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Iglesia de San Vital de Rávena

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Iglesia de San Vital de Rávena
parte de un sitio Patrimonio de la Humanidad y Bien cultural italiano
Localización
País Italia
División Ravena
Coordenadas 44°25′13″N 12°11′47″E / 44.420292, 12.196307
Información religiosa
Culto catolicismo
Diócesis Archidiócesis de Rávena-Cervia
Advocación Vital de Milán
Fundación siglo VI
Datos arquitectónicos
Estilo arquitectura bizantina
Año de inscripción 1996
Monumentos paleocristianos de Rávena

Patrimonio de la Humanidad de la Unesco
Localización
País Italia Italia
Datos generales
Tipo Cultural
Criterios i, ii, iii, iv
Identificación 788
Región Europa y América del Norte
Inscripción 1996 (XX sesión)
Planta del edificio
Mapa de localización
Iglesia de San Vital de Rávena ubicada en Emilia-Romaña
Iglesia de San Vital de Rávena
Iglesia de San Vital de Rávena
Ubicación en Emilia-Romaña.
Sitio web oficial

La iglesia de San Vital de Rávena (it. San Vitale di Ravenna) es uno de los templos más importantes del arte bizantino y, como otros de la misma ciudad, se reformó por deseo expreso del emperador Justiniano a partir de construcciones anteriores, con el objetivo de acelerar la integración de los territorios conquistados por el Imperio bizantino (en el 402, Rávena fue la capital del Imperio romano de Occidente, en tiempos del emperador Honorio, y en el 493 fue la capital del reino ostrogodo de Italia, en tiempos de Teodorico). La obra se financió con el dinero del acaudalado banquero Juliano Argentario, de origen griego (aportando una cantidad aproximada de 26 000 besantes de oro), y fue supervisada por el arzobispo de la ciudad, Maximiano, quien la consagró en el año 547. Todos estos personajes aparecen en la decoración musivaria que se realizó entre los años 546 y 548, año de la muerte de la emperatriz Teodora. Estos mosaicos son el mejor ejemplo de las artes figurativas bizantinas y nos dan una idea de lo que pudieron ser las obras que fueron destruidas, durante la Querella Iconoclasta de los siglos VII y VIII, y con la caída de Bizancio a manos de los turcos. En San Vital se han preservado, en el primer caso, porque Rávena se posicionó en contra de los iconoclastas y, en segundo lugar, porque ya no era bizantina durante la invasión turca. Por estas razones, las imágenes se salvaron de ambas catástrofes artísticas.

La iglesia tiene la consideración de basílica menor desde el 7 de octubre de 1960.[1]​ En 1996 la iglesia, con otros edificios paleocristianos, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, con el nombre de «Monumentos paleocristianos de Rávena».[2]

Tipo de edificio y función

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El templo había sido comenzado en el año 527 bajo el patrocinio del arzobispo Ecclesio, cuando Rávena aún pertenecía a los ostrogodos; más tarde, tras la conquista bizantina, se decidió que sería el templo oficial para el gobernador de la región occidental del imperio, el llamado Exarcado de Rávena.

La iglesia consagrada a San Vital, es la más rica de todas las que erigieron los bizantinos en Rávena (Italia). Se levantó para dotar a esta gran ciudad de un templo digno de la que era segunda capital de su imperio, por lo que tenía un fuerte contenido propagandístico.

Se desconoce el nombre del arquitecto o arquitectos que realizaron el diseño, que es muy similar al de la iglesia de los Santos Sergio y Baco, en Bizancio. Sin embargo, San Vital está más alejado aún de la tradición paleocristiana, sustituyendo la idea de «espacio-camino» de las primeras basílicas, por el de la contemplación del ámbito celestial, con mayor carácter ascensional, gracias al esbelto tambor que sostiene la cúpula. Se accede al templo por un nártex descentrado que da paso a una sala de oración de planta central, con un doble anillo octogonal formado por el deambulatorio sobre el que se dispone la tribuna, sostenida por pilastras que delimitan un oratorio circular cubierto por la citada cúpula semiesférica; esta, está rodeada de exedras de dos órdenes superpuestos con miradores de triple arcada hacia el altar mayor. El presbiterio (en el lado suroriente del octágono) está al fondo, con un tramo cubierto por una bóveda de arista y un cierre en bóveda de horno; a cada lado, las dos estancias pastophorias, típicas de la arquitectura bizantina: al norte del ábside, la próthesis (lugar destinado a preparar, consagrar y custodiar el pan y el vino) y al sur, el diakonikón (recinto donde se guardan los enseres litúrgicos).

Todo el edificio ha sido diseñado respetando muchos de los elementos de la tradición eclesiástica antigua, en la que se exigía la separación de sexos durante los actos de culto, así como la posibilidad de que asistiesen altas jerarquías, siguiendo un protocolo estricto reflejado simbólicamente en los mosaicos.

Así, el nártex tiene dos puertas: una para los hombres y otra para las mujeres. Estas debían entrar por la nave de la epístola (al sur) y, si estaban casadas, asistir a la eucaristía desde la tribuna o matroneum, situada en el piso superior, sobre el deambulatorio. La tribuna dispone también de palcos que dan directamente al presbiterio, reservados a las altas jerarquías; teóricamente, el emperador y su esposa, pero, dado que nunca llegaron a conocer el templo concluido, sería el exarca o gobernador quien les representase.

Para los hombres se reservaba la parte norte o del evangelio, aunque de hecho ocuparían la planta principal. Si bien se ha perdido, es de suponer que la iglesia dispuso de un iconostasio, que separaba y ocultaba el altar durante ciertas fases de la liturgia, y un templete o ciborio sobre el mismo.

Materiales de construcción y decoración

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En el exterior, sumamente sobrio, volumétrico, apreciamos que la iglesia está hecha de materiales ligeros pero resistentes con paramentos de ladrillo macizo reforzados en las esquinas por grandes arbotantes, además de lesenas (pequeños contrafuertes que rematan en el alero del tejado) y arcos de descarga embebidos en el muro. El cimborrio que oculta la cúpula es octogonal y va aligerado por medio de caños concéntricos de terracota. Al contrario, su interior está ricamente decorado con mármoles veteados, antepechos, columnas y capiteles troncopiramidales con cimacio finamente tallados al trépano —probablemente importados de los talleres del Proconeso, una isla de mar de Mármara cercana a Bizancio—, frescos y, sobre todo, mosaicos, que son los de mayor calidad y los más variados del arte bizantino.[3]​ El efecto del interior es el de un espacio dilatado e inmaterial, lleno de continuos contrastes de color y luz, que penetra generosamente por las grandes ventanas del tambor.[4]

Aunque la decoración de la iglesia está parcialmente dañada, la parte del presbiterio se conserva prácticamente en su estado original, y es de un valor inestimable, pues se trataría del único edificio áulico bizantino virtualmente intacto, que nos da una vaga idea de la riqueza del palacio del emperador u otras grandes edificaciones oficiales de Constantinopla, actualmente destruidas.[5]

Los mosaicos

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Los mosaicos de San Vital forman un gran conjunto musivario centrado en el tema de Dios salvando a los hombres por medio de la eucaristía (predominan las escenas de ofrendas similares a la consagración y los emperadores portan objetos relacionados con este acto litúrgico: un cáliz y una patena), aunque, como ocurre en toda iglesia bizantina, el orden de las figuras, responde a un reflejo de la cosmogonía cristiana de la iglesia cristiana oriental, con lugares específicamente reservados a las figuras según su jerarquía. Los lugares centrales y altos de bóvedas y arcos se reservan a las figuras asociadas a Dios o sus personificaciones, alrededor ángeles de alto rango y, más cerca de la Tierra, los santos, como intermediarios ante los hombres. Todo ello ribeteado de una decoración naturalista de tradición helenística, todas las paredes estaban literalmente forradas de teselas de vivos colores, consiguiendo un efecto de gran opulencia y creando una atmósfera desmaterializada, que camufla la estructura, presentando un mundo ideal que eleva al creyente a las alturas.

Estilísticamente, los mosaicos de la bóveda recuerdan mucho a la tradición clásica a causa de la vivacidad de sus colores, a la representación de cierto sentido de la perspectiva y el naturalismo de las formas, incluso de los paisajes. De hecho, esta parte fue terminada antes de la llegada de los bizantinos, cuando Rávena estaba aún bajo el control de los ostrogodos.

En el intradós del arco triunfal se desgrana un rosario de medallones, con Cristo en la clave, seguido de los doce apóstoles y los santos Gervasio y Protasio, hijos de San Vital de Milán. En el cascarón de la bóveda hay una teofanía que podría ser un precedente del típico Pantocrátor medieval, se data en el año 525 y también destaca su profusa decoración vegetal en la que se enmarañan numerosas flores, pájaros, y cuernos de la abundancia, todo rodeando a un Cristo de aspecto helenístico (joven, imberbe, rubio…), sentado sobre el globo terráqueo, con la mano derecha ofrece la corona del martirio a San Vital, y, con la izquierda recibe la maqueta del templo del arzobispo Ecclesio.

Más abajo, varias escenas del Antiguo Testamento: la visión de Mambré de Abraham con una posible representación de la Trinidad, el sacrificio de Isaac, las ofrendas de Abraham y de Melquisedec… muy similares a otros mosaicos que encontramos en la basílica paleocristiana de Santa María la Mayor (Roma). A ambos lados de las paredes aparecen representados los emperadores Justiniano y Teodora con sus respectivos séquitos.

Los mosaicos de Justiniano

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Los mosaicos representan la presunta ceremonia de consagración de la iglesia de San Vital (que nunca tuvo lugar tal como está representada, pues los emperadores ya eran ancianos cuando se terminó el templo y no viajaron a la ciudad italiana, de hecho Teodora murió ese año). Todos los personajes importantes están perfectamente individualizados y son reconocibles por sus retratos.

  • En el lado izquierdo: el emperador Justiniano lleva como ofrenda una gran patena de oro; va precedido por dos altos dignatarios eclesiásticos, uno de ellos lleva el incensario y el otro el misal, y por el arzobispo Maximiano, que lleva una cruz, todas estas ofrendas aparecen ricamente decoradas con gemas, cabujones y esmaltes. Tras el arzobispo, en segundo plano, el banquero Juliano, que financió la construcción de la iglesia. Detrás del emperador hay dos altos funcionarios del estado con toga, el primero sería el general Belisario, conquistador de Rávena. Cierra el cortejo la guardia personal del emperador con el crismón en sus escudos.
  • En el lado derecho: la emperatriz Teodora lleva un cáliz de oro, va precedida por dos dignatarios de la corte y seguida por Antonia, esposa del general Belisario y su hija Juana. Cierran el cortejo las doncellas de la emperatriz.

Rasgos estilísticos

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Mosaico de Justiniano, detalle.

Es innegable el parentesco de estos mosaicos con los relieves del Ara Pacis Augustæ, sobre todo en su temática, pero en su estilo hay algunas diferencias esenciales: Abundan los convencionalismos como la isocefalia, el hieratismo, la frontalidad, la ausencia de perspectiva, el horror al vacío, los gestos repetitivos de los personajes, ausencia de movimiento —las figuras están petrificadas, pero se sugiere la dirección que siguen con la posición de las manos—, idealización de los rostros...

Los personajes están retratados con realismo y tienen mucha fuerza expresiva, pero son hieráticos y distantes. Su mirada es fija y penetrante, refleja el poder espiritual del emperador y sus seguidores. Sus pies en «V» flotan en un fondo neutro, indefinido, aludiendo a los lazos con lo sobrenatural y el alejamiento de lo terrenal. Todo indica que estas figuras están más allá de la simple humanidad.

Numerosos símbolos y atributos sitúan a cada figura en una jerarquía muy rígida. Los monarcas están en el centro y tienen las vestimentas más ricas y las joyas más lujosas, además de ir coronados —poder terrenal— llevan un halo de santidad —poder espiritual—, constituyendo un claro paradigma del cesaropapismo bizantino: el emperador posee una categoría moral superior, la Iglesia y el estado son uno sólo en él, que es rey/basileus (Βασιλεύς) por mandato divino y mayordomo del mismo Dios, archisacerdote, isapóstolos (ἰσαπόστολος),[6]​ de ahí su rostro juvenil (era sexagenario).

El resto de los personajes, cuyos retratos son más fieles y se respeta su edad, se disponen simétricamente en torno a Justiniano y Teodora, tanto más cerca están de ellos, cuanto más importantes son, llevando uniformes propios de su rango (casullas para los eclesiásticos, togas sujetas con fíbulas para los funcionarios y eunucos de la corte, armas para los soldados, etc.).

La perspectiva no existe, y ha sido sustituida por un fondo neutro, dorado y verde en el caso del mosaico de Justiniano, y por un esquemático fondo arquitectónico en el caso del de Teodora. Tampoco hay sensación alguna de profundidad.

El artista se ha permitido ciertas licencias en el mosaico de Teodora que no se hallan presentes en el de Justiniano, quizá porque el protocolo del séquito femenino no era tan rígido o quizá porque son obras de distintos artistas: el color es más rico y variado, los brocados, las telas y las joyas tienen más detalles e incluso existe un fondo arquitectónico con cortinas, fuentes y una venera situada sobre la emperatriz. Las mujeres que acompañan a Teodora, tapadas completamente por telas, tienen la mayoría un gesto de autoprotección con las manos, como intentando ocultar su cuerpo, que se vincula al tratamiento del cuerpo de la mujer como un pecado para el cristianismo del pasado.[7]​ Estos rasgos en cuanto al séquito y a la propia emperatriz, se han visto influidos por la condición de la mujer en su época, en este caso, la imagen de Teodora y su corte, que el mosaico busca retransmitir como una positiva añadida a la de una gobernante fuerte, esto está muy influenciado por la condición de quienes son representadas en la obra, pues en su época, las mujeres aristócratas, a pesar de ser acusadas de un elemento provocador de pecado (sobre todo por su cuerpo) contaban con un mejor trato en la educación, formación y trato en las obras artísticas a diferencia de sus contrapartes no aristocráticas o cercanas al núcleo del emperador que tenían que lidiar con un peor trato social y legislativo. Al igual que en muchos otros períodos de la historia, no aparecen reconocidas como artistas. Destacamos así a la emperatriz Teodora, que tuvo una implicación directa en los asuntos de estado y se atrevió a expresar los problemas a los que se enfrentaban las mujeres. Todo ello, a pesar de anteriormente ganarse la vida como bailarina en el Hipódromo y ser considerada como una prostituta en consecuencia de ello.[8]

Contextualización histórica

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Mapa del Imperio bizantino en 550. Las conquistas de Justiniano aparecen en verde.

El emperador Justiniano (527-565) fue el protagonista del periodo de máximo esplendor del Imperio bizantino, la Primera Edad de Oro (siglo VI). Justiniano intentó revivir la gloria del antiguo imperio romano emprendiendo la conquista del Mediterráneo. Entre sus capturas se incluye Italia, donde se encontraba la ciudad de Rávena, que se convirtió, en el siglo VI, en la ciudad más importante del mundo bizantino en occidente. Fue la segunda capital del imperio y estuvo gobernada por el exarca, un auténtico virrey rodeado de poder, pompa y boato. Es normal, por tanto, que allí se construyesen los más ricos edificios bizantinos de occidente: San Apolinar in Classe, San Apolinar Nuovo y este de San Vital.

El templo de San Vital fue declarado por la Unesco, junto con otros siete edificios de Rávena, Patrimonio de la Humanidad en el año 1996.

Véase también

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Referencias

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  1. Véase en la entrada «Basilica di S. Apollinare in Classe» del sitio GCatholic.org, disponible en: [1].
  2. «Early Christian Monuments of Ravenna». UNESCO Culture Sector. Consultado el 17 de abril de 2015. 
  3. La técnica del mosaico consiste en la colocación de teselas (piezas pequeñas de diferentes tamaños y colores) formando dibujos. Las teselas de San Vital son, sobre todo, de pasta vítrea y piedras semipreciosas; éstas se prepararon, previamente, sobre un soporte provisional en el que se ha hecho el dibujo, y después se trasladaron a la pared, con argamasa.
  4. Felici, Lucio (coord.) (1991). «Monumentos y complejos monumentales: Basílica de San Vitale». Enciclopedia del Arte Garzanti. Ediciones B. S.A., Barcelona. ISBN 84-406-2261-9. . Página 1052.
  5. La historia del edificio, a pesar de su excelente estado de conservación, es larga y llena de percances, como cualquier edificación antigua. Al comenzar el siglo X se instaló junto a la basílica una comunidad benedictina que transformó el atrio del templo en el claustro para su monasterio. Poco después, los frailes abrieron una puerta (en estilo románico) de ingreso directo a la iglesia para los laicos y, en el siglo XIII, añadieron un campanario (que se derrumbó en el siglo XVIII) afectando a la zona de acceso a la tribuna. En el siglo XVI se produjeron numerosas reformas: se renovó el claustro, se elevó el pavimento para evitar humedades y se sustituyó la cúpula original, lo que implicó la destrucción de parte de los mosaicos. En el siglo XIX, cuando los especialistas comenzaron a tener conciencia del valor del arte de los primeros cristianos, se intentó recuperar el supuesto aspecto primitivo del templo con acciones muy agresivas y discutibles: se eliminaron todas las estructuras añadidas posteriores, incluida la portada románica y el mobiliario barroco; se reabrió la entrada original a través del claustro y se devolvió el suelo a su altura inicial, instalando un sistema de drenaje.
  6. Título otorgado a ciertos personajes canonizados por la Iglesia Ortodoxa que implica ser un igual con los doce apóstoles.
  7. Vélez, Consuelo (14 de julio de 2020). «La eucaristía y el cuerpo de las mujeres». Religión Digital. Consultado el 28 de noviembre de 2023. 
  8. «Teodora» |url= incorrecta con autorreferencia (ayuda). Wikipedia, la enciclopedia libre. 11 de noviembre de 2023. Consultado el 2 de diciembre de 2023. 

Bibliografía

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  • Mâle, Émile (1959). «El siglo VI: el arte en la época de Justiniano». Historia General del Arte. Tomo 1. Montaner y Simón S.A., Barcelona. Depósito Legal B.-14.402-1959. . Páginas 279-284
  • Mango, Cyril (1989). Arquitectura Bizantina. Editorial Aguilar, Madrid. Página 76.. 
  • Martín González, Juan José (1978). «El arte bizantino». Historia del Arte. Tomo I: Arte antiguo y medieval. Editorial Gredos, Madrid. ISBN 84-249-3144-0. . Páginas 284-307
  • Pijoan José (1974). Summa Artis, Historia General del Arte (volumen VII: Arte cristiano primitivo, arte bizantino: hasta el saqueo de Constantinopla por los cruzados el año 1204). Editorial Espasa Calpe, Madrid. ISBN 84-239-5207-X. 
  • Varios Autores (1992). «El Imperio Bizantino». Crónica Visual Larousse. Volumen III: La Edad Media. Editorial Larousse-Planeta, Barcelona. ISBN 84-395-2118-9. 
  • Varios Autores (1998). «Influencia y expansión de la arquitectura bizantina" y "Las artes figurativas en Bizancio». Gran Historia del Arte. Volumen 3: La Edad Media. Editorial Planeta, Barcelona. ISBN 84-395-7421-5. 

Enlaces externos

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