y yanaconas a reconocer el terreno con la expresa orden de no presentar combate ni traspasar una quebrada llamada "la quebrada de Don García".
La avanzada no regresó y salió el gobernador con 400 españoles y una avanzada de yanaconas. Suponiendo que el capitán Morales había traspasado la quebrada se adentró en ella y al salir se topó con una masa de indios superior a los 5.000 guerreros que le hicieron frente. La batalla fue en extremo recia y el gobernador vio muy comprometida la situación ordenando el gradual retiro hacia la quebrada, sin embargo, un par de capitanes, Lillo y Bernal quisieron perseguir una porción de la infantería enemiga que se dio a una aparente fuga, pero fueron cortados del grueso al cerrarse las filas detrás de ellos.
Lazo de la Vega no pudo reabrir las filas cerradas de indígenas. De no ser por la aparición del capitán Morales más dos compañías de arcabuzeros que atacaron el flanco enemigo, no habría podido retirarse. No obstante, perdió a más de 43 de los suyos que quedaron muertos o prisioneros más una crecida porción de yanaconas.
Lazo de la Vega pudo en esta derrota ver la naturaleza del enemigo a que se enfrentaba y se dio cuenta que necesitaría algo más que arrojo y valentía para llevar con éxito su campaña.
Batalla de los Robles
A fines de marzo de 1630, el gobernador inició una batida punitiva hacia las ciénagas de Purén con 400 españoles y 100 yanaconas. Durante un mes dio vueltas por territorio enemigo y este no le presentó batalla, limitándose a quemar las sementeras.
Frustrado, inició el regreso y luego de dejar Yumbel acampó el 14 de mayo de 1630 en un sector ribereño del Itata llamado Los Robles, sin sospechar que Butapichón le venía siguiendo los pasos. Rápidamente, y aprovechando que los españoles no habían montado centinelas, se dejó caer sobre el campamento matando a varios españoles en forma sorpresiva.
Tal fue el desconcierto que se armó una batalla campal en combate cuerpo a cuerpo en donde los españoles lucharon con excepcional bravura logrando contener a los indios que finalmente se retiraron, no sin antes llevarse numerosos prisioneros. Lazo de la Vega tuvo 20 muertos, 40 heridos y un número indeterminado de prisioneros.
A fines de diciembre de 1630 Lazo de la Vega logró reclutar unos 150 españoles voluntarios en Santiago que pensaba sumarlos a los ya 1.600 soldados acantonados en el sur. Su idea era internarse en el mismo corazón de Arauco y dar una batalla armagedónica a los mapuches para terminar de una vez por todas con la guerra. El pánico general cundió cuando la población supo de las osadas intenciones del gobernador y el Cabildo le rogó que desisitiese de hacer ese tipo de guerra, pero fue inútil, Lazo de la Vega quería esa batalla decisiva.
Batalla de Albarrada
En enero de 1631 se reunió Lazo de la Vega en el fuerte de Arauco con más de 800 españoles en armas y más de medio millar de yanaconas, nunca se había visto tal fuerza reconcentrada en un solo punto. Mientras eso sucedía los caciques Lientur y Quempuante sumaron unos 5.000 guerreros y paradójicamente también buscaban la idea de una batalla decisiva, lo que Butapichón rechazó en un principio, como iniciativa y se apartó con unos 2.000 guerreros propios. De todos modos, la proporción de fuerzas era de 1:3 en desventaja española.
Los indios llegaron a las inmediaciones del fuerte el 12 de enero, adelantándose a los planes de Lazo de la Vega y comenzaron a provocar a los españoles a batirse en campo abierto.
El 13 de enero de 1631, Lazo de la vega ya habiendo hecho confesar a sus huestes salió del fuerte y eligiendo cuidadosamente el terreno fue a tender su línea de batalla en Petaco. La acción se inició con una carga de un escuadrón de indígenas que fueron contenidos con fusileros alternados protegidos por lanceros. Una vigorosa carga de caballería fue contenida por los escuadrones mapuches y el combate por unos instantes se tornó indeciso.
Lazo de la Vega se subió a un caballo y arengando a su infantería cargó en contra de uno de los flancos mapuches, la caballería logró rehacerse y cargó también por el otro flanco. Los indios de Quepuante empezaron a abrir filas ante la doble embestida y retrocediendo fueron a dar a una ciénagas donde se empantanaron, momento que aprovecharon los españoles para hacer una carnicería entre ellos. Murieron 800 mapuches y se tomaron prisioneros a medio millar más, los españoles solo tuvieron heridos.
Esta victoria fue una de las mejores obtenidas para las armas españolas desde los tiempos de García Hurtado de Mendoza, sin embargo Lazo de la Vega creyó que esta gran victoria iba a doblegar definitivamente a los mapuches y dar la paz tan anhelada, pero amargamente debió comprobar que no era de ese modo y debió retomar el antiguo plan de Ribera de hacer la guerra defensiva.
Entrado el invierno de 1631, la suerte siguió favoreciendo a las armas españolas al eliminar en el valle de Elicura a Quempuante y a su sucesor el cacique Loncomilla. Solo faltaba Butapichón quien sabiamente rehusó el combate y no le presentó batalla en las redadas y batidas punitivas en pleno corazón mapuche, logrando capturar otro medio millar de indígenas y recuperando miles de cabezas de ganado y rescatando a españoles cautivos.
Para 1634, la voluntad guerrera mapuche había cambiado aparentemente y se notaba el languidecimiento de las actividades predatorias de los indios debido al arrasamiento material. Lazo de la Vega resolvió repoblar Angol en 1637 en forma prudente después de vencer al cacique Naucopillán en el combate breve de Angostura. Entregó el gobierno al Marques de baides: Francisco Lopéz Zúñiga. La guerra y las preocupaciones constantes minaron la salud de este bravo gobernador y en julio de 1640 falleció cuando recién llegaba a Lima en busca de ayuda médica.
Primeros parlamentos
Gobiernos de Francisco López de Zúñiga y Martín de Mujica y Buitrón
El primer parlamento de Quillín
El nuevo gobernador, Francisco López de Zúñiga asumió el 22 de mayo de 1639 la gobernación de Chile estando la situación de la guerra en un estado óptimo para los españoles ya que las derrotas sufridas a manos de Lazo de la Vega habían quebrantado la capacidad ofensiva de los mapuches, sumándose a las continuas pestes que afectaron a la población nativa, así que se anhelaba una situación de paz.
López de Zúñiga había sido un notable soldado al servicio de la corona y el rey lo había agasajado con un gobernación en Perú, pero los acontecimientos en Chile le hicieron nombrarlo gobernador, cosa que no gustó a Lopéz de Zúñiga. A pesar de esto se abocó a la tarea de reclutar unos 300 soldados y se embarcó con ellos hacía Chile.
En realidad más que un soldado, el gobernador era una persona muy ambiciosa e inteligente, su único anhelo era enriquecerse a como fuera lugar y al asumir la gobernación se dio cuenta que si en el periódo que gobernaba no tenía la paz con los mapuches, sus planes de fortuna se esfumarían.
Resolvió entonces, que primero debía ganarse la voluntad de la Iglesia reviviendo los planes del iluminado sacerdote Luis de Valdivia, pero además debía demostrar fuerza ante los mapuches. Seguidamente, salió con un ejército de 1.700 soldados hacia Purén en enero de 1640 y logró contactarse con el cacique Lincopichón, hermano del ya mencionado y huidizo cacique Butapichón a quien le dio un gran recibimiento y promesas de paz, todo a la vista de las impresionantes fuerzas españolas, para que no quedara duda que las intenciones de paz no estaban sustentadas en cobardía o debilidad.
Lincopichón cayó en el juego de López de Zúñiga y dispersó la noticia de las buenas nuevas a las demás tribus. López de Zúñiga además se dedicó a informar al rey de que la situación en Chile era desesperada y que los mapuches estaban a punto de caer con 6.000 huestes sobre sus fuerzas, esto a fin de que se le asignaran aún más pertrechos y soldados, y de paso arruinando el prestigio ganado justamente por Lazo de la Vega.
Se sumó a favor de López de Zúñiga el hecho de que el Volcán Villarrica hiciera erupción, lo que los mapuches interpretaron como que los dioses estaban enojados con ellos.
El 6 de enero de 1641, López de Zúñiga se reunió en las márgenes del río Quillín con varios caciques: Lincopichón, Butapichón, Tinaquepo y otros toquis y los vecinos de Concepción. En este parlamento se acordó por primera vez el reconocimiento de los mapuches como una entidad soberana de sus tierras, cuya frontera se les restituía hasta el Bío Bío y además se les eximía de la esclavitud y servidumbre, se comprometían a dejarse evangelizar, y a la entrega de cautivos españoles y el establecimiento de comercio; los españoles se comprometían a respetar a los indios en sus tierras, despoblar Angol, excepto el Fuerte de Arauco y el libre tránsito comercial. Si el Padre Valdivia hubiera estado presente en ese momento no habría cesado de bendecir a Lopéz de Zúñiga, pues ese acto era la consumación de sus deseos.
En Santiago y el resto de Chile, el pacto de Quillín cayó como un balde de agua fría para los veteranos españoles quienes se sintieron ofendidos en sus logros anteriores, se echaba por tierra, sangre española derramada inútilmente, años de servicio y un retroceso en la conquista del territorio mapuche. Para los indios era una dorada ocasión para recuperarse de los quebrantos sufridos y poder tener tiempo de armarse.
López de Zúñiga aprovechó estos momentos de paz para lucrar en su gobierno, aun a costa del situado real, la corrupción pronto se generalizó a costas de las arcas del rey.
En 1643, dio una batida en las comarcas indígenas cordilleranas y capturó a Lincopichón y al renombrado Butapichón y los mantuvo como rehenes de garantía de paz.
Ya para 1644, López de Zúñiga comenzó a implorar al rey su relevo, pues se veían brotes de insurrección entre los mapuches, sumado a la presencia de piratas holandeses en Valdivia.
En 1646, llegó el relevo de Lopez de Zúñiga, este era Martín de Mujica y Buitrón. López de Zúñiga dejó el país con una cuantiosa fortuna, producto de los negocios que estableció en Santiago y fue a radicarse al Perú.
Dejaba al país con los mapuches ya alzados en rebelíón, una situación económica casi en el desfalco y un ejército indisciplinado y relajado.
Como corolario paradójico, López de Zúniga una vez en el Perú multiplicó aún más su fortuna y se enriqueció durante 8 años en ese país antes de fletar 4 navíos que partieron a España en 1656 con toda su familia y su tesoro. Casi al llegar a Cádiz fueron interceptados por una flotilla inglesa, donde murió junto con la mitad de su familia. Los ingleses se apropiaron de toda la fortuna y más tarde devolvieron a España a 5 niños sobrevivientes de la familia del malogrado ex-gobernador.
El segundo parlamento de Quilín
Martín de Mujica y Buitrón era un soldado de la misma estirpe que Lopéz de Zúñiga, pero a diferencia de su antecesor, honrado, riguroso y honesto en sus acciones.
Lo primero que hizo al asumir en 1646 fue reformar al alicaído ejército que estaba en un estado de indisciplina nunca visto. Promulgo sanciones y reformas duras para lograr un grado de disciplina, además de ejecutar a algunos soldados para hacerse respetar. La dirección de la guerra fue encomendada al maestre Campo Francisco de Rebolledo, mientras Mujíca se abocaba al gobierno.
Los mapuches estaban insurrectos pero las acciones no se habían iniciado a causa de una peste de viruelas que mató a mucha población guerrera, así que por algún momento se podía hablar de paz nuevamente con los mapuches.
Asistido por los jesuitas, adalides del plan del Padre Valdivia, Mujíca decretó un cese de hostilidades por 50 días. En ese periódo, se acercaron muchos caciques a pedir la paz y volvieron a su tierra con muchos presentes. Además ordenó la libertad de Butapichón y Lincopichón con las correspondientes promesas de paz.
Mujica se hizo asesorar por un veedor que tenía gran influencia entre los indios, Francisco de la Fuente y Villalobos. Este consiguió deponer el sitio que cercaba a Valdivia para continuar la reconstrucción de la ciudad, también se logró la reconstrucción del fuerte de Tucapel.
El 24 de febrero de 1647 celebró la segunda pactación de Quillín con los términos favorables a los mapuches más ampliados que en la primera pactación. No bien firmados los acuerdos, Mujíca tuvo que ejecutar a algunos caciques que conspiraban su propia muerte apenas se retirara. Además una hueste de indios asaltó una columna que iba a Valdivia donde mataron a la compañía y robaron todo el ganado que llevaban.
Estas acciones endurecieron la postura de Mujíca quien ordenó que todo indio mayor de 15 años que tomará las armas fuese muerto en el acto o fuese hecho esclavo. Por un lado se acariciaba al indio que se evangelizaba y por otro lado se mataba o se esclavizaba al rebelde. Además se repitieron las pasadas de españoles al bando enemigo.
A pesar de sus esfuerzos la situación no mejoró mucho, logró que se pudieran evangelizar un mayor número de indios, pero las deserciones aumentaron por el lado español. En el bando contrario, los indios aparentando someterse a lo pactado figieron la paz, pero subterráneamente se estaba gestando una nueva gran insurrección. Mujíca murió súbitamente en abril de 1649.
Gobierno de Antonio de Acuña y Cabrera
A la muerte de Mujica, en abril de 1649, es nombrado gobernador de Chile el capitán Alonso de Figueroa y Córdoba, quien interesado en iniciar rápidamente una campaña militar contra los mapuches, solicitó refuerzos al Perú. Coincide esta petición con la ascensión al poder del nuevo virrey en Perú García Sarmiento de Sotomayor, el que decide no confirmar al gobernador en su puesto y nombra al maestre campo Antonio de Acuña y Cabrera como su reemplazante quien se apersonó en Concepción en mayo de 1650.
Este soldado español era muy afín a la orden jesuita y por tanto comulgaría fácilmente con las directrices del Padre Valdivia, y en efecto así fue, ya que los jesuitas manipularon a su antojo al nuevo gobernador. Además estaba casado con una mujer peruana de personalidad muy manipuladora llamada Juana de Salazar que aprovechándose de la debilidad de carácter y del cargo de su esposo, practicó un cuoteo familiar en el gobierno que a la larga provocarían un hito en la Guerra de Arauco.
Para cuando asumió Antonio de Acuña y Cabrera, los mapuches ya estaban recuperados de las pestes, el odio ancestral hacia el español no había menguado en las nuevas generaciones y el recuerdo de las pestes y las derrotas anteriores ya eran vagas imágenes en los loncos que habían surgido. La mecha de una nueva insurrección estaba dispuesta y solo bastaba algún simple hecho para que se encendiera con resultados insospechados.
El Parlamento de Boroa
Antonio de Acuña y Cabrera asesorado por los siempre presentes jesuitas instó a las tribus del sector de Valdivia y Osorno a hacer la paz, a lo cual los caciques respondieron favorablemente, incluso los de Chiloé, esto animó al gobernador a celebrar un parlamento en la localidad de Boroa en enero de 1651.
En el parlamento se ratificaron los mismos acuerdos que las paces de Quillín, pero además los indios debían reconocer como territorio español al norte del Bío-Bío, además de auxiliar a los españoles en sus requerimientos territoriales, tener de ellos la promesa de dejarse convertir por misioneros y deponer las armas y cultivar la tierra. Por un momento el iluso gobernador Antonio de Acuña y Cabrera creyó que la Guerra de Arauco tocaba a su fin.
Sin embargo, un acontecimiento imprevisto detonaría la mecha de la insurrección, un navío español, el San Jorge, conduciendo el real situado a Valdivia encalló en la costa de Osorno y los indios Cuncos viendo que los españoles traían gran cantidad de bastimentos, se les despertó la codicia y mataron a todos los tripulantes, 18 españoles, dos mujeres, un clérigo y algunos negros e indios, a fin de ocultar su crimen.
El gobernador supo de este incidente en marzo de 1651, apenas mes y medio del evento de Boroa, por medio de algunas tribus temerosas del castigo español y que denunciaron a los culpables. Iracundo, Antonio de Acuña y Cabrera ordenó el castigo a los culpables al gobernador de Valdivia, Diego González Montero pero cuidando de no tocar a las tribus restantes.
El gobernador recibió de parte de los indios Cuncos a tres caciques culpables y fueron sometidos a castigo, sin embargo González advirtió un cambio en la disposición de los que eran hasta entonces sus indios amigos. En efecto, meses después los mismos Cuncos mataron una avanzada de doce españoles.
El desastre de Río Bueno
En enero de 1652, la familia de la esposa del gobernador influyeron a Antonio de Acuña y Cabrera a hacer nombramientos de sus familiares en puestos claves en la frontera, José de Salazar fue nombrado jefe de la plaza de Boroa, Juan de salazar fue nombrado maestre de campo. De esta forma varios cuñados y familiares se acercaron a la sombra del mandatario a medrar de los cargos. Demás está decir que estos militares desconocían el temple guerrero de sus enemigos.
Los familiares se hicieron asesores permanentes de Antonio de Acuña y Cabrera quien se dejó convencer de que el castigo hecho a los Cuncos era insuficiente. En 1653 se aprobó una expedición de tipo punitivo a cargo de los cuñados del gobernador.
Juan de Salazar partió desde el fuerte de Nacimiento con un ejército de 900 soldados y millar y medio de yanaconas en enero de 1654. Este ejército acampó en la ribera norte del Río Bueno y el 11 de enero se les presentó una fuerza de 3.000 indios Cuncos dispuesto a no dejarlos pasar.
Juan de Salazar demostró una tremenda ineptitud táctica al ordenar construir un angosto puente de balsas e instruir a la vanguardia a comenzar el ataque una vez puesto el pie en la otra orilla. Los Cuncos dejaron pasar unos 200 soldados y auxliares y los cercaron causando una matanza. Salazar desesperado ordenó al grueso rebasar el puente para ir en ayuda de los cercados pero, el puente no resistió y se cortó llevándose a decenas de soldados arrastrados a la orilla enemiga donde perecieron masacrados a lanzasos. El resto de los cercados, unos 100 españoles y 4 capitanes y unos 100 auxiliares murieron cruelmente masacrados y a la vista del inoperante Juan de Salazar. Para los indios sublevados, Juan de Salazar quedó como un cobarde y el gobernador Antonio de Acuña y Cabrera como un inepto.
A Salazar se le instruyó un sumario, pero fue absuelto por influencia de la esposa del gobernador, incluso, se le permitió nuevamente comandar un ejército de 700 españoles y 1.700 auxiliares para vengar su afrenta y honor. Mientras tanto el comandante de la plaza de Boroa fue advertido por indios amigos que una gran insurrección estaba a las puertas. Envió a un indio de Talcamavida a entrevistarse con el mismo gobernador.
Antonio de Acuña y Cabrera no solo no recibió al mensajero si no que lo hizo azotar públicamente en la plaza de Santiago, pensando que el indio estaba confabulado con militares opositores.
En febrero de 1655. Juan de Salazar y su ejército acampó en Mariquina y estando en este campamento recibió alarmantes noticias de asesinatos de españoles a lo largo de toda la frontera, incluíanse robo de ganado y mujeres blancas en algunos fortines. Pronto las noticias fueron cada vez más angustiantes y graves.
Antonio de Acuña y Cabrera se unió a Salazar en Mariquina, pero los dos se dieron tumbos sin saber como enfrentar el grave conflicto que se les venía encima. El gobernador en una cuestionable maniobra, se retiró hasta el fuerte de Buena Esperanza, una plaza que era clave para cualquier veterano, su intención era alcanzar Concepción. Ordenó el despueble de esa plaza con una fuerza de 3.000 soldados! hacia Concepción y se plegó una larga columna de pobladores que salvaron con lo puesto solamente.
José de Salazar no fue menos que sus parientes y estando en el fuerte de Nacimiento ordenó su despueble a pesar de las rogativas de los veteranos por no hacerlo y aguantar un asedio hasta el invierno. No solo no dio oídos a los consejos más experimentados de los capitanes si no que continuó con los preparativos de huida donde fueron masacrados más de 200 soldados y un sin número de mujeres y niños fueron abandonados.
Los fuertes de Talcamávida y Colcura fueron sitiados y sus pobladores muertos, el fuerte de Arauco fue sitiado con graves padecimientos de sus pobladores, Boroa corrió igual suerte quedando sitiados sus moradores. Los indios en masa sitiaron luego Concepción y estuvieron a punto de tomar la ciudad.
Tal fue la indignación por la ineptitud e indecisión mostrada por Antonio de Acuña y Cabrera y sus familiares que el Cabildo de Santiago resolvió deponerlo, cosa nunca vista antes en Chile, y colocar como gobernador interino al ya anciano veedor Francisco de la Fuente Villalobos con la esperanza de que las buenas relaciones pasadas con los indios hicieran algo a favor de los españoles, Villalobos resultó ser tan inepto en lo militar que sus medidas solo condujeron a que los representantes de la Real Audiencia reconfirmaran en su cargo a Antonio de Acuña y Cabrera.
Tal era la confusión y el descalabro que la Real Audiencia se puso a las espaldas del inepto gobernador a dirigir las acciones militares como si fuera una marioneta. Algunas acciones tal como una victoria en las afueras de Concepción sobre montoneras mapuches abrieron un poco la situación permitiendo desalojar el fuerte de Arauco y reconcentrar en Concepción una mejor fuerza para una futura ofensiva.
Súbitamente, tal como había empezado, los indios se retiraron de la frontera en la más aparente calma llevándose a sus comarcas el botín, mujeres, niños y soldados españoles prisioneros como esclavos internándose en su territorio sabiendo que el español no podría hacer nada por ahora. De haber habido un líder de peso, probablemente los mapuches habrían finiquitado la conquista española.
Gobierno de Pedro Porter Cesanete
Dadas las circunstancias que se vivían en el gobierno de Chile, el Virrey del Perú manda a llamar al gobernado Acuña y Cabrera. Este no cumple con la orden y en respuesta es nombrado Gobernador de Chile Pedro Porter Casanate, quien relevó prácticamente a la fuerza al porfiado gobernador saliente Acuña y Cabrera, instándole a cumplir la orden del virrey del Perú. Asumiría en diciembre de 1655 cuando ya se gestaba la segunda fase de la rebelión indígena en el marco de la guerra de Arauco.
El estado en que se recibía el reino, era semejante a lo ocurrido con Oñez de Loyola, se habían perdido los fuertes de Talcamávida, Colcura, Arauco, se conservaban aun Boroa, Valdivia, Chillán y Concepción a duras penas y solo con la porfía de sus defensores.
Casanate no era soldado, sino marino instruido, de carácter aguerrido y valiente, prudente e inteligente, muy enérgico y honesto a toda prueba. El Virrey del Perú vio en el las cualidades necesarias para la extrema situación que se vivía en el reino de Chile.
Cuando Casanate llegó a Chile y se impuso de la situación echó rápidamente a un lado a los pegajosos jesuitas y su iluminada doctrina del Padre Valdivia y se dedicó a planificar el más fuerte golpe posible que se le pudiera dar a los indios rebeldes.
Debutó con una victoria en Conuco, el 20 de enero de 1656 donde escarmentó duramente a los indígenas comarcanos que les presentaron batalla; cabe hacer notar que los mapuches y sus aliados no podían reunir grandes huestes por estar aun con una población algo reducida y por no ser coherentes entre sí.
Casanate salió de Concepción en febrero de 1656, con unos 700 soldados españoles, sin yanaconas y delegando el mando de la fuerza al capitán Francisco Nuñez de Pineda, veterano de la guerra con los mapuches. Las fuerzas de Cesanete liberaron Boroa en marzo del mismo año, librando una batalla en Los Sauces con una brillante victoria española. Se resolvió liquidar el fuerte y devolverse a Concepción con los sobrevivientes de Boroa. Casanate quedó sorprendido de la fiereza del pueblo mapuche y estimó sabiamente que debía ser muy cuidadoso en planificar sus acciones.
Campañas mapuches del mestizo Alejo
Existía en el ejército de Porter un soldado mestizo al que se le conocía como El mestizo Alejo quien se lució en la batalla de Conuco. Como se hicieran evidentes entre sus pares sus dotes y participación solicitó que se le ascendiera a oficial, pero la negativa fue tan rotunda, brutal y contundente que resolvió pasarse al enemigo.
Era este hombre, muy bien parecido, de dotes intelectuales por encima de la media, valor a toda prueba y dotes de líder, fue rápidamente apreciado por los mapuches, quien los convenció que las batallas a campo abierto solo conducían a una segura derrota.
Adiestró a los mapuches en la guerra de guerrillas, ya ensayada antes por el hábil Butapichón y otros, pero dándoles Alejo una perspectiva más eficiente, además buscó alianza con los Cuncos, Pehuenches y Picunches.
Debutó Alejo en la batalla de San Rafael (antiguamente denominado Molino del Ciego) sorprendiendo con 1.000 de sus huestes a una avanzada de 200 españoles al mando del capitán Pedro Gallegos, quienes se fortificaron en una loma, mientras despachaba emisarios al fuerte de Conuco para refuerzos.
Hábilmente, Alejo atacó de frente la posición española mientras mandaba destacamentos por la retaguardia para desbocar a los caballos que les eran inútiles a los españoles en esa posición. Logró desbaratar la defensa española y los indios prácticamente masacraron a unos 190 españoles, dejándose unos cuantos para sacrificios y canjes.
Otra victoria obtenida en Los Perales desbarató a unos 250 españoles al mando de Bartolomé Pérez Villagrán. Sin embargo, en Lonquén fue rechazado cuando atrincheró a un destacamento de 280 españoles al mando de Bartolomé Gómez Bravo quien pereció como un valiente en el campo. Alejo tuvo la suerte de no ser perseguido.
Porter Casanate, una vez tomada las providencias que le produjo un terremoto que destruyó Concepción, salió de la reconstruida ciudad a fines de 1657 con una fuerza de 1.200 soldados con los que llegó al fuerte de Conuco.
En año nuevo desbarató una fuerza de caballería indígena de 500 huestes y luego realizó correrías punitivas en los alrededores del destruido fuerte de Curaco y Hualqui, Renaico y Mulchén, donde liberó a cautivos españoles y sustrayéndoles a los indios numeroso ganado, causándoles a los indígenas unas 600 bajas en total.
En 1659, el gobernador intentó la captura del mestizo Alejo sin lograr su objetivo, pues se había refugiado en la alta cordillera con los pehuenches al mando del cacique Inaqueupu.
Nuevamente la peste de viruelas asolaban a los indígenas en ese invierno de 1660 y Alejo solo pudo reunir unas 300 huestes para la campaña que se traía entre manos, con la intención de tomarse Concepción. Acampó aguas arriba del río Andalién en preparativos de la batalla.
Fue a interponerse el capitán Juan de Zúñiga con 200 españoles, Alejo fingió retroceder a la carrera con sus fuerzas siendo perseguido por Zúñiga y cuando repechaban una loma escarpada, se devolvió sorpresivamente con sus guerreros y efectuaron una matanza entre los desprevenidos españoles, dejando en el campo al mismo Zúñiga y 60 soldados españoles.
Sin embargo, no iban a ser los españoles quienes finiquitarían al gran mestizo Alejo, si no que serían sus propias concubinas. El mestizo había capturado a dos hermosas españolas y cometió el error de favorecer a las españolas y repudiar a dos indias que eran sus concubinas. Estas, celosas lo mataron cuando dormía embriagado en su ruca. Temiendo por sus vidas fueron a entregarse al gobernador Porter Casanate quien las premió con una pensión.
Campañas mapuches de Misqui
Para la primavera de 1661, un nuevo líder había ocupado la vacante de Alejo, se llamaba Misqui, quien sin poseer las mismas dotes que el mestizo tenía más arrastre entre su gente. Logró acaudillar unas 1.500 huestes reuniendo sus fuerzas en el sector denominado Curanilahue, cercano al Salto del Laja.
Una fuerza española al mando del maestre campo Jerónimo de Molina con 600 soldados coincidió en el sector sin ser advertido por las huestes de Misqui. Molina advertido por un indio amigo de la concentración enemiga en el sector llamado Curanilahue, que tenía al alcance de la mano, resolvió efectuar un ataque nocturno por sorpresa a la luz de la luna.
El ataque se efectuó en forma de tenaza y logró desbaratar la defensa mapuche dejando a 600 indios muertos y más de 200 prisioneros. Misqui logro escabullirse (aunque ya no volveria a ser una amenaza) pero fue capturado y ahorcado sumariamente en Yumbel, muy cerca del campo de batalla, en 1663.
Porter Cesanete apenas alcanzó a cosechar los frutos de la victoria en Curanilahue, pues enfermó gravemente, alcanzó a realizar la paz con las tribus rebeldes y murió el 27 de febrero de 1662, dejando ahogada la tremenda rebelión desatada por su antecesor, Acuña y Cabrera.
Las concecuencias de la ultima gran rebelión mapuche fueron terribles para los criollos, entre 1655 y 1661 según Carvallo y Goyeneche los indígenas "cautivaron 1.300 personas españolas. Saquearon 396 estancias. Quitaron 400.000 cabezas de ganados, vacunos, caballar, cabrío y de lana, y ascendió la pérdida de vecinos y del rey a $8.000.000 de que se hizo jurídica información." Se perdieron las plazas y fuertes de Arauco, San Pedro, Colcura, Buena Esperanza, Nacimiento, Talcamávida, San Rosendo, Boroa y Chillán; y con ellos más de la mitad del armamento del reino.[6]
Comienzo del Aletargamiento de la guerra
No se imaginaba Porter Cesanete que la victoria sobre Misqui iba a tener trascendencia, pero los mapuches imposibilitados de reunirse en grandes masas optaron por retirarse a sus comarcas, esto no significó una disminución del odio hacia el huinca(español en mapudungun), si no un aletargamiento de la voluntad de lucha.
Esta conducta encuentra respuesta principalmente en el mestizaje cada vez más notorio en el pueblo mapuche y la disminución de la resistencia a la presencia española, muchas tribus e indígenas empeazaron a depender del pago por servicios, la dependencia de un patrón, y también de los golpes que las pestes como la viruela asestaban a la población indígena a lo largo de varios años.
Estadísticas para 1664
Para 1664 el Virreinato del Perú estimaba entre 30.000 y 42.000 los españoles fallecidos en Chile de los cuales la mitad era consecuencia directa de la Guerra de Arauco. Dos gobernadores: Valdivia y Oñez de Loyola, talentosos estrategas militares, con éxitos fuera de Chile, encontrarían la muerte a mano de los indios mapuches y asociados.
Nunca se censó a los yanaconas venidos del Perú y mucho menos a los de Chile, pero se estimó en 60.000 los indios auxiliares sacrificados. Los mapuches al comienzo de la guerra tenían una población estimada de entre 1.000.000 y 1.500.000 habitantes, se calcula que para 1664 habían fallecido entre 90.000 y 100.000 guerreros (según los más alcistas hasta 200.000), sin incluir las pestes traídas por el español que mataron a casi dos tercios de la población asentada indígena.
La guerra a mediados y fines del siglo XVII
El gobernador Francisco de Meneses desbarató un conato de rebelión en abril de 1664 y nuevamente los indios ofrecieron la paz, esta vez Meneses exigió como condición que cada tribu dejara un hijo de cacique en territorio español a cargo del pecunio del gobernador.
En el periodo comprendido por los años 1665 a 1695, no hubo una guerra propiamente como tal, si no un aletargamiento prolongado, los indígenas probaron alternativamente la mano de uno u otro gobernante en este periodo.
En 1672, durante el primer gobierno civil de Juan Henríquez de Villalobos, nuevamente ocurrió un levantamiento general de los indígenas, que fue sofocado de un solo y firme golpe con la pérdida de 1.000 huestes e idéntico número de prisioneros que se vendieron al Perú.
Existieron también renegados como un tal Garrido que se pasó al lado mapuche y se convirtió en bandolero, pero fue atrapado y ahorcado en 1675.
A su vez gobernadores como Marcos José de Garro Senei de Artola renunciaron a la evangelización y mantuvieron siempre la espada en la mano y arriba de la cabeza de la población nativa como amedrentamiento.
Gobierno de Tomás Marín González de Poveda
En 1692, otro conato de rebelión más seria se vislumbró durante el gobierno de Tomás Marín González de Poveda, donde nuevamente los jesuitas con su influencia pretendieron realizar una especie de guerra espiritual con los indígenas, esto provocó hondas irritaciones en el seno de la adormecida comunidad indígena por los desatinos provocados por los sacerdotes que pronto se transformó en una rebelión.
González de Poveda tenía prohibición real de hacer la guerra militar contra los mapuches a causa de la influencia de los mismos jesuitas ante la corte. Sin embargo, se alzó un cacique de la región de Maquegua, llamado Millapán quien realizó varios asesinatos a españoles. Poveda viendo que la insurrección iba creciendo se dio cuenta que si no actuaba pronto, la situación se desbordaría, así que después de negociar con autoridades eclesiásticas y con el apoyo de la población, sacó hacia el sur, una fuerza expedicionaria de 1.600 hombres, más 2.000 auxiliares. Viendo la determinación española, y la fuerza que se sustentaba, los indios corrieron a dar la paz en el Parlamento de Choque-Choque.
La guerra durante el siglo XVIII
Durante el gobierno de Francisco Ibáñez de Segovia y Peralta, el ejército español estaba en su peor estado de miseria: sin pertrechos, sueldos atrasados y focos de rebelión que se venían desarrollando continuamente.
Si se hubiera querido realizar una campaña de demostración de fuerzas, los resultados habrían generado una rebelión indígena de proporciones. Los indios estaban en aparente paz, pero los infaltables misioneros jesuitas contribuían mucho a fastidiar a las comunidades mapuches.
La rebelión Mapuche de 1723
La paz ya duraba más de 30 años, pero un hecho desencadenado por los mismos españoles produjo un nuevo quiebre cuando precisamente uno de estos capitanes de amigos provocó una peligrosísima situación en marzo de 1723.
Los indios de Querecheguas asesinaron a Pascual Delgado, su capitán de amigos debido a su carácter soberbio en una borrachera, esto produjo que por el temor al castigo los indios se sublevaran en masa, una serie de desatinos y desconfianzas mal manejadas por los españoles contribuyeron a que el clima de la región se pusiera muy tenso.
En Purén, un capitán llamado Mateo de Gallegos aprisionó a un grupo de caciques que habían venido a ofrecer el paradero de los indios criminales, Gallegos por desconfianza no les creyó y los encerró. Esto trajo como consecuencia que los indios comarcanos de Maquegua sitiaran el fuerte de Purén.
El gobernador de turno, Gabriel Cano de Aponte, se hizo presente en Yumbel con 500 soldados. Las acciones realizadas por el comandante de la plaza de Concepción, Manuel de Salamanca hicieron desistir a los indios de mantener el sitio y huyeron.
Hubo algunas escaramuzas y escarmientos en donde el cacique rebelde llamado Vilumilla hostigó la zona del Laja y Purén hasta que sus fuerzas fueron dispersadas por el hábil y severo capitán Manuel de Salamanca.
Cano de Aponte juzgó necesario retirar la línea defensiva de fuertes y procedió a despoblar los fuertes de Arauco, Colcura, Tucapel, Purén y Nacimiento retirándose a la ribera norte del Bío-Bío. Estas acciones no fueron bien vistas por la corona liderada por el rey Felipe V, quien vio en estas acciones la renuncia a conquistar Arauco y procedió a enviar soldados y apertrechamientos a Chile en 1724.
El Parlamento de Negrete en 1726
Cano de Aponte celebró un parlamento en los llanos de Negrete, donde junto a 113 caciques conferenciaron sobre las causas de la rebelión y sus soluciones, cabe hacer notar que es inédito que los indios expusieran a los capitanes de amigos abusadores como causa de la rebelíon, sin pedir que se les quitaran de encima, sino que se les reemplazara por otros más justos. Cano de Aponte además reguló la forma de comercio con los indígenas mediante un sistema de ferias trimestrales, más concesiones de evangelización en territorio mapuche.
La paz nuevamente se restableció y duró más de 33 años, en donde la corona aparentemente renunció a conquistar Arauco.
Los conatos de levantamientos de 1759 y 1766
Manuel de Amat y Junyent, el gobernador de la época, fue una persona criteriosa y prudente que manejó con relativo éxito las relaciones con los indígenas.
Entre sus tareas, realizó una visita inspectiva a la frontera de Arauco, celebrando un parlamento con los indígenas en el Salto del Laja. La finalidad de esta iniciativa era crear un sistema de comunicaciones terrestres entre Concepción y la isla Chiloé, lo que implicaba pasar por distintos territorios ocupados por comunidades indígenas y que debían ser respetados por los españoles.
En Concepción, algunos caciques se comprometieron en forma no muy decidida a colaborar en el proyecto, que contemplaba la salida simultánea de dos expediciones, una desde Concepción y la otra desde Chiloé, que recabarían informaciones geográficas sobre el terreno.
Sin embargo, la columna que había partido de Concepción fue atacada por huestes rebeldes a cargo del cacique Lebián, y debió replegarse a Valdivia. Este hecho, acaecido en 1759, hizo fracasar la iniciativa.
Para tranquilizar los ánimos, Amat convocó a otro parlamento, que esta vez se realizó en Santiago (febrero de 1760). Acudieron alrededor de 30 caciques, cuya presencia causó gran impresión entre los vecinos debido a sus coloridos atuendos y a la comitiva que les acompañaba. La reunión tuvo un éxito relativo, pues los jefes indígenas lograron que varios grupos mapuches, pero no la totalidad, depusieran las armas. Esta paz duró hasta 1769.
La rebelión mapuche de 1769
En 1769 gobernaba Antonio de Guill y Gonzaga, y ocurrió que los pehuenches capitaneados por Lebían arrasaron las comunidades de Yumbel y Laja. Los pehuenches se asociaron nuevamente a tribus rebeldes mapuches y la rebelión se extendió por la zona de la frontera. Finalmente incluso los más pacíficos huilliches se sumaron.
Justo cuando ocurrían estos hechos, y tras la prematura muerte de Gobernador Guill y Gonzaga, le sustituyó Juan de Balmaseda y Censano Beltrán. Éste era un jurista inexperto en lides militares, lo que, sumado a una nueva intervención de la Iglesia, esta vez a cargo del obispo Espiñeira, gobernador de Concepción, el cual a su vez tenía bajo su cargo al fóbico maestre campo Salvador Cabrito, un exaltado militar, contribuyeron a crear un clima de caos nunca visto antes, perdiendo a sus aliados, como los huilliches. Espiñeira y Cabrito realizaron medidas rayanas en la sumisión ante los sublevados y encendieron aún más la llama de la rebelión.
En Santa Barbara, el 3 de diciembre de 1769 ocurrió una masacre de 30 españoles arrasando la plaza unos 4 millares de indígenas que como una ola destruyeron todo a su paso. La Audiencia viendo que el obispo Espiñeira los conducía al caos se puso a la espalda de éste para contrarrestar la sublevación y solicitó al gobierno de Cuyo y Mendoza que enviase una compañía miscelánea de extranjeros al mando de Reinaldo Bretón.
Balmaseda se personó en Concepción para ayudar a Espiñeira a contener la revuelta, anuló las medidas pacifistas del obispo, y se dispusó a atacar a los rebeldes, pero las expediciones no tuvieron éxito. Una de esas expediciones estaba a cargo de un irlandés llamado Ambrosio O´Higgins que quedó cercado en Antuco por los huilliches y pehuenches y a duras penas con gran pérdida de bastimentos y soldados se logró zafar del cerco. Otra expedición al mando de Antonio Narciso logró descercar el fuerte de Arauco en febrero de 1770.
El inoperante gobernador Balmaseda fue relevado abruptamente, en febrero de 1770, por el brigadier Francisco Javier de Morales, un experto y exitoso soldado de la confianza del Virrey Amat. Este relevo, unido a la necesidad de los indígenas de recoger las cosechas, y la venida de un invierno muy duro, suspendieron las hostilidades por parte los indios, lo que dio a Morales tiempo para planificar sus acciones defensivas.
Morales, en un primer momento, estuvo por realizar expediciones punitivas, pero el estado del ejército español no le garantizaba alguna probabilidad de éxito, por lo que aprovechó el tiempo de bonanza para equipar y mejorar lo que tenía en sus manos.
En septiembre de 1770, los caciques Taipilabquén y Cariñancu cercaron el fuerte de Colcura presentando 800 huestes a caballo. Morales en conjunto con O´Higgins, Santa María y el teniente Rafael Izquierdo emboscaron a los indígenas en la cordillera de Nahuelbuta. Los indígenas embistieron el frente presentado por Izquierdo que batió totalmente a los 200 españoles del teniente matando a Izquierdo y a 40 españoles en la cuesta de Marigueñú.
El Parlamento de Negrete de 1771 y el 1772
Morales, soldado forjado en los campos de Italia quedó estupefacto por el valor de los mapuches, causándole tan honda impresión que decidió buscar la paz con ellos. Contrariando la opinión de los veteranos de la guerra, el brigadier Morales, convocó a un parlamento en Negrete, con el fin de poner término a la rebelión mapuche que se venía desarrollando desde 1766.
Posteriormente, convocó en febrero de 1771 a un nuevo parlamento en Negrete, los indígenas al mando del cacique Lebián aceptaron la paz con una falta de respeto y soberbia que enardecieron los ánimos de los colonos.
Gobierno de Agustín de Jáuregui y Aldecoa
Agustín de Jáuregui y Aldecoa fue nombrado gobernador por Carlos III en 1772 y planteó una política hábil a partir del Parlamento de Tapihue donde re-estableció el colegio de indígenas y dispuso que las tribus tuvieran caciques embajadores; los indígenas aceptaron con gusto este tipo de representatividad, además dejaron gustosos a sus hijos en el colegio establecido, lo que en el fondo los convertía en rehenes garantes de la paz.
Agustín de Jáuregui además practicó la política de "dividir para gobernar" y hábilmente explotó las odiosidades tribales a tal extremo que pudo deshacerse del sublevado mestizo Mateo Pérez, el cacique Lebián y Aillipangui por medio del asesinato sin tener un levantamiento entre sus manos ya que los indígenas ni remotamente reaccionaron ante el asesinato de sus líderes. Esta política iba a ser seguida por los próximos gobernadores como una forma de tener la paz.
Gobierno de Juan Andrés de Ustariz de Vertizberea
Durante el gobierno de Juan Andrés de Ustariz de Vertizberea hubo síntomas de levantamiento indígena, generados en la zona de Penco y Calbuco donde una guarnición española completa fue exterminada por los indios comarcanos. Estos españoles entraron en abusos con los indios los que rápidamente se rebelaron contra los imprudentes soldados. Este evento gatilló un conato de levantamiento general en todo Arauco y Ustáriz corrió a convocar un parlamento donde congregó a todas la milicias que pudo para impresionar a los indios, se les hizo promesa de no ser molestados por los adoctrinadores jesuitas y respetar su admapu.
El Parlamento de Tapihue
Al igual que Lopez de Zúñiga en 1639, Ustáriz, el gobernador de turno, necesitaba la paz para lucrar con las riquezas de la colonia, permitiendo contrabando fránces, por esto fúe destituido más tarde.
Después del parlamento, los jesuitas que permitieron a los indios seguir con su poligamia, aprendiendo a ser tolerantes; y a su vez los mapuches los admitieron como anexos en su sociedad, aunque nunca aceptarón de lleno el proceso evangelizador. Asimismo, la fusión de razas fue mayor en este periódo, y el mestizaje se hizo más generalizado.
El comercio también se acentuó más entre los fuertes y las comarcas, asimismo la adicción al alcohol hizo estragos en la voluntad mapuche. La institución de los capitanes de amigos que no eran si no alguaciles españoles encargados de vigilar el comercio y el trabajo trajo frecuentemente abusos contra las comunidades a su cargo.
La Rebelión Huilliche de 1792
En septiembre de 1792, producto de la reciente influencia hispana que recién nuevamente se llevaba sobre la región septentrional del Futahuillimapu, las parcialidades huilliches de Quilacahuín, Río Bueno y Ranco se aliaron y agruparon militarmente para ir en contra de los asentamientos españoles establecidos al norte del río Bueno, que era considerado la frontera norte entre el dominio hispano y el huilliche.
Aunque en ese periodo, las malocas internas y otros factores habían mermado la capacidad militar huilliche y las alianzas con grupos externos no eran aparentemente consistentes; los resultados de este alzamiento pueden traducirse en la destrucción de las haciendas españolas y de la misión de Río Bueno, el robo de ganado, y la muerte de doce españoles, junto a los cuales se encontraba el padre misionero fray Antonio Cuzco.[7]
Así, aunque esta rebelión huilliche no tuvo una gran magnitud entre las autoridades coloniales, ya sea por la debilidad del alzamiento u otras motivaciones, la reacción de las autoridades de Santiago y Chiloé fue inmediata. Particularmente, Ambrosio O'Higgins optó por una campaña militar fulminante de la que se encargaría el capitán Tomás de Figueroa; hecho que culminaría con el importante "Tratado de Las Canoas", en el Parlamento de Las Canoas en 1793. En este mismo año igualmente se llevaría a cabo el Parlamento de Negrete de 1793, con los mapuches.
El Parlamento de Las Canoas de 1793
Ante la imposibilidad de que los loncos huilliches hayan acudido a Negrete, posteriormente también se realizó más al sur una reunión: el Parlamento de Las Canoas (Rahue), celebrado el 8 de septiembre de 1793.
En el Tratado de Paz de las Canoas se adoptaron, fundamentalmente, los siguientes acuerdos: cesión del espacio territorial desde la confluencia del río Rahue (Las Canoas) y el río Damas, hasta la cordillera de los Andes; para la refundación de Osorno. Con lo cual se quedaba la zona oeste (cordillera de la Costa y el litoral costero) como territorio Huilliche, pero permitiendo el establecimiento de misiones y su conversión a la religión católica. Además se acordó la sujeción política y judicial de los cacicatos huilliches a la autoridad colonial española y colaboración armada y de ayuda de subsistencia ante cualquier amenaza de los enemigos de la corona.[8]
La relación hispano-criollo-mapuche a fines de la colonia
Aunque los mapuches no permitían el libre tránsito de los huincas («blancos») en las zonas que consideraban tierras propias, a partir de mediados de 1780, los pueblos mapuches y asociados comenzarían a aceptar la presencia parcial y/o limitada de los españoles y criollos en sus territorios. Igualmente, destaca el hecho de que con el paso del tiempo y sin darse cuenta, los mapuches entrarían lentamente a interactuar más frecuentemente con la cultura hispano-criolla. Así adoptarían muchas de sus costumbres y forma de vida, gracias a la escuela de indígenas, los embajadores, ferias y los parlamentos; siendo el Parlamento de Negrete de 1803 el último gran parlamento del periodo colonial de Chile, en el que ambos bandos solemnizaron sus paces y alianzas.
El comercio y la unión entre hispanos e indígenas, generaron además un mestizaje que actuó como puente entre ambas culturas. Estos mismos mestizos constituirían en el futuro algunos de los sectores de extrema pobreza en el próximo siglo.
Así existió una convivencia hispano-criollo-mapuche, que se caracterizó por presentar un estado de transición por espacio de casi un siglo, en que las cosas se mantuvieron exactamente iguales; los levantamientos y pillajes fueron cada vez menos frecuentes, pero entre los mapuches propiamente tal se mantuvo el rechazo hacia la integración total.
La guerra de la independencia de Chile
Durante la guerra de la independencia de la nueva nación de Chile con España (1810), destaca el relevante hecho de que la mayoría de los mapuches se aliaron hacia el lado español (otros se aliaron con los patriotas), siendo un preciado aliado, peleando mano a mano con el español frente a los independentistas. [cita requerida]
En este contexto se llevó un encuentro mapuche-realista en el Parlamento de Quilín de 1814, en el que el brigadier realista Gabino Gaínza, traía de Perú los despachos de gobernador, en Arauco, el 3 de febrero de ese año.
En 1817 al iniciarse la Guerra a muerte, un importante numero de mapuches que se habían mantenido al margen del conflicto se unieron ahora a las fuerzas realistas, así ayudaron a la ya debilitada resistencia española en la zona sur del Reino sin ser relevantes pues, en los siguientes meses los patriotas conseguirían la independencia definitiva.
Así al alcanzar la independencia Chile, los conflictos hispano-mapuche de la Guerra de Arauco concluirían; dando lugar posteriormente a los conflictos chileno-mapuche de la Ocupación de la Araucanía (conocido oficialmente como Pacificación de la Araucanía).
Situación post-Guerra de Arauco
Hechos en los inicio del estado de Chile
Luego de la independencia de Chile, ya en el período republicano, se ordenó la celebración de un parlamento general con los mapuches que habitaban al sur del río Biobío, con la finalidad de acordar el estatuto que regularía las relaciones entre la naciente república y el pueblo mapuche; realizándose así el Parlamento de Tapihue en enero de 1825. Sin embargo posteriormente sucedieron diversos hechos que obligaron al estado chileno a destinar recursos a la zona de la frontera.
Durante la Revolución de 1851, el general José María de la Cruz, líder del movimiento golpista, reclutó a varios loncos mapuches y sus clanes para alzarse en armas contra el gobierno, esto lo pudo lograr gracias a la relación de amistad que mantenía el general con los caciques, entre ellos Colipí. Cuando su insurrección fue aplastada por el general Manuel Bulnes, los caciques en vez de rendirse junto a De la Cruz se replegaron a la frontera junto con varios miembros descolgados del antiguo ejército, dedicándose al pillaje y al robo de ganado, por los siguientes 4 años. Esto motivó al gobierno a movilizar al segundo batallón del segundo de línea, hasta enero de 1856.
Ocupación de la Araucanía
En el año 1861 destaca un hecho pintoresco protagonizado por el francés Orélie Antoine de Tounens, este francés logró convencer a los Loncos de su proyecto independentista para crear el Reino de la Araucanía y la Patagonia y se autoproclamó rey de la Araucanía y de la Patagonia, tomando el nombre de Orélie Antoine I y formando un pseudo gobierno con una cartera ministerial.
El gobierno chileno, astutamente, en vez de negar dicha proclamación, prefirió declarar demente a Orélie Antoine y con esto desacreditar todo lo hecho por él. Así el francés fue encerrado en una casa de orates y posteriormente repatriado a Francia. Curiosamente este gobierno aun existe en el exilio, en Francia.
Como consecuencia de este hecho, el gobierno de Chile se dio cuenta de los vacíos administrativos (y legales) que dieron lugar al hecho anterior y decidió practicar un plan propuesto por Cornelio Saavedra, sin embargo la Guerra del Pacífico pospuso dicho plan. El plan fue llamado "Pacificación de la Araucanía" por el bando chileno.
Los mapuches aprovecharon que el gobierno estaba ocupado en esfuerzos de guerra y realizaron una última rebelión en 1880 que preocupó mucho al estado chileno. Los mapuches realizaron actos de vandalismo y pillaje a través de todo el sector llamado La Frontera.
Después de la victoria chilena en la Toma de Lima Guerra del Pacífico (enero de 1881), el gobierno chileno a raíz de los sucedido con el Rey de la Araucania y esta rebelión, realizó un potente esfuerzo militar dirigido por el general Cornelio Saavedra y liderado por el coronel Gregorio Urrutia (gestor del plan), llamado Pacificación de la Araucanía donde se llevaron a cabo una serie de escaramuzas represivas en contra de las comunidades indígenas rebeldes resultando en la muerte de miles de indios rebeldes y también inocentes y el sometimiento definitivo de estas comunidades.
Dichas acciones se ejecutaron en la zona al sur del Bío-Bío llamada La Frontera de Angol (Los confines) y Villarrica sometiendo a los mapuches en sistemas de reductos indígenas y campos de internamiento.
Esta es la fecha que los libros de Historia consignan oficialmente como el fin de la Guerra de Arauco, sin embargo la guerra como tal ya había concluido efectivamente hacía un siglo atrás.
Los territorios anexados fueron entregados para ser colonizados a inmigrantes europeos, principalmente alemanes.
Situación post-pacificación de la Araucanía
Durante los siglos XIX y XX, los mapuches sufrieron un cierto grado de discriminación y estigmatización por parte del criollo durante su proceso de integración a la sociedad chilena, que solo los confinaba a participar en ciertas áreas laborales, se les despojaba de sus tierras o debían abandonar su prácticas comunitarias en función de los intereses fijados por el Estado de Chile.
Hasta hoy los mapuche sostienen estar sujetos a la asimilación e integración a través de las políticas implementadas por el Estado chileno. Conservan hasta hoy el orgullo por su pasado ancestral y su cultura es parte integral del patrimonio cultural chileno enseñándose en las escuelas como parte de su legado cultural su idioma, el mapudungun. Es así, como los mapuches han sido reconocidos como pueblos originarios, pero a pesar de esto aun están dentro de las comunidades más pobres de Chile.
Véase también
- Conquista del Desierto (El conflicto post independencia de Argentina, en este país)
- La Colonia (Chile)
- Mapuche
- Conquistador español
- Anexo: Batallas de la Guerra de Arauco
Referencias
- ↑ Nombrada por Francis Goicovich Videla y Osvaldo Silva Galdames en el artículo y el análisis sobre Detuvo la Batalla del Maule la expansión Inca hacia el sur de Chile?
- ↑ Según Vivar, Capítulo CXXVI, hasta dos tercios de las poblaciones murió entre el hambre y el "pestilencia". Marmolejo, Historia, Capítulo XX, dice que las muertes eran algo menos alrededor de Valdivia porque el Mapuche tomó el refugio en las montañas. Lobera, Chronica, Capítulo LI, dice que el hambre durada a partir de 1554 en 1555 y algunos indios recurrieron al canibalismo. Marmolejo dice que en resorte había un " pestilencia" que el Mapuche llamado "chavalongo" y que el español llamó a "dolor de cabeza", ahora identificado como tifus exantemático (Tifus exantemático en Chile). Vivar demanda el " pestilencia" fue causado por el canibalism. Lobera no hace ninguna mención de una epidemia.
- ↑ El historiador temprano Diego de Rosales dice que el toqui que ése llevó en Quiapo era Lemucaguin(Diego de Rosales, “Historia General del Reino de Chile”, Flandes Indiano, Tomo II, Capitulo XXI). El historiador posterior Juan Ignacio Molina dijo que el toqui en Quiapo era Caupolicán el más joven, hijo del toqui Caupolicán. (The Geographical, Natural, and Civil History of Chili By Don Juan Ignatius Molina, Longman, Hurst, Rees, and Orme, Paternoster-Row, London, 1809).
- ↑ Pedro Mariño de Lobera, Crónica del Reino de Chile, Parte tercera, Capítulo XI
- ↑ Historia de Chile X. Cronología general de Chile. Encina 6 Castedo.
- ↑ Historia de Chile II. La colonia y la Ilustración. De Encina & bCastedo. Página 22
- ↑ Informe Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato, Volumen I: 1ª Parte. Capítulo tercero, Los Huilliches del sur, El Territorio Huilliche en Valdivia y Osorno. 18 de enero del año 2001
- ↑ Una mirada a la identidad de los grupos Huilliche de San Juan de la Costa. Documento de Trabajo Nº 41, Centro de Investigaciones Sociales (CIS/U.ARCIS). Universidad de Arte y Ciencias Sociales - ARCIS. Martín Concha Mathiesen
Bibliografía
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- Jerónimo de Vivar, Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile ARTEHISTORIA REVISTA DIGITAL; Crónicas de América (en línea en español)
- Alonso de Góngora Marmolejo, Historia de Todas las Cosas que han Acaecido en el Reino de Chile y de los que lo han gobernado (1536-1575), Universidad de Chile: COLECCIONES DOCUMENTALES EN TEXTO COMPLETO: Crónicas (en línea en español)
- Pedro Mariño de Lobera, Crónica del Reino de Chile escrita por el capitán Pedro Mariño de Lobera....reducido a nuevo método y estilo por el Padre Bartolomé de Escobar. Edición digital a partir de Crónicas del Reino de Chile Madrid, Atlas, 1960, pp. 227-562, (Biblioteca de Autores Españoles ; 569-575). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (en línea en español)
- Alonso de Ercilla y Zúñiga La Araucana Reproducción digital de la edición facsímil de Salamanca, en casa de Domingo de Portonarijs ..., a costa de Vicente, y Simón de Portonarijs, 1574. Ejemplar de la Biblioteca Nacional de Chile.
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- Historia fisica y política de Chile, Tomo IV, En casa del autor, 1848 (Historia de Chile 1749-1808)