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* [[António Lobo Antunes]], escritor.
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* [[Antero de Quental]], poeta.
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* [[Adolfo Suárez]],Presidente de [[España]].
* [[Eduardo Lourenço]], ensayista.
* [[Eduardo Lourenço]], ensayista.
* [[Miguel Torga]] (pseudónimo de [[Miguel Torga|Adolfo Correia Rocha]]), escritor y médico portugués.
* [[Miguel Torga]] (pseudónimo de [[Miguel Torga|Adolfo Correia Rocha]]), escritor y médico portugués.

Revisión del 21:09 14 feb 2010

El iberismo es un movimiento político y cultural que propugna el acercamiento y la mejora de relaciones a todos los niveles entre Portugal y España y, en último término, la unidad política de los mismos. Estos ideales fueron promovidos principalmente por movimientos republicanos y socialistas de ambos países, especialmente durante el siglo XIX, cuando tuvieron mayor predicamento los ideales nacionalistas de carácter integrador, como el Risorgimento italiano o la Unificación alemana.

El iberismo es un proyecto de construcción de un Estado ibérico al que se quiere dotar de entidad política.

Antecedentes

Geográficos y culturales

La Península ibérica vista desde el espacio en enero de 2003

Portugal y España comparten una unidad geográfica que se manifiesta en la larga frontera común (1.214 km.), en el cruce de importantes ríos (Miño, Duero, Tajo, Guadiana), en el mismo clima, base rural, etc. características, todas ellas, que dan una relevancia especial a la llamada península Ibérica. Además ambos países participan de una historia, a veces común, a veces paralela. Desde la dominación romana, visigoda, árabe, hasta la conformación de los reinos cristianos medievales y continuando por la era de los descubrimientos, la unión dinástica aeque principaliter[1]​ de las tres coronas[2]​ de la Península Ibérica bajo el mismo soberano de la Casa de Austria, la Guerra de la Independencia Española, la Cuádruple Alianza (1834) frente a las guerras carlista y miguelista, el Pacto Ibérico (1942), y terminando en el ingreso de ambos países en la Unión Europea.

Las propuestas iberistas añaden además del territorio peninsular, las islas adyacentes que históricamente han estado relacionadas con los estados y habitantes de la península. En el mar Mediterráneo se sitúan las islas Baleares unidas históricamente a la Corona de Aragón y posteriormente a España. En el océano Atlántico se sitúa varios archipiélagos que comparten el espacio geográfico conocido como la Macaronesia, que son las Azores y Madeira conquistadas por portugueses y las islas Canarias anexadas a la corona de Castilla durante el siglo XV. La inclusión de otros territorios peninsulares, como Gibraltar o del norte de África (Ceuta y Melilla) es generalmente aprobada, aunque sujeta a discusión.

Salvo el idioma vasco, el resto de las lenguas de la península procede del latín, pertenecientes al Grupo Ibero-Romance, las cuales se fueron configurando y definiendo en la época de la reconquista. Todos los idiomas de la península han tenido influencias procedentes de las lenguas vecinas. Como ejemplo se puede señalar la palabra izquierda que, procediendo del euskera, ha pasado al resto de los idiomas ibéricos.

Históricos

Escudo de los reyes de la Casa de Austria, también como soberanos de Portugal. Es de destacar las armas de Portugal entre las de Castilla y Aragón

Durante el Antiguo Régimen, los intentos de unión ibérica surgieron a tenor de las circunstancias políticas internacionales. Estos intentos se fundamentaban en la política matrimonial fomentada desde la Edad Media.

Durante el siglo XVI, como resultado de la muerte del rey de Portugal, Sebastián, en la Batalla de Alcazarquivir, su tío, el rey de España Felipe II, hijo de Isabel de Portugal y por tanto nieto del rey Manuel I de Portugal, hizo valer su reclamación al trono portugués, y en junio envió al Duque de Alba y su ejército a Lisboa para asegurarse la sucesión. El otro pretendiente, Don Antonio, se replegó a las Azores, donde la armada de Felipe terminó de derrotarle. De esta manera, desde 1580 hasta 1640, cuando Portugal se rebeló bajo el liderazgo de Juan de Braganza, se produjo la unión de la península en una sola corona; no obstante, se mantuvo la distinción formal entre "las Españas" y Portugal, como ejemplifica el título de Hispaniarum et Portugalliae Rex.[3]​ Juan IV recibió un apoyo general del pueblo portugués, y los españoles —que tenían que luchar contra rebeliones en muchos de sus dominios además de la guerra con Francia— fueron incapaces de responder. Los españoles y los portugueses se mantuvieron en un estado de paz de facto entre 1641 y 1657. Cuando Juan IV murió, los españoles intentaron luchar por Portugal contra su hijo Alfonso VI de Portugal, pero fueron derrotados en la Batalla de Ameixial (1663) y la Batalla de Montes Claros (1665), lo que llevó a España a reconocer la independencia portuguesa en 1668 por el Tratado de Lisboa.

Historia

El iberismo se inicia como tal en el siglo XVIII, con José Marchena, quien, en l'Avis aux espagnols, le dio a la doctrina un corte progresista, federal y republicano. Pero el verdadero auge pro iberista se produce durante el siglo XIX.

En España, la disolución del Antiguo Régimen y la formación del Estado liberal comenzaron a raíz de la invasión de la Península por las tropas napoleónicas, demorándose casi tres décadas la cimentación del Estado liberal. La Guerra de Independencia (1808-1814) fue testigo de otro intento de unión de España y Portugal.

Intentos de unión dinástica

La reina doña Carlota Joaquina Teresa de Borbón

En las Cortes de Cádiz los partidarios de la unión propusieron que la regencia española se otorgase a Carlota Joaquina, hija de Carlos IV y esposa del príncipe regente portugués Don João (futuro João VI). Si se hubiese llevado a cabo este proyecto, las regencias de los dos Estados habrían recaído en ambos cónyuges. Como este planteamiento se basaba, no obstante, en intereses dinásticos tradicionales y no en un ideal nacionalista no pudo tener gran influencia, pero demuestra que una unión ibérica plasmada en la unión dinástica tuvo cierto apoyo.

Tras el retorno al absolutismo, al volver Fernando VII, los liberales refugiados en Londres, necesitados de apoyo, lo buscaron entre sus compañeros de exilio portugueses reclamando su solidaridad y cooperación. En la prensa de la época, en El Constitucional Español, aparecieron varios artículos que insistían en la unidad natural de Iberia. También en Londres, O Campeão Português publicó varios artículos a favor de la unión ibérica.

Al triunfar la Revolución liberal en España en enero de 1820 y en Portugal en septiembre del mismo año, la instauración del trienio liberal (1820 - 1823) en aquel país supuso una disminución de las proclamas para alcanzar la unión ibérica ya que tanto los liberales portugueses como los españoles sólo se preocuparon de fundar el sistema liberal en sus países olvidándose de lo que pasara al otro lado de la frontera. A pesar de ello organizaciones secretas liberales de la península intentaron inculcar el iberismo para establecer siete repúblicas federadas, de las cuales cinco estarían en España y dos en Portugal: La Lusitania Ulterior y la Lusitania Citerior.

Pero tras la invasión de España por los Cien Mil Hijos de San Luis, la intervención militar francesa cuyo objetivo era apoyar a Fernando VII para restablecer el absolutismo frente al régimen liberal, apareció un nuevo movimiento que postulaba la integración de Iberia. Algunos liberales, que no esperaban nada del rey español, depositaron sus esperanzas en la figura de Don Pedro (emperador de Brasil, Pedro I), primogénito de João VI, para ser monarca constitucional liberal de toda Iberia. En agosto de 1826 los liberales exiliados en Gibraltar enviaron una carta a Don Pedro en la que expresaban su deseo de que ciñera algún día "las tres Coronas" (España, Portugal y Brasil) y de que Iberia quedara unificada bajo la dinastía de Braganza desplazando a los Borbones.

Sectores liberales de España y Portugal y personalidades como Juan Álvarez Mendizábal o Mouzinho da Silveira entre otros defendieron la unión ibérica mediante el nombramiento de Pedro IV de Portugal como regente de España, e incluso la propuesta de matrimonio entre Isabel II y el hijo de aquél, Pedro V de Portugal. El gran problema era que el príncipe heredero Pedro era casi un bebé ya que nació en 1837 y era siete años menor que Isabel II que todavía era una niña. Andrés Borrego propuso unos esponsales y posponer el matrimonio pero el matrimonio de Isabel II con Francisco de Asís de Borbón en 1846 terminó con las especulaciones.

Iberismo

Frente a la unión monárquico-dinástica, surgió una alternativa federalista y republicana. Influidos por la Revolución de 1848 en Francia, unos 400 españoles y portugueses emigrados en París crearon el Club Ibérico y organizaron una manifestación frente al ayuntamiento en la que, precedidos de una bandera con emblemas ibéricos, vitorearon a la federación.

Mediado el siglo, el "Iberismo" en España se dividió en dos corrientes bien diferenciadas a causa de los conflictos socio-económicos, cada vez más tensos, que producía el avance - aunque muy lento - de la industrialización.

Una buscaba la "Unión Ibérica" basada en la unidad monárquica. Esta unión de tipo monárquico era apoyada por los liberales progresistas, que deseaban que se realizase la integración ibérica bajo la monarquía liberal constitucional, e implantar un sistema político y social más acorde con el desarrollo económico capitalista. Fue defendida principalmente por los componentes más significativos de la burguesía media y las profesiones liberales. La otra corriente abogaba por una "federación ibérica" republicana, que veía a la monarquía como cimiento del latifundismo y el régimen oligárquico burgués. La solución del problema debía encontrarse en la implantación de un régimen federal republicano con un amplio consenso democrático. Esta posición fue apoyada por sectores urbanos, con participación de pequeños burgueses y sectores artesanales.

Entre las obras iberistas publicadas destaca la titulada La Iberia, del diplomático catalán Sinibaldo de Mas. Esta obra fue publicada por primera vez en Lisboa en 1851, y reeditada varias veces tanto en esta misma ciudad como en Madrid. Intentaba demostrar las ventajas políticas, económicas y sociales de la unión de las dos monarquías peninsulares en una sola nación. Se la puede considerar como manifestación de los intereses económicos de la burguesía peninsular, que en competencia con Francia e Inglaterra quería ampliar su mercado. El escudo de la nueva nación era el de España y Portugal unidos, y la bandera constaba de cuatro colores: blanco, azul, rojo y amarillo (vide infra).

La idea fue bien acogida en Portugal, donde se fundó el periódico A Iberia. También se comenzó a publicar en Lisboa un semanario en castellano y portugués con el título de Revista de Mediodía, el cual puede considerarse el pionero de las publicaciones bilingües. Apareció en Oporto el semanario literario e instructivo A Peninsula. Este tipo de movimiento cultural se hizo cada vez más activo, incrementándose con las conexiones ferroviarias entre Madrid y Lisboa. Al mismo tiempo, se multiplicaron las voces a favor de un estrechamiento de los lazos económicos entre ambos países. El diario La Corona de Aragón, de Barcelona, se convirtió en el líder en la prensa de las conveniencias de la unión económica de Iberia, réplica de la unión aduanera (Zollverein) de Alemania.

En estas circunstancias el "iberismo" paso a ser un movimiento contra el régimen establecido. Los republicanos seguían creciendo y no era ajeno a ello un "iberismo" cada vez más fuerte que abogaba por la "federación ibérica".

En la década de 1850, en Portugal, jóvenes republicanos como Henriques Nogueira o J. Casal Ribeiro sostuvieron la postura iberista. Nogueira publicó Estudos sobre a reforma em Portugal en 1851, donde defendía un federalismo que, enraizado en la tradición, respetara particularismos locales o regionales, leyes y costumbres. Por otra parte, los artículos que Ribeiro publicó en la Revue Lusitanienne en el año 1852 defendían una unión ibérica en forma de régimen republicano federal. En 1854 se publicó en Oporto el libro Federacão Iberica (anónimo), que contenía el interesante "Proyecto de bases para la constitución federal de los Estados Unidos de Iberia". En este proyecto Iberia era una República federal formada por varios Estados con capital en Lisboa.

Los más fervientes seguidores de la federación ibérica en España eran republicanos como Sixto Cámara, Fernando Garrido, Francesc Pi i Margall, etc. Los republicanos demócratas partidarios del iberismo insistían en la importancia de la reforma social. También recibieron influencias de los primeros socialistas utópicos de Europa: Saint-Simon, Fourier, etc.

Cámara escribió A União Iberica, editada en Lisboa en 1859, en la que se decantaba a favor de la fundación de sendas repúblicas en España y Portugal, y su consiguiente confederación. Su activismo le había llevado a relacionarse con los movimientos republicanos que surgían fuera de España, y a instancias de Mazzini, intentó organizar una "Legión Ibérica" formada por republicanos españoles y portugueses para apoyar a Garibaldi en Nápoles.

Fernando Garrido fue uno de los políticos que con más ardor defendió el federalismo utópico. Postulaba para la Península Ibérica la formación de una federación, llamada la Federación Ibérica o los Estados Unidos de Iberia, integrada por un conjunto "probablemente" de dieciocho Estados en los que había "afinidades de idioma, origen, historia y geografía". Estos Estados eran: Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Vascongadas, Aragón, Navarra, Cataluña, Baleares, Asturias, Galicia, Extremadura, Tras os Montes, Beira, Alentejo, Sevilla, Valencia, Andalucía, Murcia, Canarias.

Por su parte, Francesc Pi i Margall, sin preocuparse por las divisiones territoriales de los Estados que iban a componer la Federación ibérica, abogó reiteradamente por una federación autonomista y el "pacto proudhoniano", empezando por los municipios hasta alcanzar la formación del Estado.

Último tercio del siglo XIX

A finales de la década de 1860, el régimen liberal moderado entró en una grave crisis, a la vez que aumentaban las fuerzas que consideraban inevitable la abdicación de la reina Isabel II. De este modo, el proyecto de iberismo se convirtió en una meta realizable. Los movimientos de unificación de Italia o Alemania y el desarrollo económico y social de los Estados Unidos, acelerado tras superar la crisis de la Guerra de Secesión, ampliaron las esperanzas de una unión o federación de Iberia.


Otra propuesta fue la realizada por Teófilo Braga que describió la trayectoria común de España y Portugal como parte da orden natural das coisas. Según su pensamiento político, el propio Braga desarrolló un plan concreto para el establecimiento de una Federación Ibérica en la que España debería convertirse en república, dividirse en territorios autónomos e incluir en dicha federación a Portugal que sería así la más fuerte y grande unidad del conjunto, así como establecer la capital en Lisboa.

Posteriormente, durante todo el Sexenio Revolucionario el movimiento alcanza su mayor auge, donde incluso Prim se verá inclinado a defender la unión de España y Portugal. Con la Revolución de 1868, los liberales progresistas abogaban de nuevo por la monarquía constitucional. Una vez más surgía la posibilidad de una "unión ibérica" de tipo dinástico, ya que facciones importantes de aquellos consideraron que el candidato más adecuado al trono español era Don Fernando de Coburgo, padre del rey portugués Luis I. Sin embargo, hubo facciones que proponían otros candidatos, y los republicanos reaccionaron violentamente contra esos proyectos. En estas circunstancias, cuando Fernando de los Ríos fue a Lisboa en 1869 para ofrecerle el trono, Don Fernando no quiso aceptarlo, temiendo verse envuelto en disturbios y querellas políticas.

Fue Amadeo de Saboya quien se sentó en el trono español, teniendo que hacer frente a muy graves problemas que le llevaron en febrero de 1873 a abdicar tras verse aislado políticamente. Los republicanos pudieron entonces hacerse con la hegemonía en el Congreso, y ese mismo mes se proclamaba la Primera República (1873 - 1874).

Los republicanos españoles abogaban ahora por la Federación Ibérica. Acusaban a la monarquía de ser causa de la ruptura peninsular, y propusieron la republica federal, "una federación en la que, conservando dentro de su territorio su autonomía, se asociara al resto de los Estados de la gran república ibérica para aumentar su fuerza ante el extranjero con la fuerza de todos". Pero entre ellos hubo posiciones distintas a la hora de concebir la fórmula federal, diferenciándose cuatro tipos:

  • La primera corriente, más o menos partidaria de Pi y Margall, proponía "una reconstrucción histórica" que actualizase la concepción pactista de la Corona de Aragón. El ideal está en aquella antigua "Hispania" que se identificaba con la totalidad de la Península Ibérica, compuesta de reinos diferentes. Dividían la península en un número indeterminado de cantones o Estados Federales que disfrutaban de autonomía y que, unidos por un "pacto federal", crearían una República Federal. Portugal sería un Estado más que se sumaría a los ya establecidos, por la división de España, en la península.
  • La segunda corriente mantenía un criterio político más moderno. Le importaba el equilibrio de los Estados, muchas veces ignorando la delimitación de los antiguos reinos. Según Fernández Herrero, uno de sus representantes más notables, España quedaría dividida en los siguientes cantones: Cataluña, Valencia y Murcia, Granada y Córdoba, Sevilla y Extremadura, Castilla la Nueva, Aragón, Vascongadas y Navarra, Castilla la Vieja, Reino de León, Asturias y Galicia. Participarían en este organismo federal los tres Estados de Portugal, divididos por el Duero y por el Tajo.
  • La tercera corriente era intermedia, manteniendo un criterio mixto, entre histórico y político. Garrido era su principal representante, propugnaba que la península ibérica formara una federación compuesta de dieciocho Estados.
  • La cuarta aceptaba la independencia y autonomía de los países ibéricos. Es la confederación, se insistía, en una república federal sólo para España, sin imponérsela a Portugal.

En junio de 1873, tras la dimisión de Figueras como presidente provisional, Pi y Margall accedió a la presidencia de la República como presidente electo. España se definió como República federal, y comenzaron los trabajos para elaborar la Constitución federal de la República Española. En el proyecto presentado por Castelar a la Cortes Constituyentes en julio, España se componía de los dieciocho Estados siguientes: Andalucía Alta, Andalucia Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Cuba, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico, Valencia, León y las Regiones Vascongadas.

Los republicanos centralistas se oponían al propio sistema federal, mientras los cantonalistas reclamaban casi la independencia de los "Estados". Mientras tanto, aumentaban las fuerzas monárquicas que intentaban la restauración.

En el sexenio revolucionario (1868-1874) aparecieron por tanto varios proyectos e ideas de federación con Portugal. Sin embargo, la política interior de España se hacía cada vez más confusa: levantamientos armados de los cantonalistas, guerra carlista y revueltas en Cuba. La primera República se derrumbó antes incluso de poder elaborar una formula definitiva de Estado federal y sin haber adelantado nada sobre la unión de Iberia, con el golpe de estado del general Pavía.

Cánovas del Castillo aparece como figura del momento, quien en plena juventud había intentado conseguir la abdicación de Isabel II y la unión ibérica mediante el ofrecimiento del trono español a la casa portuguesa de Bragança. Con la restauración, los iberistas quedaban relegados al último rincón en los medios políticos.

Causas del fracaso

Como causas que redujeron el proyecto iberista a la órbita de las ideas pueden nombrarse el caos interior de España y la falta de simpatizantes en Portugal, donde el iberismo no tenía influencia más que en los limitados círculos intelectuales. Inglaterra y Francia, con intereses respectivamente en Portugal y España, se opusieron en todo momento a los movimientos que intentaban la integración dinástica o la alianza de cualquiera de ambos países de Iberia. En 1873, cuando se proclamó la primera República en España, el gobierno inglés manifestó al gobierno francés su deseo de no permitir bajo ninguna circunstancia un movimiento iberista. Con la llegada de la alternancia pactada, el bipartidismo relegó a los republicanos. Con todo, hubo manifestaciones a favor de la unión de Iberia. Durante el año 1890 el republicano Rafael Labra manifestó su deseo de una Unión Ibérica en el Congreso de Diputados. En junio de 1893 se celebró el Congreso republicano en Badajoz, en el que participaron federalistas tanto de Portugal como de España; pero estos movimientos no encontraban eco, dado que en ambos países se intensificaba el proceso nacionalizador del Estado-nación.

En estos tiempos los republicanos y federalistas, tan activos en la década de 1860 y el sexenio revolucionario, se dedicaron a escribir libros con las que justificarse. Pi y Margall publicó Las Nacionalidades en 1876, donde defendía el Estado federal insistiendo en las afinidades de España y Portugal. Garrido publicaba Los Estados Unidos de Iberia en 1881. Reiteraba su ideal republicano y universal, pero al mismo tiempo consideraba que la Unión Ibérica era el mejor remedio de los pequeños países para esquivar sus desventajas en la política internacional de la era imperialista.

Archivo:MenendezPelayo.jpg
Menéndez Pelayo

Sin embargo, en el ámbito internacional de Europa, después de la unificación de Italia y de Alemania, cada Estado-nación intensificaba su "nacionalización". En tal situación surgieron en la península ibérica agresivos nacionalismos, tanto español como portugués, complicándose defender el iberismo y al mismo tiempo un Estado-nación basado en el nacionalismo de Estado. A fines del siglo XIX apareció el "iberismo cultural". Sus representantes eran Menéndez Pelayo en España y Oliveira Martins en Portugal. Este último escribió su História da Civilização Iberica en 1879, haciéndose muy popular en España. Pero estas acciones limitaban el iberismo a la órbita de la cultura, negando otra manifestaciones de iberismo. El "iberismo" portugués de 1890, difundido principalmente entre los estudiantes, fue un caso excepcional. Debido a la crisis con el Reino Unido de 1890 la anglofobia resucitó la idea de una Unión Ibérica como salvaguardia de los intereses de las naciones pequeñas ante las grandes potencias.

Propuestas nacionalistas periféricas

Desde fines del siglo XIX el proyecto iberista se fue diluyendo pero sin llegar a desaparecer. Fue planteado por las minorías lingüísticas en España frente al nacionalismo español. Tras la derrota en la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898 surgieron propuestas políticas de los llamados nacionalismos periféricos alternativas a las estatales.

Los catalanistas aspiraban a la realización de la Unión Ibérica, ya que el peso de Castilla y la hegemonía política y cultural del castellano podría disminuir relativamente al quedar incluido Portugal dentro del territorio estatal. Este proyecto del nacionalismo catalán dio enorme importancia a la integración lingüística. Proponía tres bloques bien definidos en Iberia: Cataluña, Valencia y Baleares en el este; Portugal y Galicia en el oeste; y en el centro Castilla. El ideal de los "Estados Compuestos" o la "Federación Ibérica" sería para los nacionalistas periféricos una peculiar arma frente al nacionalismo de Estado aún avanzado el siglo XX. No fue casual que Francesc Macià proclamara la República Catalana en abril de 1931 de la siguiente forma l'Estat Català integrat en la Federació de Repúbliques Ibèriques.

Siglo XX

También cabe destacar de este periodo la figura del rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno, iberista convencido, estrechó lazos con la clase política portuguesa de la época. Son así reseñables en el ámbito de la sintonía entre España y Portugal el hecho de que la Constitución de la segunda República reconociese la doble nacionalidad hispanoportuguesa en las mismas condiciones que lo hacía con los países hispanoamericanos, el hecho de que la bandera de la República Portuguesa tenga los colores del Partido Republicano, de tendencia iberista.

En el siglo XX, el iberismo, más que una doctrina política explícita, derivó en la presuposición de algunas concepciones políticas y sociales de izquierda, cosa que se manifestó en la República portuguesa (1920), así como en las doctrinas de grupos libertarios españoles y portugueses, como la Federación Anarquista Ibérica y la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias

Actualidad

Según preconizaba Gaziel, escritor y periodista español, desde la adhesión de los dos países a la Unión Europea en 1986 las relaciones entre ambos, tanto económicas como políticas y culturales, se han estrechado de una forma rápida e intensa. Según él mismo dijo: «No serán las voluntades de los hombres sino las leyes de la Historia las que alterarán la actual estructura de la Península Ibérica», y ahondando más en el papel de punto de encuentro de la U.E. añadió: «La mejor forma de producirse esa evolución será dentro de una Europa unida».

Demografía y extensión

Actualmente, la hipotética unión de España y Portugal daría como resultado el país más grande de la U.E. y el tercer más grande de Europa, tras Ucrania y Rusia.

En todo caso, una Unión Ibérica daría como resultado el quinto país más poblado de la Unión Europea, (57.289.200 habitantes). Aunque España ya ocupa el quinto puesto en cuanto a población, la suma total de la población de Portugal y España equipararía la situación de la entidad resultante a la de Francia, Reino Unido e Italia, cuya población, en los tres casos, es algo más de 60 millones de habitantes, gozando de mayor protagonismo en el reparto de escaños en el parlamento europeo, 78, frente a los actuales 54 de España y los 24 de Portugal.

País Población a 1/1/2009 Extensión (km²)
EspañaBandera de España España 46.661.950[4] 504.645[5]
Bandera de Portugal Portugal 10.627.250[6] 92.931
Total 57.289.200 597.576

Comparación con los países más poblados de la Unión Europea según datos de Eurostat para 1 de Enero de 2009:[7]


Puesto Países de la U.E. Población a 1/1/2009
1 Alemania 82.002.356
2 Francia 64.351.000
3 Reino Unido 61.634.599
4 Italia 60.053.442
5
Iberia
57.289.200
6 Polonia 38.135.876

Idiomas

Los hablantes de español y portugués, suman el segundo mayor número de hablantes por detrás del chino. El portugués es el idioma más parecido al español. Posee una similaridad léxica del 89%, más que el castellano con el catalán (85%), o con el italiano (82%) o con el francés (75%).[8]

Lengua Hablantes (Ethnologue 1999)
1. Chino mandarín [1] 1.052.000.000
2. Español [2] y Portugués [3] 608.000.000
3. Inglés [4] 508.000.000
4. Hindi [5] 487.000.000
5. Ruso [6] 277.000.000
6. Árabe [7] 246.000.000
7. Bengalí [8] 211.000.000
8. Alemán [9] 128.000.000
9. Francés [10] 128.000.000
10 Japonés [11] 125.000.000

Las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno son las reuniones anuales de los Jefes de Estado y Gobierno de veintidós países de habla española y portuguesa. Los países miembros suman una población de 615.905.691 habitantes (713.141.549 sumando los países asociados) y un PIB global de 6.057.231 millones de $ según el FMI (2008).

Producto Interior bruto y Renta per Cápita

País PIB (2008) per cápita (2008)
EspañaBandera de España España 1.622.511 35.557
Bandera de Portugal Portugal 248.835 23.351
Total 1.871.346 32.613

Comparación a nivel internacional del PIB de España y Portugal según estimaciones del FMI para el 2009 en mill. de $.[9]

Puesto Países PIB 2009 (FMI)
1 Estados Unidos 14.002.739
2 Japón 4.992.846
3 China 4.832.992
4 Alemania 3.060.312
5 Francia 2.499.146
6 Reino Unido 2.007.049
7 Italia 1.987.836
8
Iberia
1.606.371
9 Brasil 1.268.508
10 Canadá 1.229.367

Integración económica

Las relaciones comerciales mantuvieron poco dinamismo hasta la entrada de ambos países en la U.E. A partir de ese momento estas han tenido una evolución hacia la integración de ambas economías. El gráfico siguiente detalla los datos a lo largo de los años.

Porcentaje que representa España en el comercio portugués
1980 1986 1990 1994 2000 2005
Exportaciones 3,6 6,7 13,3 14,6 19,3 25,9
Importaciones 5,5 11,0 14,4 20,0 25,9 29,0
Fuente: INE (Portugal), INE (España)

En la actualidad España es para Portugal el primer destino de sus exportaciones y el primer proveedor de importaciones. Portugal para España ocupa el tercer y octavo lugar respectivamente. A pesar de esta disparidad en las cifras se debe reseñar que España exporta más a Portugal, que a todo el continente americano en su conjunto. A continuación se muestran las tablas que reflejan estos datos para el año 2005.

Bandera de Portugal Portugal
Exportaciones a Importaciones de
País Porcentaje País Porcentaje
EspañaBandera de España España 25,9 % EspañaBandera de España España 29,0 %
Bandera de Francia Francia 13,1 % Alemania Alemania 13,4 %
Alemania Alemania 11,9 % Bandera de Francia Francia 8,5 %
Reino UnidoBandera del Reino Unido Reino Unido 8,0 % Italia Italia 5,2 %
Bandera de Estados Unidos Estados Unidos 5,4 % Países Bajos Países Bajos 4,3 %
Italia Italia 4,2 % Reino UnidoBandera del Reino Unido Reino Unido 4,2 %
Países Bajos Países Bajos 3,9 % Bélgica Bélgica 2,8 %
Bélgica Bélgica 3,7 % Bandera de Argelia Argelia 2,2 %
Otros 23,9 % Otros 30,4 %
Fuente: INE, 2005
EspañaBandera de España España
Exportaciones a Importaciones de
País Porcentaje País Porcentaje
Bandera de Francia Francia 19,3 % Alemania Alemania 15,0 %
Alemania Alemania 11,4 % Bandera de Francia Francia 14,5 %
Bandera de Portugal Portugal 9,4 % Italia Italia 8,5 %
Reino UnidoBandera del Reino Unido Reino Unido 8,5 % Reino UnidoBandera del Reino Unido Reino Unido 5,8 %
Italia Italia 8,4 % Países Bajos Países Bajos 4,9 %
Bandera de Estados Unidos Estados Unidos 4,0 % ChinaBandera de la República Popular China China 4,3 %
Países Bajos Países Bajos 3,1 % Bélgica Bélgica 3,7 %
Bélgica Bélgica 2,8 % Bandera de Portugal Portugal 3,3 %
Otros 33,1 % Otros 40,0 %
Fuente: INE, 2005

Turismo

En relación al turismo se muestran las tablas siguientes, donde se pone de manifiesto la importancia de las relaciones turísticas y comerciales entre los dos países. Entradas de turistas en España y Portugal según país de origen.

Bandera de Portugal Portugal
País Porcentaje
Reino UnidoBandera del Reino Unido Reino Unido 30,7 %
Alemania Alemania 16,5 %
EspañaBandera de España España 11,5 %
Países Bajos Países Bajos 6,8 %
Bandera de Francia Francia 4,7 %
Bandera de Irlanda Irlanda 3,6 %
Otros 21,6 %
Fuente: Direcção Geral do Turismo, 2005
EspañaBandera de España España
País Porcentaje
Reino UnidoBandera del Reino Unido Reino Unido 27,7 %
Alemania Alemania 17,4 %
Bandera de Francia Francia 15,7 %
Italia Italia 5,7 %
Países Bajos Países Bajos 4,3 %
Bandera de Portugal Portugal 3,8 %
Otros 25,4 %
Fuente: Instituto de Estudios Turísticos, 2006

Encuestas

Actualmente, y pese a no haber ningún partido democrático que defienda este ideal, existe un cierto movimiento iberista, en algunos cargos del gobierno portugués[10]​ y en un cierto porcentaje de la población.

Una encuesta[11]​ realizada en Portugal en 2006 por el periodico Iberista "Sol", concluyó que un 28% de los portugueses piensan que Portugal y España deberían ser un solo país. De éstos, un 12% (42% de los favorables a la unión) situaría la capital en Madrid, frente al 16% (58% de los favorables a la unión) que la situaría en Lisboa. Un 27% opinaba que la economía portuguesa iría mucho mejor en una hipotética unión con España y más de 15% aceptaría a Juan Carlos I de España como jefe de Estado.

Según otra encuesta[12]​ realizada en España por Ipsos para la revista Tiempo reflejaba que el 45,7% de los españoles desean la unión de España y Portugal, y entre los favorables a la unión el 43,4% querrían que el nuevo estado se siguiera llamando España frente a un 39,4% favorable a que el nombre fuera Iberia; para la capital Madrid recibe un apoyo del 80% frente a un 3,3% que optarían por Lisboa; sobre la organización política aproximadamente un 50% optarían por la Monarquía frente a un 30,2% que preferirían una República.

Según otra encuesta realizada en 2009 por el centro de análisis sociales de la universidad de Salamanca realizada en el verano de 2009 uno de cada tres españoles aceptaría formar una federación con Portugal, casi el 40% de los portugueses aceptaría una unión entre los dos países pero sin embargo, un 30% de personas de ambos países rechaza la idea.[13]

Cooperación

A pesar de que el iberismo no está presente en la ideología política de los presidentes de España y primeros ministros de Portugal, se ha visto necesaria una más estrecha cooperación entre los dos gobiernos, en especial a partir de la entrada de los dos países en la Unión Europea en 1986, debido a las necesidades comunes y la prioridad que se da al país vecino, por parte tanto de España como de Portugal, en materia política, económica y diplomática.

Fruto de ello son las cumbres ibéricas de periodicidad anual, es decir, encuentros al más alto nivel entre los gobernantes de ambos países. En las últimas, los temas sobre los que se ha hablado se han centrado en:

  • Red de ferrocarriles de alta velocidad y otras infraestructuras de transporte.
  • Cooperación en materia de I+D, con la creación del centro ibérico de nanotecnología en la localidad de Braga.
  • Creación del Mercado Ibérico de la Electricidad (Mibel) y propuesta de creación del Mercado ibérico del Gas.
  • Cooperación transfronteriza a varios niveles administrativos mediante la creación de eurorregiones, ayuda mutua frente a incendios, conexiones por autovía, creación de la Plataforma Logística del Suroeste, etc.

Símbolos propuestos para Iberia

Bandera ibérica, compuesta por la mezcla de los colores de la antigua bandera de Portugal y la bandera de España.[14]
Escudo propuesto por De Mas, combinando los escudos de Portugal y España.

La bandera de Iberia fue creada por el escritor y diplomático español Sinibaldo de Mas en 1854. Aparece en la tercera edición de su libro La Iberia. Cuartelada con los colores de la bandera monárquica portuguesa (blanco y azul) y los de la bandera monárquica española (rojo y amarillo), que datan respectivamente de 1830 y 1785, la bandera ibérica es más antigua que las banderas republicanas de España y Portugal, pues estás aparecen en 1868 y 1910.

No es una coincidencia que la bandera ibérica tenga los mismos colores (en un diferente orden) que los de la bandera de la Provincia Marítima de Barcelona. Barcelona era el lugar de nacimiento de Mas y Sanz.

Mas y Sanz quería que la capital federal o confederal de Iberia fuera establecida en Santarém, Ribatejo, Portugal, aunque la capital histórica de la Diocesis Hispaniarum, creada por el emperador romano en 287 de nuestra era, fué Mérida, en la Extremadura española.

El escudo que se propone en la misma obra surge de la combinación de las armas de Portugal y España en un escudo partido. En el primer cuartel se inscribe el blasón de Portugal, y en el segundo el de España, representado en un cuartelado que representa, en orden, a León, Navarra, Aragón y Castilla. La representación de Granada se hace mediante escusón sobre el todo, en lugar del tradicional cuartel entado en punta. El escudo lo timbra una corona real cerrada y lo ornamenta un conjunto de medallas y condecoraciones de las diversas órdenes a las que pertenecen los monarcas.

Personalidades iberistas

Archivo:Josesaramago.jpg
José Saramago, iberista y Premio Nobel de Literatura

Referencias

  1. España en Europa: Estudios de historia comparada: escritos seleccionados, John Huxtable Elliott, Universitat de València (2002), páginas 79-80
  2. Historia y civilización: Escritos seleccionados, José María Jover Zamora, Marc Baldó i Lacomba y Pedro Ruiz Torres, Universitat de València (1997), página 77
  3. Biblioteca Nacional digital - Series potentissimorum Regum Lusitaniae iconibus illustrata, et ordine temporum exposita , coordinata mensibus Aprilis, et Maii anno Domini 1791
  4. Cifras de población en España referidas a 01/01/2009, INE
  5. Anuario estadístico de España 2006. 1ª parte: entorno físico y medio ambiente
  6. Cifras de población en Portugal, INE
  7. Población según Eurostat
  8. ethnologue.com (español)
  9. imf.org
  10. a b «Un político portugués que se declara "iberista confeso"». 2006. Consultado el 16 de abril de 2007. 
  11. «Um quarto dos portugueses preferiam ser espanhóis» (en portugués). 2006. Consultado el 23 de septiembre de 2006. 
  12. «La Iberia deseada». 2006. Consultado el 16 de octubre de 2006. 
  13. «Uno de cada 3 españoles aceptaría formar una federación con Portugal». 2009. Consultado el 28 de julio de 2009. 
  14. MAS, Sinibaldo de: La Iberia: memoria sobre la conveniencia de la unión pacífica y legal de Portugal y España, M. Rivadeneyra, Madrid, 1854
  15. «La unión de España y Portugal». 2006. Consultado el 06/07/2008. 
  16. «Miguel de Unamuno, una biografía intelectual». 2006. Consultado el 16 de abril de 2007. 
  17. «El iberismo». 2006. Consultado el 16 de abril de 2007. 
  18. «El iberismo latiniano». 2006. Consultado el 16 de abril de 2007. 
  19. «Saramago profetiza que Portugal y España acabarán siendo Iberia». 2007. Consultado el 15 de julio de 2007. 
  20. «Günter Grass apoya la idea de Saramago de unir España y Portugal en un Estado». 2007. Consultado el 24 de marzo de 2009. 

Véase también

Bibliografía especializada

  • Antunes, José Freire. Os espanhóis e Portugal. Oficina do livro. Lisboa, 2004.
  • Cabero Diéguez, Valentín. Iberismo y cooperación: pasado y futuro de la península ibérica. Publicaciones Universidad de Salamanca.
  • Chato Gonzalo, Ignacio. Las relaciones entre España y Portugal a través de la diplomacia (1846–1910). Editora Regional de Extremadura, GIT, 2004.
  • Molina, César Antonio. Sobre el iberismo y otros escritos de literatura portuguesa. Ediciones Akal. Madrid, 1990.
  • Rocamora, José Antonio. El nacionalismo ibérico: 1732–1936. Publicaciones Universidad de Valladolid. Valladolid, 1994.
  • Rueda, Germán. Por qué el iberismo en el siglo XIX?. Portugal e O Mundo. Do Passado ao Presente, Cascais, 1995.
  • Torre Gómez, Hipolito de la. Antagonismo y fractura peninsular. España–Portugal, 1910–1919. Espasa Calpe. Madrid, 1983.
  • Torre Gómez, Hipólito de la. Del «peligro español» a la amistad peninsular. España–Portugal, 1919–1930. Publicaciones UNED. Madrid, 1984.

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