En el año 566, el rey lombardo Alboin concluyó un tratado con los ávaros de Panonia, a los que prometió las tierras de los gépidos si los vencían.[1] Los gépidos fueron destruidos por los ávaros y los lombardos en el año 567.[1][2] El rey gépido Cunimundo fue asesinado por el propio Alboin.[1] Los ávaros (liderados por su khagan Bayan I) ocuparon posteriormente "Gepidia", formando el Jaganato ávaro.[1] El emperador bizantino intervino y tomó el control de Sirmium (actual Sremska Mitrovica, Serbia), dando también refugio al líder gépido Usdibad, aunque el resto de Gepidia fue tomado por los ávaros.[2] La fuerza militar de Gepidia se redujo considerablemente;[1] según H. Schutz (2001) muchos de ellos se unieron a las filas lombardas, mientras que el resto se dirigió a Constantinopla (el Imperio bizantino).[1] Según R. Collins (2010) los remanentes fueron absorbidos por los ávaros o los lombardos.[2] Aunque las fuentes lombardas posteriores afirman que tuvieron un papel central en esta guerra, las fuentes bizantinas contemporáneas dejan claro que los ávaros tuvieron el papel principal.[2] Los gépidas desaparecieron y los ávaros ocuparon su lugar como amenaza bizantina.[1] A los lombardos no les gustaron sus nuevos vecinos y decidieron marcharse a Italia, formando el Reino de los Lombardos.[1]
Según el escriba benedictino lombardo Pablo el Diácono (720s-799), la hija de Cunimundo Rosamunda, que fue tomada como rehén por los lombardos y tomada por Alboin como esposa, sufrió su crueldad. La obligó a beber del cráneo de su padre muerto (que llevaba al cinto), invitándola a "beber alegremente con su padre".[3]