Situado en un paisaje con trasfondo de montañas, este parque abarca el extremo sur del vasto lago Malawi, que alberga en sus aguas claras y profundas centenares de especies de peces, casi todas endémicas, cuyo interés para la teoría de la evolución es comparable al de los pinzones de las Islas Galápagos. (UNESCO/BPI)[1]
Situado en un conjunto de colinas graníticas boscosas de la meseta central de Malawi, el sitio de Chongoni abarca una superficie de 126,4 km². Posee el conjunto más denso de arte rupestre del África Central, con un total de 127 sitios que muestran las creaciones tradicionales –menores en número– de los pueblos agricultores, así como pinturas de los batwa, un pueblo de cazadores-recolectores que habitó en esta región desde finales de la Edad de Piedra. El pueblo agricultor de los chewa, cuyos antepasados se asentaron en estos parajes desde la Edad del Hierro tardía, ha venido practicando la pintura rupestre hasta bien entrado el siglo XX. Los símbolos de este arte rupestre, estrechamente vinculados a la figura de la mujer, tienen todavía un importante significado cultural para los chewa, y en los sitios ornados con pinturas se siguen practicando todavía ceremonias y rituales. (UNESCO/BPI)[2]
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Malaui, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 1 de febrero de 2011,[3] ha presentado los siguientes sitios:
Actualmente Malaui tiene tres elementos inscritos en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial, uno de los cuales es compartido con Mozambique y Zambia:
El Gule Wamkulu era a la vez un culto secreto y una danza ritual practicada por la población chewa en Malawi, Mozambique y Zambia. Era bailado por los miembros de la cofradía Nyau, una sociedad secreta de hombres iniciados. En la sociedad matrilineal tradicional chewa, donde los hombres casados desempeñaban un papel relativamente marginal, el Nyau era un medio de crear un contrapeso y una solidaridad entre los hombres de varias aldeas. Los miembros de Nyau siguen siendo responsables de la iniciación de los jóvenes en la edad adulta y de la representación del Gule Wamkulu al final del proceso de iniciación, celebrando la integración de los hombres jóvenes en sociedad de adultos.
El Gule Wamkulu tiene lugar en la temporada que sigue a la cosecha de julio, pero también puede verse en bodas, funerales, y con motivo de la entrada en funciones o la muerte de un jefe. En esas ocasiones, los bailarines Nyau llevan trajes y máscaras hechos de madera y de paja, representando una gran variedad de personajes, tales como animales salvajes, espíritus de los muertos, de los negreros, así como personajes más recientes tales como el “Honda” o el “helicóptero”. Cada uno de estos personajes desempeña el papel de alguien, a menudo malvado, que ilustra una forma de mala conducta lo que sirve para enseñar al público los valores morales y sociales. Estos personajes realizan danzas con una energía extraordinaria, entreteniendo y asustando al público como representantes del mundo de los espíritus y de los muertos.
El Gule Wamkulu se remonta al gran imperio chewa del siglo XVII. A pesar de los esfuerzos de los misioneros cristianos para abolir esta costumbre, ha logrado sobrevivir bajo la dominación colonial británica adoptando algunos aspectos del cristianismo. Por consiguiente, los hombres chewa tienden a ser miembros de una iglesia cristiana y también de una sociedad Nyau. Sin embargo, las representaciones de Gule Wamkulu van perdiendo su función y su significado original, quedando en una simple diversión para turistas o con al servicio de partidos políticos. (UNESCO/BPI)[4]
Bien inmaterial inscrito en 2008 (originalmente proclamado en 2005).
El Vimbuza es una danza de la curación muy popular entre la población tumbuka, que vive en el Norte de Malawi. Es una manifestación importante del Ng’oma, una tradición curativa muy extendida en toda el África de expresión bantú. El Ng’oma, que significa los “tambores de la aflicción”, tiene una considerable importancia histórica y, a pesar de varias tentativas a lo largo de los años para suprimirlo, sigue siendo un elemento fundamental del sistema de salud indígena.
La mayoría de los pacientes son mujeres que sufren de varias formas de enfermedad mental. Los pacientes son tratados durante algunas semanas o meses por curanderos renombrados que poseen un temphiri, una casa en la aldea donde instalan a los pacientes. Una vez realizado el diagnóstico, los pacientes son sometidos a un ritual curativo. Para ello, las mujeres y los niños de la aldea forman un círculo alrededor del paciente, que entra lentamente en trance, y cantan canciones para llamar a los espíritus para que acudan en su ayuda. Los únicos hombres que participan son los que tocan el tambor y, a veces, el curandero. El canto y el ritmo de tambor se combinan para crear una experiencia muy intensa, proporcionando un espacio para que los enfermos “bailen su enfermedad”. El repertorio de canciones y los complejos ritmos de tambor se enriquecen continuamente, así como el virtuosismo de las danzas, formando parte del rico patrimonio cultural del pueblo Tumbuka.
El ritual curativo de Vimbuza se remonta a mediados del siglo XIX, cuando se desarrolló como un modo de superar las experiencias traumáticas de la opresión, y se convirtió aún más en danza curativa bajo la ocupación británica, aunque fue prohibido por los misioneros cristianos. Esta posesión por los espíritus de Vimbuza permitía a la gente expresar estos problemas mentales de una manera que era aceptada y entendida por la sociedad circundante. Para los tumbuka, el Vimbuza tiene un valor artístico y una función terapéutica que se complementa con otras formas de tratamiento médico. El Vimbuza se practica todavía en zonas rurales donde viven los Tumbuku y continúa haciendo frente a la opresión de las iglesias cristianas y la medicina moderna. (UNESCO/BPI)[5]
La “tchopa” es un arte escénico practicado por las comunidades lomwe del sur de Malawi. Se suele representar durante las celebraciones organizadas para festejar la obtención de buenas cosechas y el éxito de las partidas de caza, así como en las ofrendas hechas a los espíritus ancestrales después de desastres como sequías y epidemias. Para representar la “tchopa” es necesario poseer conocimientos y técnicas especiales de danza y canto. La ejecutan unos 20 a 30 bailarines que bailan en círculo y entrecruzándose, con el acompañamiento musical de tambores de tres tamaños diferentes. Algunos bailarines llevan a sus espaldas sacos con aperos de labranza, pellejos de animales, muñecos, material de caza y viejos utensilios de cocina. Cada jefe de aldea cuenta con un pequeño grupo de bailarines de “tchopa”. Esta danza tradicional la representan esencialmente los hombres y mujeres de edad de la comunidad lomwe, que son sus principales depositarios, practicantes y custodios, pero actualmente los niños la están practicando cada vez más. Los conocimientos y técnicas vinculados a esta danza tradicional son transmitidos por sus depositarios en el transcurso de sesiones de práctica, o en representaciones ocasionales. Entre los que desempeñan funciones importantes en el grupo de practicantes de la “tchopa”, cabe mencionar los fabricantes de los tambores y trajes de baile, los tamborileros, los silbadores y los bailarines. La danza “tchopa” refuerza la cohesión social de las comunidades lomwe, ya que los miembros del grupo de practicantes se ayudan mutuamente en momentos difíciles (casos de enfermedad o defunciones de seres queridos) y prestan ayuda a los que están sobrecargados de quehaceres, organizando en común la realización de las faenas agrarias. (UNESCO/BPI)